viernes, 13 de diciembre de 2013

Boedo argentino



Y si todo pasara nuevamente, es decir, que la vida sea una rosa, un rosa que vuelve a crecer. 
-Sería la misma rosa.



Boedo argentino.

En Boedo,
entré en un pequeño café llamado Margot
pedí un blanco de blancos
o algo similar
era lo único que me gustaba
lo demás
era mucha carne
entonces
un tipo con poca pinta se me acercó
y dejó una nota sobre mi mesa
la nota decía:

Si la suerte me permite
aun no existiendo
tomar una copa de vino tinto contigo
sería
un honor para la tarde.

La nota era de una muchachita que vivía en el barrio de Caballito,
muy cerca a la Parroquia Nuestra Señora de Caacupé
llevaba un vestido de flores hasta las rodillas que resumía una vida
entonces
dispuestos al vino
terminamos algunas botellas de un buen tinto de tintos
lo demás
era mucha carne.

Presentados y bendecidos por la uva
caminamos por la 25 de Mayo hasta la plaza Martín Fierro
ahí recitó algunas frases sobre lo que significaba volar
sin despegar los pies del suelo
y me cantó
"y naides me ha de seguir,
cuando yo remonto el vuelo"
pero vos,
has hecho de mí
una jaula
y un ave
con el nido dentro.

Era menor que yo
y hermosa como ninguna
con esas piernas soleadas y largas
con esos cabellos bronceados y largos
y además blanca como la luna
como la luna que era
luna de muchas lunas.
Luego seguimos hasta perdernos
porque la prisa es boba
habían pasado para entonces
tres tintos de tintos
ella con más alegría que algarabía
y yo con más vino que tino
decidimos robarnos un beso
y otros besos
con mi mano
dentro de su vestido
que era sólo una flor
flor de muchas flores.

Muda lo que duran tres segundos
mudo
lo que significa recordar lo avanzado
dijo
luego de mantenerse así lo que duran tres segundos:
Sé de un lugar,
señor
cerca muy cerca
llamado Aoma.
Entonces La Rioja se hizo amiga nuestra
y luego de sentirnos un poco gringos
llegamos
pedí un número par
y nos escondimos en una habitación poco elegantona.
Su vestido de flores resumía para entonces muchas vidas
¡todas las vidas!
y sus piernas bronceadas
y sus cabellos soleados
y su centro
como la luna
que era luna de muchas lunas.

A la mañana siguiente la muchachita de Caballito
ya se había marchado
olvidando Margot
olvidando  Martín Fierro
olvidando otra nota que decía:

Hoy
mismo lugar
misma hora
mismo vestido.

Puedo decir que me gustan los tintos,
Boedo
pero más que un buen blanco de blancos
aquella muchachita
lo demás
era mucha carne.





Sobre mi cama un ángel.

Sobre mi cama un ángel
parece dormido
y pasado de copas
desnudo
con la piel sobre sus alas
con la espalda sobre mis palmas
parece dormido
sobre mi cama
pasado de copas
un ángel.


Sobre mi cama un ángel
pasado de copas
parece dormido
sin piel
con las ganas sobre mis alas
con las curvas sobre mis palmas
desnudo
sobre mi cama y se queja
desde sus tetas se queja
con su humildad
así
sobre mi cama
aquel ángel
parece dormido.

Entonces su aliento deja, como dos soles incendiándose entre sí
como si la vida se apagase
como si me despertara sin querer devorarlo todo
toco mi falo
es verdad
que su tallo es inquebrantable
entonces me toco una vez más
pongo un sabor amargo entre tus alas
mientras duerme
convencido estoy
de que es un bello ángel.




"La vida es un cigarrillo".

Leopoldo María Panero




Ballenas varadas.

Como de vientres abiertos
uno a uno
de los bares salimos
los que detestamos la vida
los que no regresamos jamás
y como ballenas
sobre la playa
varados
agitándonos
queriendo volver
a ese charco
a ese charco dentro de la botella.





Oraciones.

Sobre la mesa
sin verbos se escriben
líneas que a la vida escapan
y que hacen de la voz algo grotesco
otro fiasco
dónde hundirse
¡como con la vida!

Mi voz
la grita en la pared
la herida mortal en mi alma
lo que leo
con este modo extraño de respirar
sobre la mesa
sin verbos
las oraciones se escriben.



Crónica.

Señor
me preguntó un pequeño muchacho
¿cree en dios?
no lo sé
le respondí
yo no creo en él porque no existe
¿y si existiera?, proseguí
-le dijera que baje para convencerlo de que no existe.

Es la mejor crónica que me ha pasado hasta hoy.


viernes, 11 de octubre de 2013

¡Ay la vida!



"No era mi día, ni mi semana, ni mi mes, ni mi año. Ni mi vida. ¡Maldita sea!"

Charles Bukowski





   Qué es
      eso que llamamos vida
             o qué soy
                 sólo la sombra
                     la sombra de algo que ya no anda.

               No sé
           si arrastrarme como todos los hombres
      o vivir todo eso que todavía es bello
    triste pedazo de pan
 triste como la mueca
la mueca de algo que tampoco anda
    ni su luz
  ni sus árboles
 sí
    ya nadie anda
      entonces
   ¿qué es la vida?
o qué soy...

      Los mares observan
        quietos y mudos
          como torpes guerreros que pronto sueltan sus lágrimas
       es ahí que alguien dice
     ¡la vida es bella!
  entonces pregunto
¿por qué los niños lloran?
     o mejor
        ¿por qué estoy llorando?
           sí,
         es el sol que tampoco anda
      y me da mucha pena
       tanta pena
     como mares quietos que ya no andan.

¿Qué es?
               eso que insisten todos en pronunciar día a día
           qué es
        todo eso
   todo eso que ya no anda
     sí
   sólo somos la sombra de algo que parece una mueca
   así como el viento
    parece
      pero no es
        no está
          ni su aroma
            ni su forma
          ni su color
       ni su mueca
    como un camaleón
 que tampoco anda

¿Maldad?
   qué es todo esto que respiro
      todo esto que ya no se mueve.
 

