lunes, 22 de agosto de 2011

Relato de un viaje eterno



A la lluvia de ayer

cuando provenía de tus ojos.



I

Como una lágrima
derramada está la niña
dentro de un lodo no más mojado que su coño
mira que la desdicha se pinta de mujer
y que nada ya la sumerge en ese estado tan natural.

Los vientos eternos saben a nostalgia
y cuando por fin la mujer se pinta de rojo los labios
una risa brota de su boca
-habrá que besar falos un poco mejor. Pensó.

Diré que la noche dura algunos hombres
y que de ella aprendí a llorar frases oscuras.

-Hey flaca, llamó un tipo de aspecto educado
y ya dentro
luego del pago
luego del sexo oral
luego de un par de movidas más
él la folla como Pierre Woodman a sus muchachas
así, con ese aspecto tan desesperado.

Los vientos eternos saben a sangre
negra como la luna de enero
y en su estímulo más alto
el diablo me besa la cintura,
ahí planta su lengua haciendo de mí una llaga
y despierto por fin
empapado y hundido en ese vetusto colchón marrón.

-Hey flaca, llama otro tipo.
Es regordete y apesta a tabaco
con su cara rechoncha le pide primero darle por el culo
ella acomoda su cosa dentro de una bolsa de papel
él se eleva por nubes y novedades
eyacula segundos después
haciendo de aquel cuarto de hotel un lago de sudor y porquerías.

Los vientos eternos saben a miseria
desde el fondo de una penumbra
cortejando a la risa de Satán
que es una caricia en la bondad del hombre vulgar.

Ella me mira desde abajo
callada ante el poder de mis muslos
y desde la catedral de mi centro algo crece
se hace grande como el dios cristiano
y ella lo adora
y le implora
y le reza
tragando después el vino de millones de vidas antes de ser nada.

-Hey flaca, llamo yo
que pedí su mano hace algunas semanas
aquella noche en la cual la hallé en ese apagado lugar
se me acercó como si no me conociera
había espuma de hachís en sus venas.

-Ámame como anoche dijo la voz de ayer
-¿Y cómo es eso? pregunté.
-Como se aman los gusanos entre ellos,
aún dentro del fango.

Fue entonces que prendí una pipa de hachís
una que trajo ella con las manos
luego otra muchacha me hizo nevar por la nariz
luego otra dama me empujó el opio por los cristales de los ojos
luego otra mujer me cortó de un pinchazo el colchón marrón de mi alma.

Sí, despertar a veces
cuesta tanto como respirar.



II

Yo la conocí la tarde doce de un abril de verano
soleaba y garuaba
ella me miró desde la corona hasta la sombra de los pies
preguntó si gustaba de un café
accedí rápidamente.

Sus manos parecían dos nubes
hermosas como la primavera
y cuando se terminaba el café
me miraba
se reía
y pedía uno más para mañana
como decía entre sollozos de una risa no mayor a nada.

-Tienes dos ojos hermosos susurraba.
Y el silencio era mi mayor compañero.

No recuerdo si mi cama era tan salvaje como ella
ni tampoco el fuego en la cocina.
Sólo recuerdo que tres años después
vestido para la ocasión fui a su casa
y sus padres me dieron el sí...


III

Ella era la mujer
la mujer que mi alma habría odiado como a nadie para mañana
y le hice el amor como cuando se adoran los animales
sintiendo el mayor asco del mundo por la carne después.

Me encerré luego en ese terrible viaje de habitación,
rojo y púrpura
negro y vacío
cuando al eyacular dentro de ella
me despedía de la que habría sido mi mujer
de la que tal vez,
sino fuera por el hoy
habría pintado mi casa con su risa.

-Ámame como ayer dijo su voz cuando el silencio era mi mayor compañero
ella estaba sobre el cielo de aquella cama color sangre
vestida de puta y de zorra y de perra y de mujer...

-Ámame como ayer que el sol está por despertar... Dijo por última vez,
antes de matarla.