jueves, 11 de abril de 2019

Time





"Alguna gente no enloquece nunca. Qué vida verdaderamente horrible deben tener".

Charles Bukowski


Tanto y tan poco.

Existen mujeres que se apoderan de tu alma

de tal manera que
cuando te la devuelven,

sigues estando vacío.



La última noche.

Despierto vomitando algo marrón y amarillo y amargo y quizá algo de sangre, me duelen los huesos uno después del otro y mi cabeza es una bomba a punto de estallar, hay demasiadas pesadillas por recordar y una mujer semidesnuda sobre el suelo de mi habitación, lleva las bragas en las rodillas y el sujetador colgando de un brazo, tiene un poco de sangre en la nariz y manchas horribles en las piernas. Por ratos llega a mi mente un hombre que intenta meterle el puño en la concha a esa muchacha pero ella se queja demasiado y le pide que no lo intenta más, pero él sigue con más fuerza, luego se detiene un momento e intenta hacer lo mismo desde atrás. Recuerdo que estoy moliendo un poco de esa roca moribunda y blanca que consigue casi siempre ese golpe de felicidad y angustia y paranoia y magia y todo eso junto que es todo eso que no entiendo y tampoco quiero pero me gusta. Estoy cayendo de una torre tan alta como la punta de tu nariz, le digo a la hermosa muchacha mientras ese hombre  le introduce el puño por el culo hasta medio antebrazo, ella exclama un grito aterrador y espantoso que yo me rompo luego de ingerir esas seis líneas que escribí en la mesa para los tres, hay demasiado ron y tequila en mis venas que recordar todo lo demás es tan innecesario como terrible. Mi corazón era otra bomba a punto de estallar y mi paranoia me lleva al cuarto de baño; diarrea, arcadas, más diarrea y devuelvo todo lo que no he comido en la semana, baba roja y marrón y algo coagulado que me sorprende tanto hasta asustarme, expulso hasta lo que ya no se puede y vuelvo a la habitación donde el hombre aquel folla desesperadamente a esa radiante chica, yo me limito a observar y a escribir dos líneas más para recomponerme. Dos horas después de tanta mierda y sustancias humanas me duermo como duermen algunos muertos que todavía no mueren, mientras ella sigue quieta a mitad de la habitación, muda como la noche en ese espacio del suelo.

Hola, le digo a la muchacha más hermosa que he visto en mi vida, cerca a la barra en el bar de siempre, me gustas tanto que sería imposible disimular, imagino que no te gustan los tipos feos pero conmigo tendrás que hacer una excepción. Extranjera ella, se limita a sonreír. Luego de dos mojitos y algunas bromas ella se derretía por mí, pero yo ya me había idiotizado por ella; hermosa desde los dientes hasta su risa, y sus rodillas eran ideales para ponerla en cuatro sobre mi cama, el pelo bravo y suelto entre ondas y colores amarillos, el culo aparentemente bien formado dentro de ese vestido verde de puntos blancos. Algunos tequilas y  mojitos después me dice que quiere ir conmigo a donde sea, yo le prometo hasta las cosas que no puedo cumplir y decido ir a casa con ella, antes de salir alguien que no recuerdo del todo me toma por la espalda y brinda con nosotros, tiene la barba negra, espesa y tosca, nos invita una copa con una sustancia marrón que daba ganas de vomitar tan solo olerla, las trufas mágicas que comí dos horas antes hicieron que cayera todo de golpe en ese preciso instante, algo raro había en su bebida pero pecábamos de amables, el techo entero cayó sobre mi mente, se hizo una broma absurda mi alma entera y me derrumbé como se derrumban los amores de verano. Llegamos a casa entre esa violencia del polvo blanco y los efímeros rasguños de las trufas que mezcladas con alcohol me convirtieron en un trozo de mierda tiesa y seca como un puto espantapájaros. Ella quiere acostarse en la cama pero no puede hacerlo sola, temblando y tambaleando me mira con los ojos más lindos del mundo como pidiendo ayuda o que la rescate de ese lugar que yo consideraba el más seguro del mundo; mi habitación en mi propia casa. El hombre de barba espesa, tosca y negra me hace a un lado y le ayuda a recostarse, su vestido verde de puntos blancos es tan hermoso que ver las manos asquerosas de ese imbécil quitándole y no, con torpeza y violencia todo eso que yo quería besar con ternura hasta que el sol vuelva a nacer, me causó  cierta repulsión. Entonces me siento y escribo este poema de mierda que ya no me gusta pero sigo consumiendo, Nick Cave suena en el aire mientras empiezo a convulsionar luego de haber ingerido esas seis líneas de magia que puse sobre la mesa para los tres. Bajo para no regresar nunca más a esa habitación del diablo, justo antes de perderles de vista vi como él le colocaba la polla en la boca a ese ángel de sol y lluvia, entre su no quiero y su déjame por favor, llegaron las arcadas y mi vómito con coágulos y mi baba y el alcohol. Yo permití que todo sucediera y seguí bajando hasta el cuarto de baño. Cuando despierto por fin de todo eso subo a la habitación y ahí seguían ellos, no recuerdo cuánto tiempo pasó pero ella está disfrutando de todo mientras yo veo la piedra de magia que ese amigo mío que tanto quiero me invitó, raspo un poco y escribo dos líneas hasta olvidarme de todo, incluso de mí. Al despertar veo a ese ángel en el suelo, semidesnuda y olvidada. Luego de un  buen rato ella despierta y empieza a vestirse torpemente entre un odio y asco que no olvidará, yo intento preparar algo de comer o de beber pero no puedo ni hacer un café, luego de dos vasos con agua ella se marcha siendo la mujer más hermosa del mundo y yo la veo marchar como el demonio  de mierda más oscuro de todos.