        Los niños lloran
          a veces sufren
             como yo
              que a veces también sufro.
             

              Entonces me siento
           esperando la brisa de algo que se marcha
         aguardando la brisa de algo que tampoco está
            es ahí que otro dice
              ¡la vida es bella!
                para entonces
                     mi cuerpo se habrá ido
                         olvidando que sólo el poema anda.


jueves, 26 de septiembre de 2013

Mares de absenta



Hay días en los cuales Bukowski es simplemente Charles.





Caminos abiertos.

Festejé el beso de una muchacha, operada por el tiempo de un buen doctor, con la nariz hecha un palo árido y los ojos de puercoespín. Festejé sus abrazos con las alas de las gaviotas, mientras la boba brisa azul de la mar horrenda dibujara una sombra en su baja espalda. Festejé caminar con ella durante dos largas horas, al borde del precipicio donde los árboles eran crestas verdes y fuertes, como la prisa tonta de fumar ese cigarrillo natural que tanto adorabas.


Besos con lengua.

Tu lengua
la que tanto adorabas
dentro de las bocas que tanto aborrecías
está por fin deshecha
como la mar
por fin
está
ultrajada por el odio de todos ellos
sofocada quizá
por la forma
o por el método
tu lengua
¡ay de mi alma!
si me dejara.


El sol en la pared.

De niño, todavía recuerdo ese olor a mar en el aire, sí, de niño me gustaba acostarme en el piso de parqué, colocar los pies en alto y observar el sol en la pared. Como una araña en la boca, como duendes en la higuera, sí, así era observar el sol en la pared. Y en los meses de invierno, recostado en el mismo lugar de siempre colocaba los pies en alto, mientras el cielo nublado mantenía todo seco, como un abrazo de alguien que está muerto, como una foto que el tiempo mojó, así era no poder ver el sol en la pared. Pero había algo que era similar a esos días de verano, sí, ese olor a mar en el aire todavía se mantenía presente.


Los túneles.

Entre todas las piernas
la mar es única
espacio para poder morir
o vivir
si se diera el caso.
Entre todas las piernas
playas únicas sobresalen
con lugares para poder vivir
o morir
si se diera el caso
tras cruzar el túnel.


He llorado tanto para que vivas.

Los años precoces
inmortales como la noche absurda 
donde tu sexo fue espuma roja
espuma roja de mis ganas.

Los años precoces
que toleran el hambre
donde el alma no se acomoda

ay de los hombres que pronuncian
que la vida es pordiosera
mientras los niños crecen
inmortales como una noche absurda
de mis ganas locas.


Amor es un tipo de odio a no estar solo.

No creo en el amor me dijo una muchacha
no creo en esa piedra en el camino
¿entonces? -pregunté
-¿entonces qué?
A mí me gusta estar contigo -le respondí
eso es lo que digo -murmuró
no lo entendí hasta hoy
casi catorce años después.


Auto moderno.

El amor debe ser liberado
digo
debe ser libre
mujer con mujer
hombre con hombre
¿acaso no somos iguales al amar?

Entonces
un joven camina hasta una calle cualquiera
él cría a un pequeño con otro joven
ambos saben que lo harán bien
en la calle cualquiera hay una casa azul
un hombre espera bajo el umbral
el joven se acerca
tanto que logra besar su respiración
mientras juntos golpean las paredes
golpean las puertas
y tocan sus sexos entre sí
y sus lenguas son barrotes unidos
y sus falos crecen
y todo eso se junta
y...
digo
el amor debe ser liberado
es decir,
libre.
Mujer con hombre
no todos somos iguales al amar.

Entonces
una joven camina hasta la casa de su novio
ya dentro el salón se convierte en un circo
él cuida a su hermano de dos años que es colocado sobre otro sofá
ella lame el falo del joven
él mete dos dedos en el sexo de su novia
y las ropas caen
y los árboles no existen
y las bocas son todo
y el sexo es abrumador
y digo
el amor no debería ser liberado
nadie sabe amar.

sábado, 13 de julio de 2013

Vinos sin copa

 

Yo me consideraba racista, hasta que conocí a Concha Buika.

Mondragón de Malatesta  







Boca de mujer.

Aquí,
donde yo veo un hoyo negro
con lengua
tú ves
la voz
que es más mujer que voz
según mi yo.

Ahí
donde yo pongo parte de mi semilla
existe la lengua de una mujer.

es voz
que es más mujer que voz
según tu yo.

Entonces
donde existe una boca de mujer
existe el falo de un hombre.





Vino tinto. 

Abrí una botella de vino, chileno porque no importaba de dónde fuera, aunque guste más de los españoles. Abrí una botella de vino mientras tú te subías las bragas, me dabas la espalda y el culo, y tus caderas lo eran todo mientras el vino corría por mi lengua, lengua que minutos antes corría por tu sexo. Luego en un movimiento extraordinario, te colocaste de una el vestido, que evitó siga viendo tu hermoso culo. Sin dejarme un beso te marchaste, eras la prometida de mi hermano, la hija engreída que mi padre no tuvo. ¿Qué importaba si me querías?, es verdad que yo sólo apetecía verte el culo desnudo y tus caderas únicas. Porque eras hermosa desde tus dorados cabellos hasta tus profundos ojos verdes y grises. Los veranos que llegabas de visita eran como el mar y su distancia, y en invierno, para cuando te marchabas, tus ojos eran  grises y oscuros. Es verdad también que follábamos a escondidas muchas veces, y resultaba un poco triste despertar a la mañana siguiente sin estar uno a un lado del otro. Yo moría por verte andar hasta el cuarto de baño y recorrer toda tu espina con los ojos, desde la cama mientras bebía una botella de vino, como ahora, que cierras la puerta tras de ti y yo quedo angustiado, casi agotado, pero sin ti.

La primera vez que lo hicimos, llegaste empapada por la lluvia traicionera del verano, llevabas unos jeans azules y un sacón negro, largo. Tocaste la puerta y abrí, mi padre había visitado a un tío lejano y la casa estaba casi vacía. Era un jueves de aquellos que uno prefiere morir descalzo, que salir de casa.

-¿Qué pasó?, pregunté. 

