miércoles, 25 de marzo de 2020

El día perfecto




"Hoy me gusta la vida mucho menos, pero siempre me gusta vivir: Ya lo decía."

                                                                                                          
César Vallejo.




La soledad es algo que nunca me ha molestado.

He comido de tu boca
y mis rodillas se rompen delante de tus ojos azules
he visto tus rincones y no me asustan
de verdad, no me asustan
he nadado en esa hondura tuya
como un odio que jamás habías conocido.

Ya no muero tanto por las tardes
solo cuando tu lengua me interrumpe
y te asusta
esta poca hondura mía
porque al anochecer
mis demonios nadarán dentro de ti
como una aguja dentro de nuestros índices.


She will always be a broken girl.

Me gustan tus ojos y tu lengua de cerveza fría, cuando mi olor se queda en tu cuello y mis dedos hacen de tus hombros húmedos lugares con tonalidades que aún no conocías
tus rodillas son rojas por naturaleza y eso me gusta
pero hay yodo y vendas en mis dedos, parece que es por culpa del frío, intento encontrar más colores con estos tentáculos heridos allí donde tú me enseñas que todavía no estoy muerto.


Una avecilla de pecho amarillo en una calle llena de mierda y odio.

Grandioso es el color de la agonía

cuando no hay nadie en este entierro
es cierto, nunca he visto muertos despidiendo a otros muertos,


en mis bosques las mujeres mueren y las mariposas arden y los caballos se queman y los niños caminan sin espinas...

Podría decirte adiós y tú también me dirás adiós pero en este pequeño infierno de madera no hay espacio para otros muertos y, solo me quedará arder como el sol y quemarme como el sol yo solo como el sol, el sol, esta tarde, como el sol.

He llegado tarde para que nieves, y cuenta me doy de lo hermosa que es la luz de mi agonía.


Tetas, tequila y cocaína.

Oh Juana quemándote
Oh Juana gritando dentro de mi garganta

Oh luz artificial
blanca como el demonio en las alturas

carne de niñas para hombres que no van a morir o veganos en proceso
sol de atardecer
algo de azúcar para muertos.

Oh mujer del vestido con golondrinas
dime si de verdad me vas a enseñar a volar o debo agarrarme más a ti.


A esa mujer con una llaga en el pecho.

Viste tú
mujer de blanco aroma como el azúcar
mis heridas abiertas


todas dentro de ese segundo entre tus piernas


mujer de la peste y mis demonios

como una amapola blanca que cuando se quema se hace negra

luz de las tinieblas y la debilidad y del picotazo

quisiera un caballo pequeño que me enseñe a caminar
o algo dentro de mi sangre que me haga correr como un loco mientras yo no me doy cuenta si solo estoy muerto o derrotado.


Cástor y Pólux.


Llevas el nombre
de esa mujer que intentó quemarme
en la guitarra de ese amigo que tanto amé,

¡y me quemé!
¡y ardí!
¡y me hice un infierno!

y dos

y tres

y me hice todos los infiernos juntos.

Llevas el nombre
de esa mujer que dejó envejecer sus cabellos dentro de mis dedos en ese verano breve

y sus piernas
largas como sombras de jirafas

y su joven culo
              como débiles espinas en mi sien
se adueñaron de mis palmas
                  para jugar con mi sangre
y pintar después
de rojo con azul y negro y tal vez algo de púrpura,
siempre luego de las siete de la tarde,
mis adentros todos.

Llevas el nombre
de esa mujer
que fue niña todas las veces que follamos
como un gusano que se hace por diversión
                          mariposa
solo para morirse otra vez

a la fuerza
o por costumbre.

Sí...

Llevas el nombre
de esa sombra en mis zapatos
de esa piedra en mi cabeza
de esa bala en mi dorsal.

Sí...

Llevas el nombre
mujer de los ojos oscuros como la muerte
de hermosos y largos huesos
y que haces con esa mirada que aún no logras
una herida que todavía no se cierra en ti.



Luego de la cena
pienso en todas esas mujeres que se desnudaron en mi cama,

pezones con aretes plateados,
tetas grandes y pequeñas,
culos hermosos y dorados y blancos y pequeños...

Golpes en la cara,

gritos desmedidos
con los ojos bien abiertos o cerrados
                                         con instantes que destruían mi nariz,

marihuana para calmar la sed

y más instantes destruyendo mi nariz.

