Porque a dios cuando se le pregunta si el hombre vale la pena, aún, con una tristeza enorme asienta que sí...
A ella
que con su mirada errante
traga del cuervo y del gusano
hambrienta como un indio
y cuando mastica es la tierra la que llora.
A ella
que con la mano abatida acaricia
sujeta un poco de sangre con la punta de la lengua
y cuando ya no hay baba
grita al viento: Que no llore más la tristeza...
A ella
que con la risa torpe aún conquista
anhela frente al puerto un amor y la sal se derrite
desde sus ojos
-así como cuando la vaca agonizando
hasta los pies.
A ella
que con la idea de un fallido romance
empotra una navaja en su mejilla
y en ésta se sumerge un hoyuelo
y cuando por fin me sonríe es la cicatriz la que clama
un transitar tenebroso.
A ella
que no anda porque los pies son heridos
juega con el hocico de un perro a punto de desarmarse
y en su ladrido está el cariño que la mantiene
y en la mordedura tierna y suave
está el saber de que no habrá más vida para más tarde.
A ella
que no suspira con el alma porque casi cuerpo no tiene
doblega las piernas hasta que el suelo se haga un pañuelo
y en su tela se arrugan los huesos
y en sus huesos se detienen las soledades maduras que ya casi se pudren
...y donde caía muerta ya
ahí mismo
la flor de la agonía germinaba.
Sí,
su paz fue tremenda,
como el odio del hombre contra el hombre
y fue lobo de su hermano
y lo devoró como si fuera una jauría
dejando sólo polvo de lo que era carne.
-Muchachito, eres tan guapo como el sol pero la muerte te anda buscando y está muy oscura. Dijo una vieja.
No, no me anda buscando. Sucede que la traigo muerta.
En su rostro una tranquilidad se inquietaba cuando la noche se hizo noche
-negra como el vientre del diablo era la noche.
Y cuando un susurro entre sus oídos resonó
lentamente como un hilo quieto dentro de la habitación cerrada con sangre
(Escalofrío)
El muchachito se estremeció,
sus ideas se hicieron rojas
y sus sombras eran muchas.
(Escalofrío)
Entonces la santa madre habló diciendo:
Odio llevarme a muchachos tan guapos como tú.
-¿Viste vieja? -Ladró el hombrecito antes de estrellarse contra el pavimento-
La traigo muerta...
que con su mirada errante
traga del cuervo y del gusano
hambrienta como un indio
y cuando mastica es la tierra la que llora.
A ella
que con la mano abatida acaricia
sujeta un poco de sangre con la punta de la lengua
y cuando ya no hay baba
grita al viento: Que no llore más la tristeza...
A ella
que con la risa torpe aún conquista
anhela frente al puerto un amor y la sal se derrite
desde sus ojos
-así como cuando la vaca agonizando
hasta los pies.
A ella
que con la idea de un fallido romance
empotra una navaja en su mejilla
y en ésta se sumerge un hoyuelo
y cuando por fin me sonríe es la cicatriz la que clama
un transitar tenebroso.
A ella
que no anda porque los pies son heridos
juega con el hocico de un perro a punto de desarmarse
y en su ladrido está el cariño que la mantiene
y en la mordedura tierna y suave
está el saber de que no habrá más vida para más tarde.
A ella
que no suspira con el alma porque casi cuerpo no tiene
doblega las piernas hasta que el suelo se haga un pañuelo
y en su tela se arrugan los huesos
y en sus huesos se detienen las soledades maduras que ya casi se pudren
...y donde caía muerta ya
ahí mismo
la flor de la agonía germinaba.
Sí,
su paz fue tremenda,
como el odio del hombre contra el hombre
y fue lobo de su hermano
y lo devoró como si fuera una jauría
dejando sólo polvo de lo que era carne.
-Muchachito, eres tan guapo como el sol pero la muerte te anda buscando y está muy oscura. Dijo una vieja.
No, no me anda buscando. Sucede que la traigo muerta.
En su rostro una tranquilidad se inquietaba cuando la noche se hizo noche
-negra como el vientre del diablo era la noche.
Y cuando un susurro entre sus oídos resonó
lentamente como un hilo quieto dentro de la habitación cerrada con sangre
(Escalofrío)
El muchachito se estremeció,
sus ideas se hicieron rojas
y sus sombras eran muchas.
(Escalofrío)
Entonces la santa madre habló diciendo:
Odio llevarme a muchachos tan guapos como tú.
-¿Viste vieja? -Ladró el hombrecito antes de estrellarse contra el pavimento-
La traigo muerta...
"... sus ideas se hicieron rojas" me encanta. Creo que algún día te robaré eso.
ResponderEliminarImpresionante.
Besos.
Salomé, róbame lo que quieras, soy tuyo. Gracias.
ResponderEliminarMejor...no la robo y le visito más a menudo, saludos
ResponderEliminarChaves,pase cuantas veces quiera, y pueda. Un saludo también.
ResponderEliminarUsted, algunas veces sin temor a decirlo me inquieta, y otras tantas me deja el hocico felino completamente abierto y de incertudumbre repleto.
ResponderEliminarVaya! Deegenérese, beba tinto, llore a la Luna y escriba más a menudo, que se le aprecia y sin reparos se le sigue.
Un abrazo...
Estimado GatoPardo, siempre tan amable, y no sé si merezca tal mención.
ResponderEliminarUn abrazo, desde aquí, con vinito tinto.
Me gusta esa linea aguda de tu escrito...
ResponderEliminarte desangraste en palabras... y nos dejas probar tantito de sangre...
"Muchachito, eres tan guapo como el sol"
y sonrio... ;)
Sí,
ResponderEliminarsu paz fue tremenda,
como el odio del hombre contra el hombre
que gran escritor! me encanto.
Arya, luego de mucho tiempo. Gracias por el gusto que te ha tocado.
ResponderEliminarLilen, siempre la paz es tremenda.
ResponderEliminarGracias por dejar huella por aquí.
Oh...
ResponderEliminarEl vientre del diablo.
Las tetas de la muerte, enamore entonces a la muerte, dígale que el olvido es nombrarle la vida con algunos hilos de sangre, la muerte siempre llega., hay que seducirla más a ella...
Sólo una vida más... así es ella.
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