Te limitaste a entrar y dejar el sacón en el perchero. Te dirigiste hasta la habitación que usaban con mi hermano cuando nos visitaban, buscaste una toalla y no la encontraste. Yo en la cocina preparaba algo de comer, no recuerdo muy bien qué era, quizá huevos revueltos con mermelada de fresa, café, no recuerdo muy bien. 

-¿Tienes una toalla?, preguntaste desde la puerta de la cocina, yo sólo podía ver la mitad de tu cuerpo desde donde me encontraba, estabas completamente empapada. 

-¿Tienes?, volviste a preguntar luego de unos segundos que vacilé mientras te miraba. 
-Sí, sube a mi habitación, están en el segundo cajón de mi ropero. Puedes usar las blancas, que son para el cuerpo.
-Gracias.

Escuché que ella subía las escaleras. Yo terminé de comer, lavé lo que usé y subí a mi habitación. Al entrar noté que Camila se había dormido sobre mi cama. La dejé unos minutos más mientras yo juntaba sus ropas mojadas del suelo, y cuando toqué sus bragas sentí una sensación extraña en el cuerpo, eran negras, pequeñas. Me excité terriblemente cuando las acerqué a mi rostro. Fui hasta el cuarto del lavado, ahí coloqué las ropas y subí nuevamente hasta mi habitación antes de prenderme más todavía.

-Despierta, le dije mientras la sacudía para que despierte.

Luego de unos instantes despertó, sobó sus ojos con ambas manos mientras arrugaba la nariz, noté que sólo tenía una toalla en la cabeza y una bata de baño también mía. Ella era muy hermosa.

-Ve a descansar, estás sobre mi cama. Cuando se levantó un poco y se sentó sobre la cama, la bata se movió y pude ver sus pechos. Eran pálidos y medianos. Cerré los ojos y sacudí la cabeza tratando de quitar esa imagen de mi mente.

-No quiero dormir todavía, ¿podemos hablar?, por favor, iré a ponerme algo más cómodo y regreso. O podemos bajar a la cocina en todo caso.
-Está bien aquí, abajo corre un poco de viento, puede enfermarte luego de haber estado tanto tiempo mojada.
-Vale.

Yo acomodé algunos papeles que estaban sobre mi escritorio y los coloqué en una mesa pequeña de revistas y libros. A los cinco minutos llegó ella, con un pantalón y un bividí de pijama. Se sentó sobre la cama, hablamos un poco del día, de la tarde, luego me explicó que había discutido con mi hermano, que había regresado desde el kilómetro dieciséis hasta la casa, que más o menos era unos catorce kilómetros. Todo porque ella le preguntó sobre una amiga que él visitaba mucho. Discutieron, gritaron, él se marchó, ella regresó caminando. 

-¿Estás bien?, pregunté.
-Sí, ya el fastidio pasó.

Sobre mi mesa había una botella de vino tinto a la mitad, uno que había dejado a media tarde mientras intentaba escribir, recuerdo que ella la tomó, quitó el corcho que no estaba tan profundo y bebió un trago.

-¿Te gusta el vino verdad? -preguntó ella.
-¿A quién no?
-A mí me gusta más la cerveza.
-Sí, también me gusta, pero el vino, para un jueves de estos en que no quieres salir ni a la puerta, queda mejor. Ella quedó mirando la botella fijamente, pensando en algo y en nada quizá, yo la miraba mientras ella lograba ese acto estupendo de silencio con la botella.

-¿Estás bien?, pregunté.
-Estoy mejor. Dijo sonriendo. En ese momento se hacía más hermosa todavía.


Entonces se acabó la botella, abrimos otra y la habitación se hizo más pequeña para los dos, luego abrimos otra que también se acabó, recordando algunos días del pasado, abrimos otra después, mientras hablamos del día, de la tarde, y así pasó parte de la noche. Y fue ahí que su bividí cayó, su pantalón cayó, mientras sus nuevas bragas negras y secas, estaban ahí bien puestas, besé sus pechos, su boca, ella se aferraba a mi cuello y a mi espalda, yo le tocaba el culo con todas las manos, apretaba su cuerpo contra el mío, le lancé a la cama, ahí cometimos los peores pecados que un hombre puede cometer, devoré su sexo con todas mis bocas, besé sus curvas con todas mis prisas, sí, sus pechos fueron parte de mi piel, su boca una rosa de mi hipocresía, recorrí su cuello con la mente, su espina con la vida, su pelo dorado cruzaba la habitación como los galgos en primavera. Sí, hice cosas con ella que no estaban permitidas en una dama, mancillé su cuerpo, humille su alma, hasta su sombra se hizo parte de mi piel. Sus gemidos, su cuerpo húmedo, todo se resumía en un instante inimaginable, las botellas vacías quedaron en el suelo, sus ropas también, luego de unos veinte minutos rodando por la cama, probando formas de hacernos más humanos, luego de veinte minutos que toqué el cielo varias veces y ella clamaba mi nombre como si fuera yo un dios. Sí, todavía recuerdo cuando acabamos juntos; ella temblaba desde las piernas hasta los dientes, yo eyaculaba dentro de ella como un animal moribundo, chillando callado, con dignidad. Caímos uno a un lado del otro, alucinados, emocionados, hasta que vi, minutos más tarde los ojos culpables en su rostro. Me regaló un beso largo, tan largo que su lengua tatuó su aroma en la mía, y se marchó juntando su pijama y los recuerdos que esa habitación guardaría año tras año.

Abrí otras dos botellas de vino tinto para tratar de quitarme la sal que su sexo dejó en mi boca, y no lo logré, porque tampoco lo quería. Recuerdo que me acosté sobre la cama, me masturbé unas dos veces recordando lo que habíamos hecho, o mejor dicho, lo que yo había hecho con ella. Luego de lavarme el sexo tras haberme tocado, quedé hermosamente dormido. Hasta las cuatro de la tarde del día siguiente.

Para cuando desperté papá ya había llegado y Camila se había marchado, me contó que dijo que se iba porque había peleado con mi hermano. Dejó una nota en la nevera para mí, decía: Gracias. Y nada más.