Hola, me responde la muchacha más hermosa del mundo, envuelta en un elegante vestido verde de puntos blancos, cabello entre castaño y rubio, acento español como los dioses y las manos tan delicadas que daba pena querer o pensar solo tocarlas, ella ríe de mis bromas antes del segundo mojito, acaricia mis manos como pidiendo permiso para entrar en mi alma, en esta ciudad hasta los ángeles más puros solo sirven para follar y olvidar. Yo bebo el segundo mojito completamente enamorado de su risa, ella lo sabe perfectamente y sus manos están aferradas a la mía, acomoda su rostro en mi hombro entre su reír lento y apresurado cada cierto rato, luego me mira con esos ojos color pasto y miel haciendo de mis rodillas torpes figuras de papel para recortar. Presumo de su belleza ante mis amigos, grito que es la mujer más hermosa de todo el mundo, levanto mi copa y de la nada aparece un tipo extraño, de barba muy negra y ojos extraños, nos ofrece irnos con él  hasta su hostel, "que la vida es hermosa y entre los tres sería más hermosa todavía", pero ella era única y yo estaba dispuesto a matar por ella, alejo al tipo y llevo a mi Helena, a mi Afrodita, a mi Sirena varada a otro rincón donde mis manos agarraron fuertemente su cintura, y ella se sentía la mujer más segura del mundo porque le ofrecí cosas que no habría podido cumplir nunca. Bebimos luego algunos tequilas porque la felicidad sin tequila no está completa, ella me hizo ver que el mundo era pequeñito dentro de sus ojos, que quería estar de rodillas sobre mi cama para que yo descubra el mar entero desde su espalda, abrirme las puertas de sus tetas de azúcar blanca para que sus pezones como botones se junten con la punta de mi lengua. Solamente para demostrarnos que juntos podríamos inventar un instante mejor, ella se me pegó como nunca nadie se me había pegado, agarró mis mejillas y me besó tan despacio con esa suavidad y ese demorarse de su lengua en mi lengua que lograron en mis pies un hormigueo raro, ¿mariposas en los pies? pensé, y luego ella me sonreía, abría los ojos y lograba que mi corazón deje su órbita para convertirse en un mundo raro que sonaba igual a esa canción de José Alfredo.

Me encantan tus zapatos, le digo, y tu cuello cuando se junta con tu pelo y tus dientes hasta tu risa y tus rodillas, me gustan tus piernas y los movimientos de tu vestido y también cómo tocas mis manos, haces que mis dedos duden de todo y mi sombra me cargue, ella me vuelve a besar y sonríe del modo más maravilloso que no podría describir nunca, venir a encontrar a la mujer más hermosa del mundo en esta ciudad de mierda que nunca duerme, y ella, decía lo mismo, venir desde el otro lado del charco para terminar besando de la manera más sublime al feo más feo del mundo.

