Aquella noche de setiembre, fuiste tan buena para mí... ¡Hasta dolerme!
César Vallejo.
La piedra en su zapato.
Parada sobre el mundo que yo era
y yo era
eso que es el mundo
arrogante y mezquino
pobre y poderoso
parada sobre mí estaba
sobre mí parada
arrogante y mezquina
poderosa y pobre
y yo era
eso que es el mundo.
Carne de vaca.
Hermosa como una flor
con su nudo dentro
desollada y mutilada
como una flor hermosa.
Arriba en la idea
no hay sino dolor y mercancía
y se levanta
y se cae
y la res no se lamenta
se limita a desangrarse por los ojos.
Bella como una flor
con su tristeza dentro
y ya desollada y mutilada
más bella que la flor todavía.
Retrato.
Torpes raíces sobre la piel
que se resecan con el pasar de los días
ya no lloro
ni sonrío
lento idioma sobre las rodillas
y tú tampoco lloras
sólo maldices y te quiebras.
Camino dentro de ti
con un tronco rudo
cuando de mi espantada figura
brotan infinitas espinas
que al clavarse justo allí
sólo padecen y padecen.
Larga es la agonía de mi semblante
cuando de tus dientes crecen palabras
que dicen solamente
te mataré para la tarde
y ya tarde mi estómago
se pudre
se hace lodo y excremento.
El espejo ya no me mira
se ha destrozado en mis puños
porque sólo soy un anciano
y tú con veinte años
eres el retrato de tu madre
que me maldice
y me maldice cuando en ti
mis espinas padecen y padecen.