Han pasado algunos años, ella sigue dejando su gracias sobre un papel cada año y yo, dejo en su cuerpo un poema que son todos los poemas del mundo juntos, y nada más.




Vino dulce.

Dueña de Paris,
de la prima y las canciones,
con tu traje de can-can me mirabas masturbarme
mientras yo era feliz y tú sólo una pintura gris,
de tristeza y mansedumbre. 


que la soledad
es una dama frívola,
parece española pero es
más viva que la vida.

Tu piano, bajo tus dedos
son la sombra de mi alma
mientras el pasado es una sobra de humanidad y más nada.

-Hola, me dijo la camarera en un bar de una ciudad lejana a la mía.
-Hola, le respondí.
-¿Quieres ir a beber unas copas en casa de un amigo?
-Vamos.

Caminamos unas cuantas cuadras de subida, con la calle a base piedra, las casas, a base de barro, y la vida, a base de algunas botellas de vino dulce. En casa del amigo aquel, yo salí al balcón, que era amplio y libre. Las luces de la ciudad en la madrugada decían más que las voces de los que ladraban en la sala. Yo miraba todo lo ancho de la ciudad, que no alcanzaba en su totalidad mis ojos pero que era todo lo ancho. Entonces, a los instantes salió una argentina hermosa.

-¿En qué piensas?
-Pienso en lo horrible que es la vida. Le dije.
-La vida no es horrible, si fuera horrible no nos habríamos conocido.
-Para empezar le dije; tú no tendrías que trabajar tan lejos para conseguir algo, y yo no tendría que beber copas con vino dulce y otras copas para borrar algunas de mis penas.
-Creo que exageras un poco.
-Tus pechos son una exageración, rubia.

Ella se limitó a regalarme una sonrisa y volver a la habitación donde los demás consumían cocaína y bebían ron en vasos de cristal barato. Yo me quedé en el amplio balcón deduciendo que la vida sí era horrible, horrible e injusta. Eso no significaba que no me gustara vivirla, no, sólo era una idea de lo que yo pensaba. Y punto.

Unos meses más tarde me enteré que el dueño del lugar donde el balcón era amplio fue muerto en una pelea bajo la noche, y que la argentina hermosa se había marchado para una región en la selva de Brasil mientras yo, seguía bebiendo vino dulce en el bar aquel y trataba de olvidar algunas penas que cargaba sobre mi alma, mientras la vida, seguía siendo horrible.



Vino, algo seco.


Tus ojos verde limón,
como los que bebes en tu Corona,
o los que chupas cuando el tequila roza tu boca
o los que me quitas de las manos cuando tus pechos son parte de mi voz.

El cielo es un poema de tu alma
frágil como la media noche
cuando los vampiros están tristes
sin sangre en las copas ni tetas de silicona.

Caminé algunas horas intentando olvidar de mi pulso tu pecho y medio
tu cadera inmaculada
tu sexo húmedo
aún guardo ese par de fotos que mientras dormías desnuda robé
aún tengo
esa parte mojada de tu lengua mientras me decías: ¿Nunca te cansas verdad?
y yo entraba en tu sexo
una vez más, durante largas horas.

Soledá
dice tu boca
soledá
dice tu sexo
mientras yo
aprovechando todo ese dolor que sentías
perforaba tu cuerpo
y tu alma con  mi falo indomable
hasta que tu sexo se haga una parte de mi pasado.
Sólo por calmarte.
 
 
A Mia. Algo húmeda.


Gracias al vino. Que sin su uva, yo tampoco sería nada.


miércoles, 10 de julio de 2013

Pág. 199




Hay un ángel hablando en mi habitación, o sucede que he bebido mucho, y eres tú chillando.

Mondragón de Malatesta







 Sólo después de algunas copas de güisqui.



Escribo mejor, o intento escribir mejor, -que no es lo mismo. Sólo después de haber bebido algunas copas de güisqui.
Sí, sucede a veces dijo la señorita de bragas negras, que llegaba a casa cuando yo le llamaba, con las mismas bragas negras que siempre adoré. Y mientras hacíamos el amor como dos animales en celo, intentaba imaginar el poema que podía escribirle, en ese instante, cuando eyaculaba en ella, me sucedía lo mismo que con el güisqui, intentaba follar mejor, -que no es lo mismo a follar mejor.






Luna rosada.

Leía a Charles en mi habitación, cuando entraste sin pedir permiso, mi gato te adoraba más que a mí y tú a esa mancha gris como a un buen amigo. Cargabas algunas tristezas en los ojos, la lluvia de invierno en los hombros y en el cabello. Entraste de puntillas para que mi hermano desde su habitación no escuche, ni mi madre desde la suya. Ya dentro cerraste la puerta tras de ti, una leve sonrisa se dibujó en tus labios, entonces me levanté y te alcancé una toalla. Secaste tu cabello con ella y también tu rostro. Te alcancé luego una camisa y las pantuflas que dejaste hace dos veranos. Yo me volví a recostar sobre la cama mientras tú ingresabas en el cuarto de baño, ya con la camisa puesta te acercaste hasta la cama y te recostaste junto a mí, colocaste tu cabeza húmeda sobre mi pecho y empezaste a llorar, yo sabía por qué, sabía por quién en todo caso, y me dolía, en lo más profundo de mis huesos me dolía. Acaricie tu pelo como lo hacía cada noche que llegabas a contarme cómo te habían roto el corazón una vez más. Sucedió con Paúl, con Tomás, con Fred, hasta con el pelirrojo de Francisco. Con todos siempre estaba yo ahí para tratar de tranquilizarte.

Para cuando dejaste de llorar habían pasado unos minutos, la TV prendida en un canal que no importaba sólo nos servía como escondite a nuestras palabras. Sequé tus ojos, tu pelo todavía seguía húmedo. La lluvia seguía cayendo y desde mi ventana abierta ingresaba un aire fresco, las gotas en la tierra, el aire en los árboles, todo eso entraba por la ventana, y tú ya quieta y seca, desde los ojos me dejabas un beso en la mejilla. Esa noche dormías conmigo, eso significaba que yo no podría masturbarme ayudándome con el canal de adultos que empezaba a la media noche.