Me gustas tanto, le decía, y ella me volvía a besar, me gustas tanto le decía, y recordaba todo eso  que le hice mientras ella se iba por el umbral de la puerta que jamás volverá a cruzar.

Tengo espacio entre mis costillas para tu corazón, me dijo, pero quiero que me lleves a donde tú vayas, hoy, ayer, mañana y siempre... ¿Estás loco?, me preguntó, un poquito, le dije con los dedos, haciendo un espacio pequeñito entre mi índice y mi pulgar. Que yo también voy un poco loca, me dice, y quiero bailar hoy, ayer, mañana y siempre contigo. Éramos magia pura y sombras. Yo había dejado ese polvo blanco hace muchos meses, no quería volver a joder nada en mi vida, nunca más. Luego de algunos mojitos y algunos tequilas algo en mi cuerpo hace que me sienta raro, voy al baño del bar y me cruzo con ese amigo que tanto quiero, me hace un gesto con la nariz y yo niego con la cabeza, ¡ven mierda!, me dice, y me jala hasta el baño donde me empuja con fuerza al interior y cierra la puerta, saca un poco de coca y las llaves de su casa, me ofrece ese un toque, yo no quiero pero sigo mirando con tanta angustia ese polvo hermoso, de verdad no quiero, le vuelvo a decir, pero él me quiere, así que me ofrece más cantidad, yo le pido la llave y me doy cuatro toques tan grandes que mi corazón regresó a su mismo lugar, se agitó mi calma, creció espuma dentro de mi pecho y al salir el mundo era otro, la mujer más hermosa del planeta dejó de ser tan hermosa, ella me preguntaba cada cierto momento a dónde me había marchado, que mi alegría había dejado su alegría, que me siente, que beba un poco de agua, que cuidaría de mí y que ella me prepararía algo de comer a la mañana, que me besará de maneras maravillosas y desayunaremos juntos, abrazados y desnudos pero muy abrigados porque en esta ciudad de mierda que nunca duerme hace mucho frío

Veo desaparecer parte del brazo de ese sucio hombre en la mujer más impoluta del mundo y mi alma se rompe en mil pedazos, no podré reconstruirte nunca, le susurro, ella se irá sin mí como yo nunca antes me he ido, y sé que jamás volveré a cruzarme con ella, ella que me ofreció cosas que posiblemente cumpliría, rota a la mitad como toda mi alma junta se irá, a ese lugar de donde yo no podré salir nunca.

Hola guapo, me dice la mujer más hermosa del mundo. Generalmente no me gustan los tipos feos, pero contigo haré una excepción.


A Ingrid Toro-J. for sentimental reasons.



El viajante.

He tomado un viaje con los ojos vendados
de cansado y bobo, sin rumbo y con mucha torpeza
mi trabajo es tan bueno que lo detesto
soy como una estrella
siempre llego tarde
está cerrado el bar de la esquina pero te gusta jugar a ser mi guitarra,
me corto los brazos para poder pintar tu vestido roto por la mitad

pan y carne
fantasmas bajo la cama
mujeres adictas al sexo y sustancias hermosas que inventaron los hombres

¿a dónde mierda he llegado?



Ojos azules como la noche.

Me gustan tus rodillas adornando el suelo
mientras mi falo es una flor gigante
goteando como un muerto dentro de tu boca
mientras mis manos
como tentáculos interrumpen tus adentros
tus bragas negras caen
como pétalo de una flor que se muere
tu sujetador también cae
como soldado que ya muerto aún no toca el suelo.

Me gustan tus pezones
como un pálido rosado sobre la noche de mis dedos
dulces como recuerdos de mi puta niñez
sabor a mango, fresa y nubes de algodón

me gustan tus dedos dentro de mi ano
es como despertar luego de la pesadilla
o despertar tal vez
con una espina entre mis índices


me gusta esa bebida fría que tanto preparas
en noches como esta donde nadie duerme
me gusta


y cuando todo el paisaje está pintado de azul con ese repugnante amarillo matutino
los telones se abrazan
el teatro se acaba y la fantasía se duerme
alguien monta todo ese circo que es la vida, lo sube en un coche y regresa a su ciudad
pero en este instante tus rodillas seguirán  aferradas al suelo.