Hay putas dentro de tu cabeza abriendo sus piernas cada noche luego de la cena
sobre mi cama que nunca duerme
mientras cierran sus corazones 
como escondites o guaridas
donde no hay tesoros ni miserias,

¡como cárceles!
de donde es imposible salir 
o entrar,
y así tú nunca encuentres nada.


putas horribles y baratas
tan baratas
que no lograban hacerme olvidar absolutamente nada,
cerrando sus corazones cada noche mientras abrían sus piernas
para mi diversión y algo más.

Esta noche llegó una mujer de cabellos negros y enredados
me recuerda a esa muchacha que pintó para mí pocas veces
muchacha que no lleva tu nombre

ni se acerca

muchacha que logró mares imposibles
entre sus piernas
en su cocina
cuando todos en su casa dormían,

que inventó lugares que aún no existían
en lienzos que guardo hasta hoy.



Y de mis garras nacen vientos que todo lo destruyen
que solo saben causar daño,
y solo me detengo
cuando veo sangrar tu nariz.

Extraño tus profundidades, 
mujer de piel de amapola

extraño

esas profundidades que acaricié torpemente,

mujer
que llevas el nombre de la niña que hizo de mi cama una tumba

donde espero enterrarte

esta noche donde ha muerto la luna

esta noche que golpeas mi nariz

esta noche donde ya casi nada sucede
hasta quedarme duro como una roca...


Aún recuerdo tu voz
en los asientos traseros del carro de mi padre

¡VIEJO DE MIERDA!

Gritaste mientras pasaba ese viejo de mierda con su perro de mierda frente a ese banco de mierda

te quitabas los pantalones mientras yo lubricaba mi falo

¡VIEJO DE MIERDA!

gritaste

justo en ese momento donde todo lo que yo era se adentraba en todo lo que tú eras

y tú con los ojos bien cerrados y yo con la boca bien abierta
le pedíamos a ese viejo de mierda con su perro de mierda que se mueva dos metros a su derecha.


Tus tetas blancas como dulces de chocolate
rebotaban en mi lengua que era baba, ternura y sudor

justo cuando todo mi falo se adentraba en todo eso que era tu hondura mojada y apretada.

Quise romperte tantas veces pero tú supiste defenderte mejor que yo.

Nacho canta algo sobre asistir a mi final
pero las llagas de todas nuestras heridas todavía no quieren curarse.


Eres todavía
esa luz que me duele
que me duele en los ojos y en mi cuerpo.

Me gustaría que nades algunos minutos en las orillas donde yo he muerto
y te bañes en el peor de los venenos mezclados con espuma y sal

hoy que nada quiero,
solo para complacerme al verte derrotada,

y luego de todo ese acto inútil contra ti, esconderme en tus caderas,
caer dentro de ese momento que solo tienes tú
que dura eso que solo sabes tú
en cinco orgasmos o más

solamente para complacerte.

Llevas el nombre
de esa mujer que intentó quemarte

en la mirada de esa prima que tanto amaste.

¿Ya se fue ese viejo de mierda?...

preguntaste jadeando luego de corrernos juntos, yo pensaba en esa mujer que llevaba tu nombre, y tú, no sé. 


A las cenicientas sin enanitos.

En esta ciudad que no sabe dormir
los amores son sueños que se alejan, que se olvidan,
mientras la señora de las rosas duerme en la peluquería
en los libros los poetas solo apuestan a los caballos.

No hay princesas en esta ciudad, no hay monjas ni mujeres de la vida
solamente hay cenicientas sin enanos vomitando en las esquinas
con melenas de león que huelen a vino, con sus rodillas siempre frías que se rompen en la punta de los dedos de mis pies
con sus pezones angustiados que no saben a nada
con sus lenguas de caramelo donde yo derramo esta amarga forma de mirarlas.


La niebla y el camello.

Llegas con tu fea mujer vestida de blanca seda
elegante y sutil se deja caer sobre la mesa
ella sabe moverse a la perfección
coquetea un poco
meneando las caderas de un lado para otro como un animal entrenado
haciendo de mí esa marioneta perfecta que tanto adoras.

Entonces me voy
con tu fea mujer inundando mis adentros
sacudiendo mis rutinas
destruyendo mi lengua con sus silencios
buscando en todos mis escondites esa felicidad o excitación que se esfuma de mi cabeza del mismo modo que una bala se escapa de un revólver.

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