Hablamos de algunas cosas que jamás importaban, reías mientras en la TV seguían sucediendo cosas que tampoco importaban, tu cabello menos húmedo, como tus ojos, te hacías más hermosa. Pasados algunos minutos nos quedamos dormidos, tú sobre mi pecho y mi brazo bordeando tu cabeza, enganchados como los ángeles más hermosos de la tierra. A la mañana siguiente mi madre colocaba fresas frescas sobre la mesa, jugo de naranja y algunas tostadas con mermelada. Yo bajaba y las subía hasta mi habitación, ambos desayunábamos ahí hasta que ella vaya al trabajo y mi hermano al colegio. Entonces volvíamos a dormir unas horas más abrazados como dos gatos en invierno.

A medio día llegaba mamá con el almuerzo, dejaba sobre la mesa mi parte y la de mi hermano, que llegaba dos horas más tarde. Siempre que te encontraba conmigo te regalaba un fuerte abrazo, un beso en la frente y la mejor sonrisa que yo veía en ella jamás. Nosotros luego de comer subíamos hasta mi habitación nuevamente, tú te colocabas la ropa que ya se había lavado y secado, mientras yo me cambiaba para acompañarte hasta tu casa. Para las cuatro de la tarde tú estabas en casa, yo por otra parte iba a casa de Luzía, la chica con la que salía, la que te odiaba un poco más de la cuenta sin que lo deje notar. Era tan buena actuando que no yo lo sabía, hasta entonces no lo sabía.

-Hola. Saludé. Ella me dio un beso hermoso en los labios.
-¿Cómo estuvo tu día?, preguntó ella.
-Bien, Michelle fue a casa, se quedó a dormir. Ya sabes, lo de siempre.
-...
-¿Y bien?, ¿qué veremos hoy?, me dijeron que hay una película de acción muy buena.
-...

Yo odiaba cuando se quedaba callada, siempre sucedía lo mismo cuando le mencionaba a Michelle, o casi siempre. Porque algunos días iba con ella a visitarle. Entonces fue, que en un arranque de cólera, yo sin notarlo todavía, tiró algo que llevaba en las manos al piso.

-¡ESTOY HARTA!, chilló.
-¿Qué pasa?, pregunté un poco sorprendido.
-¡VETE!
-¿Qué?
-No quiero que vuelvas más, siempre es la misma mierda, si no estás con Michelle en tu casa, estás con Michelle en su casa. Realmente puedes salir con ella, me importa un pepino, sólo quiero... ¡que te largues!

Camino a casa intentaba pensar en qué parte de mi confesión le había molestado, si era el acto de que Michelle se haya quedado a dormir conmigo, o que yo me haya quedado alguna vez en su casa. Sentí un poco de rabia contra Michelle, ya que por culpa suya aquella muchacha hermosa me había echado de su casa. No quise darle mucha importancia al asunto, decidí esperar hasta el día siguiente, quizá tuvo un mal día, pensé, o quizá estaba molesta porque no quería ver la película de acción esa que le comente.

Pasaron dos semanas, ella jamás llamó a mi casa, tampoco contestó las llamadas que yo le hice. Nunca estuvo, o dormía, o estaba ocupada. Me sentía extraño, era mi último año de colegio y las vacaciones ya terminaban. Cuando llegaron las clases Michelle y yo nos veíamos poco. Porque ella iba al sur con su familia, y yo me quedaba en casa.

Luego de las vacaciones y las semanas distantes con Michelle, en el colegio Luzía ni me saludó. Así pasaron algunas semanas, Michelle seguía yendo a casa, a llorar por los suyos mientras yo, odiaba esos días porque no me podía masturbar. Comíamos, la dejaba en su casa, yo caminaba hasta la mía, intentando pensar cada vez menos en Luzía.

El año transcurrió así, noches sin masturbación porque Michelle lloraba desconsolada por el profesor que jamás le haría caso, mientras yo ya había olvidado a Luzía, ella salía con uno de sus amigos cercanos, uno que ya tenía auto, que venía de una buena familia, que era un tipazo, según los que le conocían, porque para mí era un pobre imbécil que no se merecía tremenda mujer.

Luego del verano, fui a la ciudad a prepararme para ingresar a la universidad, Michelle escribía cada mes, yo cuando podía. Conocí a una muchacha italiana muy guapa, tenía las piernas largas y los pechos pequeños. Llegaba al departamento que alquilaba, con películas que a mí no me gustaban. Lo que me gustaba era quedarme con ella mientras la lluvia caía, me recordaba tanto a Michelle. Los días pasaron, las semanas, algunos años. Michelle ya no escribía, y yo la recordaba cada vez menos.

Hace dos días me la encontré en el metro, ella cargaba una cartera mediana, había perdido algunos kilos desde la última vez, su sonrisa seguía siendo tan hermosa como lo fue siempre. Su pelo, sus manos se aferraron a mí.

-Señor. Me dijo.
-Señorita.
-Tanto tiempo...

Ella seguía aferrada a mí mientras sus palabras se colaban por mis oídos. La gente nos evitaba mientras el metro avanzaba. Luego de quince minutos, y ella todavía aferrada a mí dijo; ¿hasta ahora no te has dado cuenta?

-¿Sobre qué?... pregunté.
Entonces me dio un beso largo, mientras la gente nos evitaba. Un beso mientras el metro mantenía rumbo, un beso, por todas las noches que sequé su pelo con caricias, un beso por todas las noches que adorné sus mejillas, o quizá por todas las noches que le sequé la lluvia desde los ojos. Esa tarde también llovía, y su pelo seco, se hacía más hermoso todavía. 

-¿Quieres ir a donde vivo?, preguntó.
-Quiero vivir contigo. Le dije. Porque si con ese beso yo no entendía, jamás lo haría.

A veces ella llegaba a casa cuando intentaba leer a Charles, justo en la pág. 199. Entonces se quitaba las ropas y hacíamos el amor como los ángeles más hermosos de la tierra, y luego, siempre luego, así como Charles en su pág. 199, -donde siempre me quedaba- nos decíamos:

-Buenas noches, Hank.
-Buenas noches, Jon.


martes, 25 de junio de 2013

2: 36 a.m.