Me gusta tu culo encendido
bajo mis palmas dentro de tu falda larga
te conocí esta noche y todas las noches
el ron es blanco por naturaleza, me dices
y me dejas tocar tu sexo húmedo mientras tu lengua muerde mi lengua
hasta que pides enojada que moje con ese odio de mis adentros tus honduras todas
solo para calmar tu rara sed y puedas recoger tus rodillas enrojecidas del parqué recién encerado, para luego irnos a dormir por separado porque mañana no puedes perder ese vuelo de regreso a tu ciudad.



Los demonios cayeron del cielo.

Tus tetas, en mis palmas de medio día.
¡Oh frágil luz de la vida!
dentro de tu iris impongo
esta pesadilla con mi pulgar
y algo blanquecino brota
como un charco
de algo que no quiero tocar
¡peste inmunda tu mitad mojada!
tu espina floja
tus dedos necios
algo en tu lengua me gusta
y ahora
que mi falo sabe de ese espacio ajustado entre tus dientes
he preferido olvidarte
dejando tu peste y esa humedad dentro de tus ojos.

Y metí mi mano en ese pantalón lento de tus caderas
que se escondieron ahí como negros que le temen a la luz 
y tu chompa nada moderna
y tus besos mediocres
y tus palmas sobre mis palmas
y tu sexo tan junto a mi sexo
separados por ese pantalón breve.

Recuerdo las noches
los días y todas esas tardes
cuando con mis manos
me apoderaba de todo eso que era tan tuyo
de todo eso que era solo tuyo,
y la luz en tu mitad
esa luz descarada de tu mitad
alumbraba lo más profundo de mi lengua
lo más recóndito de mi lengua
en donde las heridas duermen
como pesadillas que tus índices destrozan en mi sien.

¡Oh maldad de tus ojos tostados!
del sueño que asusta.

¡Oh esperma recorriendo tus profundidades!
a veces los miedos más grandes son pocos segundos derramándose dentro de ti,
hasta limpiarte.

Entonces tu boca come mi falo entero
cubierto por piel sin sentimiento
cubierto por casi nada
con sabor a espanto y soledad
sin caucho o melancolía,
y tus cabellos
y tu espalda
y toda tu espina
rendida ante mi grandeza
agotada ante todo esto que es mi grandeza.

Oh rayos de sol,
rayos de sol en la ventana
que se confunden con la noche
con tus ojos modernos
con esa espina en tu dorsal
rayos de sol en toda mi ventana
rayos de sol sobre mi gato,

rayos de sol sobre estas líneas que brillarán en un momento dentro de mi nariz deforme.



Monomanía. 


A veces cuando te quiero empiezo a olvidarte

olvidarte como olvidamos aquellas camas donde tantas veces cogimos
olvidar ese viaje que nunca empezamos donde tontas veces hicimos el amor.

Sacar de mi mente todas las noches que besé tu cuerpo,
quitándote las ropas cada mañana para correrme
en todo eso perfecto con piel y huesos que eras tú,

olvidar,

todas las veces que te mentí
cuando decía que eras la mujer más hermosa del mundo
y si lo eras pues no debí creérmelo tanto.

A veces cuando te quiero,
ya no te quiero,
y a veces,

sólo a veces,

cuando intento olvidarte,
no logro olvidarte,

y llegan a mi cabeza todos los centímetros que recorrimos juntos,
a pie o en coche, volando o arrastrándonos, hasta por debajo del agua
bajo ese sol insolente que quemó tu piel de chocolate blanco,
o sobre esa lluvia de coco que tantas veces peinó tu pelo desordenado,
mientras yo me escondía en el triángulo húmedo de tus piernas.

A veces cuando te quiero ya no te quiero

y es tanto,
que olvido todas las veces que te besé
en calles que recuerdo muy poco.

A veces cuando te olvido,

te quiero,

de tal manera que no puedo sacarte de mi mente,
aún cuando ya te he olvidado.

Y llegan esos recuerdos pequeños que dejaste en mi cama y en todas las camas,
tus plumas de puta junto a mis pies mientras comías de mala manera mi falo,
a  veces cuando te olvido ya no puedo olvidarte
porque empiezo a quererte con esa locura que hacía de nosotros dos niños de treinta años,

intentando recuperar esa felicidad que habíamos dejado atrás de nosotros,

donde alguien nos esperaba,
donde alguien ya nos adoraba con locura.

