lunes, 24 de octubre de 2011

Como si fuera un ángel



Fuera de la habitación 502 un pájaro abre sus alas
en el interior un hombre advierte un modo de enterrarse
hay en el suelo restos de la creación
en el techo una corbata que no combina con el fondo
soy hábil para ciertas situaciones -piensa
y aparece la figura de una mujer que finge no mirarlo
el pájaro cierra las alas y con el pico ordena su plumaje
la canción de Frank se pasea con el aire cuando él estropea su peinado con la izquierda
suspira como si una mariposa lo tocase
al momento que rueda la botella de tinto dentro de todo lo que no sucede
puedo detenerme a tiempo -piensa
mientras avanza la dama que no conoce quietud
el encargado toca la habitación 502 y el ave asustada huye
el balcón parece estable pero las persianas no resistirán mi pescuezo -piensa
su palma es un mapa donde las cicatrices disimulan no conocerse
el camino se ha desviado desde hace ya tanto
cuando parecía un pequeño de amplio futuro
los amigos jamás fueron condescendientes
y la carne no era la adecuada
la habitación 502 parece no amoldarse cuando todo está por ocurrir


tengo que frecuentar más el fondo que estoy observando -murmura
poniendo una silla cerca del balcón
cerca a donde el ave de hace momentos estaba ajustando su traje
la corbata ahora se estira sobre la cama
el mundo se mueve en tonos distintos a la belleza -piensa
porque ella está ahí en la puerta
simulando que arrebatarle la piel sería un exceso
todo está muriendo querido -dice la dama
todo está destruido

mira hasta el fondo del abismo y estropea su torpe risa
avanza a zancadas para no tropezar con la botella
va mirando a la hermosa dama que genera un gesto poco bondadoso
quiere detenerlo todo con los dietes
sangra por la boca tonos que se corren del mundo
y justo cuando su pie derecho roza la silla de madera algo cruje
se alza sobre el balcón como un galgo
la dama ya no parece indiferente a él
sólo cruje desde sus adentros como un animal inimaginable

sí...
el muchacho va descendiendo como si fuera un ángel
como si fuera un ángel del señor que aprendió a olvidarlo
poco a poco hasta estallar con los sesos
tendido como la sombra de todos los hombres
queriendo sangrar lo aceptable

y la calle se hace gris con rojo
gris con rojo como el pájaro posado en la ventana.

jueves, 20 de octubre de 2011

Mariposas



Esas mariposas son hermosas, sí... son hermosas porque se devoran entre ellas...



En la cama recostado estoy, mientras cuelga la jeringa de mi brazo, se aferra al hoyo formado mientras en mi cabeza el regreso se hace eterno, hay resaca y ya no escucho, hay baba que ya no saboreo. En mis dientes hay restos de algo que parece alimento, algo que insinúa el olor a mierda de la mañana, y ya es de mañana, el día entra por la ventana haciendo de mis ojos dos trapos sucios que se cierran con legañas y hongos. Toca la puerta un hombre que dice ser mi padre, odio su voz y odio sus pasos y odio el recinto que compartimos, rompe la puerta el mismo hombre que es escoltado por otros dos, me sacan de los brazos y parece que estoy volando, hace frío y mi estómago es una piedra, una piedra dura y gigante, un perro pasa a mi lado y es lo último que mi seso guarda, hace mucho más frío y algo cae sobre mi cuerpo, son millones de caricias que parecen minúsculos besos, es algo hermoso y plateado que intenta abrigarme, hace mucho más frío, y mis huesos son heridas en mi carne y la noche un clavo sobre mi piel, un maldito clavo sobre mi piel.

De pronto un fuerte ruido me levanta, los faros se hacen soles estremecedores, una pálida y sombría figura intenta hablarme en un idioma que no entiendo claramente, habla y yo no quiero ni pretendo entender, voces como ecos que se confunden en las quebradas de mis oídos me desorientan aún más y me entretengo en lo oscuro de la muerte, en lo oscuro de la muerte me entretengo...

Por fin despiertas dice una voz desconocida
Sólo hay silencio en mí.
¿Estás bien?, ¿te duele algo? la misma voz.
Pero sólo hay silencio en mí.