'Porque me haces mucho daño, porque me cuentas mil mentiras, y porque sabes que te veo, tú a los ojos no me miras...'

Buika.





Mezcla.


Sobre las olas, 
-que fueron todas las mujeres con las que dormí
descubrí que mi alma es una rosa muerta.
Sé que ya nada importará para mañana cuando despierte
lejos de este campo inútil. Sí,
la risa sólo es una mueca boba de la boca.

Luego de haber bebido unas cuantas cervezas y una copa de whiskey me pregunto
¿qué es todo esto que me rodea?
libros que aún no he leído
vinos que aún no he abierto
mujeres que sí, he follado
¿qué es?

Siento un leve mareo que hace tanto ya no sentía
bebo un trago más y recuerdo tu sonrisa bajo las sombras de los árboles, en el parque aquel donde toqué tu sexo por primera vez.  Tú temblaste.

Mi corazón parece una roca, dura y sólida, 
que al simple roce con el agua, es nada.
Sí, la risa sólo es una mueca,
y la boca es todo lo que mi sexo suplica
-desde abajo hasta tu sonrisa.

Bebo un trago más, 
recordando todo eso que la mente olvida 
recordando todo eso que la piel no pretende
entonces resumiré que el mareo que siento es por culpa de esta mezcla inútil, como el campo.

No quiero callarme nada ahora, que he llegado desde lejos y desde tan hondo. No voy a callarme nada. Me gustan las olas que fueron todas las mujeres con las que he follado, todas; y si la rosa muerta de mi carne, todavía las recuerda, entonces la memoria hará tacto, en todas ellas.




A Cambalache, for sentimental reasons.

Sé, 
que tú
bella dama
a pesar de todas mis enfermedades
a pesar
de todas mis humanidades
que son atroces
que son
a pesar
de todo eso que hace que me odie, horribles
hacen
que tú me quieras
que todavía me retienes.
Entonces
resumiré callado
que adoro
cada tumba de tu boca
que dejas sobre mi alma
sólo por calmarme.


jueves, 2 de mayo de 2013

Las doce de la noche



Un sólo de guitarra puede acompañar tanto, todo, y por qué no, la risa de una mujer.





Conversación.

Vamos padre, dije, hace siglos la vida no tiene ya sabor, y dije también, que la luna, parece una roca que dios ya no quiere morder. Mira el cielo, y cambia mi nombre, quizá así él se de cuenta de todo lo que falta por hacer en este lugar. Y dile, padre, que estamos solos, desamparados, únicamente nos interesa algo delicioso que denominan sexo, que no es amor, sí, padre, dile eso, y también padre, que de los campos brotan hojas grises, como nubes, como sueños que no te dejan volar, así hasta el amanecer.

Vamos padre, dije, la soledad es algo que dejó de ser pasajero, dura años, quizá vidas, y yo no sé por qué, trato de vomitar todo lo que llevo dentro, pero la comida a las justas alcanza, entonces decido que no. Padre, allá donde estás, las estrellas palpitan más de cerca, pero aquí todo cuesta, todo es mugre, nos despojan de lo poco que tenemos, hasta el frío, que es un señor con barba, no justifica razón. Dije también, padre, no queremos que haya paz, sólo no queremos guerras.

Entonces, el cielo habló, de las nubes florecieron relámpagos, que eran como neón de un puticlub, y dije padre, ¿qué es esto?, ¿qué sucede?, vamos, tampoco necesita ser el fin. Sólo queremos que no haya guerras, y nuevamente, el cielo chilló. Para cuando tomé razón la flor se había tornado negra, como la lengua de una mujer que no conoce razón.

Vamos padre, dije, que él no nos olvide, que no deje de lado lo que tanto tiempo costó, o tal vez, deje que la guitarra suene, y el neón se esfume, y la lengua de la mujer se guarde, oh padre, mi falo chilla, ¿pretendes que yo me hunda así?, entonces, dije, padre, no logro despertar. Las niñas corren, con sus sombreros negros y rojos, con sus guantes rojos y negros, con sus tetas, aún de niñas. Y dije, padre, ¿por qué no?, justo cuando mi mente las tocaba. Y habló la luz, que no era de puticlub, de ella caían gotas, parecían lluvia, pero no, era la mueca de algo que mostraba sus dientes. Padre, dile por favor, que aquí todo está de cabeza. Entonces levanté esta canción, rogando que sea el fin, y él me dijo que ya nada puede volver, porque la soledad dura algunas vidas. Vamos padre, vamos, esto no puede ser verdad, sí hijo, es así lo que te ha tocado vivir. Vamos padre, dime que no es verdad, sí hijo, y todavía queda más.
Y qué es, padre, las guerras durarán más todavía. ¿Y las niñas padre?, las niñas también.



Algunas cosas que debemos contar.

Es jueves, y no tengo hambre, parece diciembre, pero no, es abril. Me habían dicho que las hojas por estos meses son amarillas, pero están marrones. Quizá sea mejor así, ya que la vida y la música pasan más lento. Tengo miedo de observar el atardecer, parece un desierto, o una casa. Mientras tú vives por nada, ahora, todavía puedes volver, en el cuarto de estar sigue tu sombrero de paja, y para que no te des cuenta, detuve el reloj, es mejor así, es mejor a que cuando regreses veas el reloj de otro color. ¿Gris?, ¿por qué no?

Algo está claro, mis medias son viejas, mi traje también, me lavo el cabello, camino desnudo, una tostada podrá servir. Entonces una mujer aparece, en la pared como una imagen santa, bienvenida a casa le digo, y sí, es mi esposa. Te veo, tomando tu sombrero de paja, justo cuando el reloj inicia su paso una vez más, haciendo que todo se detenga. Un saxo a lo lejos, iluminando la imagen santa, que es una mujer que pronto se borra, y el sombrero vuelve a estar donde se encontraba al inicio de esta canción. Recuerdo, tus gafas quedaron en la playa donde me regalaste tu virginidad, caminamos horas para encontrarlas, y cuando por fin dieron las diez dijiste, ¿qué importan unas gafas tontas?, vamos cariño, algunas horas de no dormir, dije, y seguimos buscando hasta encontrarlas. Entonces me las pediste y mirando la mar con esa voz dulce las lanzaste, ¡¿qué importan unas gafas bobas?!, si ya no tengo lo que tanto guardaba. Es para ti, pienso, todo esto es para ti, mis medias viejas, mi traje, mi cabello gris, ¿y por qué no?, este jueves de abril.