Mientras olvido todo nuestro pasado,
pocas veces te olvido

y llegas a mi mente,

caminando desnuda esa isla en ese lugar de mierda que tanto odiaba

donde te quité esas prendas de lana y algodón y seda

y donde el frío, hacía de nuestras sombras
animales quemándose entre sí,
como dos felinos luego de follar,

peleando entre zarpazos de sangre y baba para conseguir un poco de calor
o ese hotel tan fino que vio desde la recepción hasta la puerta de nuestra habitación como iba quitándote las ropas, y al llegar por fin te arrodillé y agarrando tu cabeza con violencia hice que me chuparas la pinga, tu baba era única como esa lengua roja como mi pelo, es verdad, aún recuerdo como tomabas con tu diestra mi falo y me chupabas los huevos hasta dolerme

ahora ya no recuerdo quién eras o quién era yo
solo tengo en la memoria tu baba y tu boca comiéndome de mala manera la polla para conseguir así un poco de cariño.



Al vientre de Beatrice.

Tallé mi nombre dentro de esa quietud en tu rara pintura

cuando tus hermanas no sabían regresar temprano
y tu madre
         adorando mi espacio todavía
  
nos dejaba un poco de paz en tu cocina
en tu sofá
en tu baño
en la sala de estar y en todo eso que era tu habitación de rabia y óleos y aromas y veranos
de aceites y carboncillos y poemas que tristemente te escribí
cicatrices que no curamos en nuestras bocas de crueles desengaños

crueles como esas pinturas que tanto adoraste
decoradas con ese rojo sangre y negro malo

o esos toques azules de tus reses muertas,

me enamoré de esa pornografía barata de mis mañanas

de esos besos que antojada me robabas

mientras mi falo

cada tarde cuando no estabas

se apoderaba de esa muchacha de piel tostada
que era otra pintura

otro paisaje

un aceite que se quemó en mi habitación donde me dejaste algunos dibujos

en esa habitación donde te traicioné tantas veces

todas las veces
cuando no adoraba a nadie todavía.

Tallé mi sombra

en tu vientre plano y dorado y pequeño

sobre todo pequeño

y mira ahora

tanto años después
sigo recordándolo todavía.



Hay futuros peores.

Cambiamos los poemas por los relojes de pulsera

y las palabras por un paso de cebra

el espacio muere cuando un taxista avanza
y las mujeres llevan tacones hasta olvidar sus huellas

dejamos en la nevera romances pasajeros

enfriándose para que dejen de doler

como los besos que hasta ahora no podrás olvidar pero que ya olvidaste


cambiamos los vaqueros por pantalones de vestir y los vestidos ya no danzan con el viento

las alarmas son asesinas y las bocinas también

puedo jurar que te quitan el alma,

y somos muertos andantes

gigantes cansados

quizá algún muchacho tenga un poco de alegría para regalar

pero hace falta dinero y un poco de coca

para enfermarte de amor o viajar.

Pero olvidarte para recordar

alguna vez

quizá

que todo esto fue real,

tus manos junto a mis manos
hasta dolerme.



Con los ojos bien abiertos.

Muerto
o casi
en mi oscura habitación
rota como todas esas mujeres que siempre se largaron de aquí,
veo ángeles pasar
algunos tienen olor a gasolina
a tristeza quemada
o llagas en la nariz.

Y digo
basta
y grito
¡BASTA!

Pero no
hay algo en esos ángeles
algo que se queda conmigo
cuando todas esas mujeres se han ido.

Y justifico cada línea de este libro que ya no soy
de esta cosa
de trapo viejo
de ventana rota
con trajes de enfermera
secándose justo en mi nariz.

En ese momento lo ángeles desaparecen
no hay magia en mi acto inútil
tengo los ojos tan abiertos como el sol
tan abiertos
que llega ese entero instante tuyo
y me apago.


Hay algo que te tengo que contar.
Arranqué mi lengua
para poder susurrarte esto de cerca
nunca llegaré a quererte, te digo
luego
te marchas.



Paranoia.

Tus fantasmas me siguen
hacen de mis miedos gigantes dentro de tu palma
y te ríes
de lo que has logrado en mi figura
en mis huesos
en este dormir de mis rodillas.

Tus muertos
cuando en mis mejillas nacen me siguen
logran revivir
todo eso que tú eres
y festejas
y te ríes
cuando tus orgasmos terminan en mis rodillas.