Nunca fui en nada el mejor, tampoco he sido un gran amante; más de una lo querrá atestiguar...
Nacho Vegas
A una dama que tenía un ojo.
Dentro de una ciudad sin paisaje
donde el agua se olvida de la sed y no acaricia
purpurea herida a mitad de tu rostro
y si fueras al sitio donde dios ardió como esa que se llamaba Juana
sabrías pues, que no se puede respirar cuando de mi aliento renace el azufre.
Son duros cual falos de diablo tus quejidos
haciendo de tu cicatriz la envidia por algo más bello
ay, desdeñosos labios los tuyos y tus piojos
que arañan con sus picos asquerosos mis dudas
ay, escuetos orgasmos los tuyos y tus piojos
que arden en mi pubis maloliente con esa objeción desagradecida mal llamada amor.
Gris reseña que tu tacto remueve, gris como mi boca dentro de tu baja boca.
Renegué cuando de tu alma no toqué
el hueso que en la penumbra se me esfumaba
ay, dios no vea mi alma oscura
ay, dios no niegue mi alma oscura.
¡Sí!, he llegado a la coraza de tu himen.
Ahí parada estabas, desnuda esperando a por mí
me detuve como el mundo ante la fuerza de tu hoyo
y cuando rojas se hicieron mis uñas
parí Leteos dantescos y una abadía fue tu ojo inservible
y en tu ojo inservible mi semen se hizo eterno.
La ciudad abre sus catedrales y de todas ellas niños enardecidos follan
con sus manos tocando lo que vuestra idea consume
y meneando el menudo cuello me hallo
ay de mí si mi dios me ve
ay de ti si tu dios me ve.
Hermosa como la luna muerta en el oscuro jardín
duermes tendida y abierta de piernas
gusanos que me pertenecen hacen de tu exuberante ojo tieso
lugares propicios para mi pulgar.
Decís: Folladme como a una puta porque una puta he sido
folladme con premuras y dolores y ardores pero sin eso
sin eso que todos llaman amor.
A la dama que esperaba en una esquina.
Esperáis,
como los cuervos entre ellos
y cuando de tu mano brota la caricia
es porque la otra es Judas pero ésta
no se colgará del madero con raíz.
Miráis,
la carne que anda y se viste con estropajos
crápulas que adoran de tu cuerpo ese vacío enfermo
que llenarán todos ellos sin cavilar
con eso blanquecino como el alma de un ángel.
Juráis,
que dios perdonará e indultará
al costal roído que encierra tu alma
haciendo una momia de tu cuerpo
tan barnizado con el espesor de mi falo
así hasta que también tú te vistas de ángel.
Ay mujer,
que si tu nombre me dijeras
que si tu nombre me dijeras...
A la dama que conocí en un bar.
Sentada como quien nada espera
humo de tabaco en los cabellos
humo de tabaco en los ojos.
Sepa Usted me dijo
que si a mi lado se sienta
haré de su cabeza una bandeja de plata
-me senté.
Ya para el quinto botellón de tequila
la dama se hizo lumbre y de una esquina
de esa esquina
donde la oscuridad guardaría mil lobos hambrientos
la esquina donde los hombres perecen antes de nacer
justo en esa esquina
donde hay matorrales espesos
jugos densos
justo ahí...
...donde clama con su boca diciendo
-el niño
ay de mí, ay de mí...
Confesé con los ojos la hermosura de aquella muchacha
y ella remetía con los ojos estocadas en mi lomo
sangraba como sangran los hombres en las batallas
así hasta que todo el mundo se hiciera
un loto rojo.
Si me toca Usted...
sí,
justo ahí...
donde los matorrales dejan sus hojas en mi boca ahí
ahí donde su jugo se hace agrio y horrible
ahí donde me ajusto
y cuando por fin entro
es mi falo que deja parte de su vida
con millones de vidas más
-así como si mi alma repitiese
semejándose al niño
ay de mí...
ay de mí...
A la dama muerta en mi cama.
Niña virgen y vulgar
asquerosa y nominal
como la verga de un animal
tan roja y natural.
Recibes
de mi cuerpo
esto que es mi cuerpo
de esta asquerosidad que es mi cuerpo
dice que alma tengo
dice que carne tengo
¡qué asco de mortal!
terrible andar de mi sombra en tu pie
y en mi cama escupes algo como tu sangre
y no es parte de mí
porque dejé ahí dentro
cuando mordías
cuando lamías
cuando sentías
mi eyacular romántico.
Ay de mi cuerpo
este verbo débil que es mi cuerpo
y asqueroso es mi cuerpo
y fracasado
y sombra y alma dice que tengo
ay de mi cuerpo...
Vestida con esa piel amoratada
abrigada con esos raspones de garra
adornada y justificada
porque entre las sábanas blancas te hallas
cuando te veo temblar
cuando veo
y digo:
Qué hermosa es la dama que duerme
entre su sangre y mi vómito
entre mi cerveza que es blanca
y sabe a espuma y baba
y justo ahí...
ahí mismo...
en ese túnel vulgar
mi nombre crece sin amar.
Destrocé
de tu seso su cobertura
y estalló por toda la pared
por todo el piso de parqué
por toda la sala de estar
una viscosa melaza rosa
y la grasa amarillenta y blanquecina
en mis fauces se vertían
lenta como ninguna.
Y de mi cuerpo
de esta atrocidad que es mi cuerpo
de esto que se dice mi cuerpo
que alma asienta que tiene
ay de mi cuerpo que sombra mantiene...
Sí, me quejaba cuando ahí estabas
fría y sola
fría y sola como tu alma entre mis dedos.
A la noche cuando hay hachís para corregir lo incorregible.