Whisky con sabor a pera.

Cae la lluvia sobre la ciudad, gota a gota como canciones, mi boca tiembla, tiembla y parece un burdel. El viaje es tenebroso, desde la puerta hasta el salón, ¿dios?, ¿no estás?, sigo andando, espero a por ella, que viene moviendo las caderas como los santos y me dice, ven conmigo. Yo voy, sin omitir sonido. Y la lluvia cae, me quita el abrigo luego de ingresar en esa habitación roja y oscura, trato de sentarme y ella me detiene, cuelga el traje, me abraza desde atrás y me susurra algo, no entiendo, lo dice en un idioma que me recuerda a Tel Aviv, y va girando hasta donde puedo observarla, se mueve, se mueve maravillosamente, se quita el sujetador y me enseña eso que son sus dos rosas, cambio mi nombre como ella lo hace y me susurra una vez más algo que tampoco entiendo, ¿por qué cambias tu nombre?, le pregunto, porque sólo seremos amantes, dice. Entiendo. Mira la lluvia por la ventana, parecen copos de odio, inundando todo sin importar, es ahí que se baja las bragas, y sigue moviéndose de ese modo maravilloso. Veo un pubis que es una flor, una flor negra, hermosa, como ninguna que había visto antes, y se mueve, se mueve maravillosamente. 

Se acerca, toca mi falo sobre mi pantalón, hago un ruido que la emociona, la música, la música me estremece más que sus manos. La detengo, ella logra un gesto extraño, y va hasta la mesa donde se hallaban algunas botellas de licor, sirve en una copa dos sustancias con aromas que yo no había percibido antes, me ofrece el vaso, bebo, es pera, pera con algo que no entiendo, y susurra una vez más algo que sigo sin entender. Sí, termino de beber lo que la dama me ofreció, ya desnudos, me ahogo, me ahogo en una emoción absurda, mi falo es un tallo, grueso y fuerte, ella lo toca, y sus ojos son gotas de lluvia inundando todo a su paso. La segunda copa llega, mis dedos tocan sus costillas, contando, como si de una guitarra se tratase, ella enmudece y Tel Aviv aparece nuevamente. Bebo la tercera copa, mis dedos humedecidos en su mitad, nada parece real, ¿es pera?, yes my lord. Entonces, logro entender algo de lo que ella era. Agua de pera con algo de whisky, maravillosamente.



Los días que no pasan.


Un solo de guitarra*
Cuando estaba a punto de cruzar tu acera, ¿muchacho qué puedes hacer? preguntaste. Señalé tu boca, con mi dedo izquierdo, tu risa brotó como la palabra amor en francés, que a veces suena a muerte. Una súplica, antes de cruzar una súplica. 

El mismo solo de guitarra*

El viento corregía tus formas en tu vestido floreado, por la primavera pensé. ¿Y si no?, qué importa.
Siento algo de sed, señalo una vez más tu boca, ahora con la diestra, ¿qué ofreces muchacho?, vuelves a preguntar, entonces señalo tu centro, a lo Venus de Milo, sin manos. 
Vamos a ver el sol cuando se guarda en abril, y ojo, que quede todo limpio. Dijiste. Entonces retrocedí, porque la luz del sol no es azul, y tu vestido no me muestra tus dientes. Logrando que todo esto exista.

El solo de guitarra llega a su fin*



Días para ser feliz.

Te digo, hermano, yo nací en los días que la felicidad no existía, ni camino a ella. Tú preguntaste, ¿es por mí?, no, te dejo libre hermano, por el viaje de la felicidad, el viaje que yo nunca emprenderé. Tratas de salvarme, sí, como un rey de la mar, con tu barca única, pero sólo logras herirme. En la ventana está mi pequeña dulzura, ella trata de regalarme su mano, ¿existe el dios de la canción?, preguntas. Antes que tú, cariño, antes que tú. 

Canta, cariño, canta. Si no eres feliz, canta. Miro, nuevamente por la ventana, estás tú, pero pareces una imagen de nada, ¿es mucho?, lo olvidaré, como se olvidan a los ángeles que jamás quemaron sus alas. Vamos cariño, canta, si no eres feliz canta, quizá logres de esa manera, conseguir algo de dinero, mientras yo, bajo la noche, sigo andando la tristeza que dios me enmendó, como herida única. 



¿Quién sobre la luz de un casino?

El as, 
tratando de ser muda
como la flor, la flor de la inmundicia. Enorme es tu bondad, como una avalancha. ¿Quién en su sano juicio te querría?, tal vez yo. Que ando poco cuerdo.
Un accidente, el florero roto, la TV encendida, alguien llama. Soy yo, quemándome sobre el fuego, ahogándome bajo la mar, sufriendo en tu cama. ¿Quien en su sano juicio te querría?, quizá yo...



Poema a la vida.

tú que eras
                 o tal vez yo
                 que no fui.


Las flores se forjaron, 
una a una, 
por el padre
para la hija.
Que era una zorra inmunda
¿y si no?
para el hijo
similar a ella.
Escogiste el fruto
que era odio
del falo por la dama
él
justificándose puro
demostró su hombría
menuda
como el miembro suyo
que no fue
cuando ella era.




Ganas de volar.

Despierto, bajo tu falda, cada noche sin darme tregua, saltando cuerdas imposibles, que giran dentro de mí, hay gitanos y gitanas al rededor nuestro nena, que se limitan a vivir. El tiempo es ahora, mueve tus alas, para que tú, tú sepas volar. Cambia tus alas conmigo, y haz un pequeño regalo que no sea parte del destino, como si perdieras ante la oscuridad, mientras dices que lograrás vencerme. Soy yo, cada vez que tú lo pides. Hay gitanos y gitanas al rededor nuestro nena, que no saben morir.