Miles de botones regados por todo el suelo, la habitación parece una tortuga, allá en una esquina está la cruz con un pájaro ensangrentado, alza vuelo y yo me hundo en lo vasto de su mierda, hay botones tirados por lo ancho de mis pies y por la habitación, siento cosquillas al caminar y algo se prende en el techo y me entretiene, entra en mi boca un gusano que se hace manjar, mi lengua es una puta pordiosera, mi lengua es el abismo donde duermen todas las putas pordioseras...

Muchacho, ¿hay hambre? dice la voz desconocida
Mi silencio.
Aquí tienes fresas frescas y zumo de algo que parece naranja.
Giro mi cuello un poco y ahí estaba la que hablaba mucho.
-¿Qué eres?
Te ayudé la otra noche, llevas siete días durmiendo
-¡¿QUÉ MIERDA ERES?!

Camino sobre un charco donde también hay lodo, no me hundo a pesar de haber dejado la tierra, paso tras paso me alejo de la orilla y algo cae desde el cielo, es una flor que recojo con mi mano derecha, al momento que logro levantarla se hace humo, siento el hachís en las narices y mi vena puja, mi cabeza estalla y mis sesos revolotean como mariposas, en ese momento algo desde la orilla me llama, giro la cabeza y es un muchacho idéntico a mí, señala una piedra blanca que luego intenta meter en mi nariz, grito porque tanta felicidad espanta, chillo como un animal que está siendo acariciado en un camal donde la felicidad espanta.

La voz tararea una canción muy suave, me entristece porque no soy hombre que haya pedido nacer y la música en sus fauces hacen de mí un ser sumamente miserable, ¿por qué te entrometes tanto mujer?, la voz sigue tarareando dulcemente la misma canción, ¿sabes que la muerte está esperando a por mí?, y tararea y tararea, hay algo extraño en mis tripas y mis piernas tiritan, me encojo en esa cama blanca hasta que mis ojos escupen agua de mar, ella acaricia mi frente y juega con mi pelo, sé que es una dama porque conozco las caricias de un hombre y no es igual, ella sigue jugando con mi pelo hasta que mi mente se duerme recordando ese perfume de sol y de tarde y de risa.

Despierto y veo en la habitación a una muchacha dormida, está en el sofá de al lado, quito esas mangueritas que colgaban de mis brazos, me pongo en pie y por fin el suelo se enamora de mis pies, doy algunos pasos hasta que mi cuerpo entero se enamora del suelo, la muchacha por el ruido se despierta, me sujeta con la prisa del viento por la tarde, intenta calmarme y llama a alguien, dos señores me suben a la cama para tranquilizarme, veo sombras y demonios y niños que han muerto mucho antes que yo, ratones me tiran tierra y animales extraños crecen desde el suelo amenazándome con sus dietes y sus garras.

-¿Qué es lo que sucede?, pregunto
-¿Qué carajo sucede?
DÍGANME!

Y la voz dulce y suave dice como quien no quiere decir nada:

Sólo estás muriendo, tranquilo que sólo estás muriendo...

miércoles, 12 de octubre de 2011

Papel de regalo



Cuando un gato muere es porque dios se ha cansado de matar hombres.



Sofía se levantó de la cama y caminó en bragas hasta el cuarto de baño donde por fin pudo asearse hasta más no poder, el dentífrico quedó totalmente vacío luego de cepillar sus dientes una y otra y otra y otra vez, recordaba ese falo nauseabundo que tuvo que lamer y tragar, recordaba con los ojos totalmente inundados aquel tenebroso paisaje donde ese hombre que tanto había amado eyaculaba dentro de su boca... matarme pudo ser mejor -pensó.

Al adentrarse en las interminables calles y cubierta con ese inquietante perfume de ciudad, al entrometerse dentro de ese funeral matutino iba olvidándose de ella, iba sociabilizándose con todo eso que detestaba. Se había puesto un vestido floreado que le caía hasta las rodillas, los hombros descubiertos y un ligero escote que los botones no dejaban ver totalmente. Los taxistas avezados le regalaban uno que otro piropo que sobrepasaba los límites para una dama, los trabajadores en la construcción de la calle seis se quitaban los cascos para que ella pasara con la prisa que se debía tener al pasar por ahí.