El poema más largo del mundo.

La vida
¿qué es?
...




A Isabella, cuando deja de ser tan pequeña.


Al verla, sus manos, sus pies, sus pechos. 
¡Su boca!
habla
razones imposibles para el mundo, y si fuera verdad todo ello, los libros de historia serían otros. 
Al verla, sus pechos, sus pies, sus manos.
¡Sus ojos!
miran
razones imposibles para el mundo, y si fuera mentira todo ello, los cuentos de los hombres serían otros.




Argentina hermosa, ¿por qué me tratas tan mal?

La cura
a tanta carne 
y tinto
y tango
es algo más sublime a tus caderas
Caminito
Boedo
tu boca.
mi enfermedad.

La cura
a tanto tinto
y carne
y Gardel
es algo más sublime a tus pechos
tu sexo húmedo.




La canción de un impostor.

No existen los milagros, porque no creo en la bondad humana, y si la bondad no es humana tampoco es de dios. Si decides amarme con tus manos, tarde será, cuando te des cuenta de mi alma. Que es negra, como el ébano, como el ébano más puro que tu piel imita. 
Canto,
cada noche en el bar de la misericordia, que no es santa como la virgen, ni virgen, porque es puta la mujer que yo amo y puta, la santa que duerme a mis pies. 




Existe un lugar...

Existe un lugar, donde los hombres son lluvia, y los ojos de una mujer crean historias imposibles. Existe un lugar, donde la vida no existe, sólo una flor, que es como lanzarse de espaldas sobre un río. ¿Qué es?, ese lugar, ¿qué es?, bueno muchacho, es una pequeña partícula de nada… ¡Un giro del destino!, yo no sé.

Existe un lugar, donde los hombres son lluvia, y las manos de una mujer logran orgasmos imposibles, existe un lugar, y qué sé yo, si es en este mundo.

El despertador espanta mis sueños, para que yo, apertura los ojos y lave mi rostro y me vista de payaso y decida moverme a un trabajo que hace de mí un ser mediocre. Con el sueldo pago mis comidas, mis viajes, algunas películas nada modernas, quizá un hotel donde dormir con la novia que jamás será mi esposa. Al atardecer llego a casa, casi es de noche, me despojo de mi traje de payaso y pongo algo de música. Cohen canta mientras ceno algo sustancioso. Al día siguiente, la misma rutina…

Existe un lugar, donde los hombres son lluvia, y los labios de una mujer inventan cuentos inimaginables. Existe un lugar, donde la muerte es algo pasajero, como una flor, y es como imaginar un ojo de vidrio, ¿qué es?, ese espacio, ¿qué es?, bueno muchacho, es una esquina donde no existe nada,… ¡una blasfemia del mundo!, yo no sé.

Existe un lugar, donde los hombres son lluvia, entonces grito, no por favor si no por piedad, muéstrame ese lugar.




Basado en una fotografía donde las aves vuelan con el hombre. Sin ser hermanos.



Fin.


aún cuando todo parece culminar
llega
una mujer
como si anduviera desnuda
susurrando esa canción
la que canta Cohen

y sí
parece el fin
pero sólo es una mujer. 


miércoles, 17 de abril de 2013

Te recuerdo muy bien...



Quedarse sordo no es tan malo, en primer lugar dejas de escuchar la vida de los otros.





El problema del mundo.

El problema del mundo es el hombre
que con sus colores degenera mi raza
que es
no un cuerpo de sal y barro
sino uno de hueso con odio.




Te recuerdo muy bien, (By Cohen)
allá por donde las olas eras pocas,
estabas tan quieta que parecías estar muerta,
tus dedos arrugados por el frío y el copo rojo en tu nariz a causa del invierno
¿trajiste algo de carne? -preguntaste
cuando yo me acomodaba sobre algunas maderas que la mar trajo
no respondí
quedaste así
como si estuvieras muerta
con los pies arrugados por el tiempo y algunas costillas marginadas por la creación de ese dios que jamás existió.
Y dices:

Así es como quiero pasar mi vida entera,
como si estuviera muerta.
Entonces me levanto y voy hasta donde tu cuerpo descansa
me recuesto a tu lado y trato de calentar tus uñas
me miras al girar, desde tus ojos hasta mis adentros
no sé qué pretendes
me robas un beso
acaricio luego tus dedos con el odio que se tienen los hombres entre sí
aún cuando se están adorando.

Entonces te oí decir:
Te necesito, no te necesito (By Cohen)

Me levanté del lugar donde me había recostado
tu copo rojo sobre la nariz se había apagado un poco
miro las olas que siempre fueron pocas
miro el horizonte y pienso -Tanta lluvia queda por soportar...

Y vuelves a decir:
Te necesito, no te necesito (By Cohen)

Retrocedo algunos instantes y me hallo nuevamente sobre los maderos que la mar acarreó alguna vez, deduces que estoy a tu lado. Giras la cabeza y me encuentras, vestido con algo de calor, porque el invierno en los meses de marzo suelen ser terribles.
Tus dedos son rocas y tus pies también lo son
me llamas con los ojos
con un gesto en tus pestañas
sin meditarlo me acerco hasta donde tú estás
te miro desde las alturas y algo en mí pretende asesinarte
como enamorándome.

Justo ahí un hombre aparece, trae mallas de pesca y carnada de pollo, su rostro es duro, sus manos son duras, el frío en sus ojos también. Nos mira como quien mira a la nada y sigue su camino. Los hombres pescadores siempre serán inmortales -pienso.
No lo son dice ella, nunca lo fueron...

Te pones en pie, tus piernas son dos almas enteras, tus ojos dos mares verdes y marrones, no hay olas en tus pestañas, sólo gestos enormes, con risas enormes, y besos enormes.

Entonces te fuiste, ¿verdad, cariño? (By Cohen)
y te vi desaparecer entra las olas verdes del campo. Esa fue la última vez que te vi.

Y te fuiste, y nunca más te oí decir: te necesito, no te necesito... 
Te recuerdo muy bien... (By Cohen)

...allá por donde las olas eran pocas.