Dos horas de largo andar realizó hasta que llegó a la plazuela de San Simón, ahí estaba el Café La tour donde cada martes iba por café y tostadas cubiertas con margarina y queso fundido, la recibió el mismo camarero de cada martes, Señorita Sofía buenos días saludó el señor mientras ella se sentaba sin mirarlo. -Quiero un jugo de naranja sin azúcar y un croissant. Extrañado el camarero fue sin demorar más, notó que no era necesario ir más allá con preguntas que ella no iba ni quería contestar tal vez. Seis minutos más tarde llegó lo que la muchacha había pedido para que sobre la mesa adornen la mañana entera sin ser tocados.

El camarero no volvió a preguntar luego de haber interrumpido el silencio de la muchacha unas cinco veces, era mejor para ella estar en su mundo si no quería siquiera terminar su desayuno, sus ojos estaban totalmente idos, su boca entreabierta daba la impresión de que iba a decir algo pero no, no hablaría nada aquella mañana, sus manos sobre la mesa iban de rato en rato a sus cabellos, donde les daba un ligero tirón sacudiendo la cabeza con ese amargo en los labios.

En su mente pasaban los días sin la madre que nunca quiso, con aquel padre que la abrazó en cada momento que ella algo necesitaba, ese mismo padre que el día anterior hizo con su semen de su boca un nido.

Los gritos en la casa
los vasos rotos en la pared
las botellas de whiskey interminables
las gaviotas muertas en la mar
el frío de la ciudad
el novio infiel
la navaja sin filo
las cartas de tía Rosa
la tele inservible
el pan duro de las mañanas
el aborto de su primer embarazo
el aborto de su segundo embarazo
el aborto de su tercer embarazo
el humo del hachís
la dulce cocaína
el verbo impronunciable
el padre que hizo de su vientre un nido...

Sacó de su bolsillo un billete de veinte y lo dejó sobre la mesa levantándose después para caminar de regreso por donde había venido. Su rostro volaba dentro de sí, caminaba sin mirar y chocaba con los transeúntes que se limitaban a pedir disculpas o decirle -espabila muchacha. Llegó al fin a la casa del horror interminable, se adentró en ese conjuro pobre y seco, fue hasta el cuarto donde su padre tantas veces la ofendió y en el cajón donde dormían las medias alguna vez estaba el arma que ella tomó con ambas manos, se dirigió al cuarto en el cual encerraba sus gritos cuando quería olvidarse de todo y donde también ese padre la ofendió, se sentó en la cabecera de la cama y con el arma apuntó su rostro regalándose la más sublime caricia que su cuerpo había recibido jamás...

Miércoles, jueves, y viernes fue cuando llegó el padre luego de haber devorado cuatro botellas de whiskey, gritó el nombre de Sofía unas cuantas veces como para cansarse, primero fue a su habitación y en ella no estaba Sofía, luego fue al cuarto donde pensaba echarse un polvo con ella y encontró, la borrascosa cara manchada con rojo y negro de su hija, el padre se limitó a sonreír y luego de eso, se lanzó en la cama levantándole el vestido y destrozándole las bragas, fue entonces que escribió su último poema, eyaculando tres veces en la muchacha, y cuando todo parecía haberse terminado, penetro la hendidura que hizo la bala y diciendo esto culminó: ¿Por qué los gatos son más dulces que tú?

Dos semanas después el hedor en la calle era intolerable, allanaron los oficiales de la ciudad la casa encontrándose con un cruel espectáculo, la muchacha totalmente mutilada y regada por la habitación, el padre sentado en una esquina miraba como entraban los que le apuntaban con un arma mientras gritaban que levantara las manos, sólo quería envolverla con esto decía, hacía frío y sólo quería cubrirla con esto decía... ¡¿Señor es un arma?! Preguntó el oficial de menor rango, ¡no muchacho!, sólo es papel de regalo, sólo es papel de regalo...

La casa sin gritos
la pared recién pintada
las botellas de whiskey en el bar
la mar y sus gaviotas
la ciudad en verano
el novio intentando llorar
la navaja en el cajón
tía Rosa triste
la tele apagada
las tostadas con margarina y queso fundido
un niño corriendo en el jardín
dos niños jugando en el salón
tres niños mirando el cajón donde Sofía dormía
el humo del incienso canela
la dulce rosa blanca
vivir como verbo
el padre en el cajón de al lado...