viernes, 24 de septiembre de 2010

Bajo los efectos de la pálida dama.


Imagen de Taringa!. "Blancas damas"

Y habla con su madre: "soy yo madre ¿no lo ves?"
Ella dice: "Olvida que algún día te engendré"
Nacho Vegas.


La serpiente me observa, soy la rata inmunda que entre sus colmillos perecerá tras un temblor y un ardor; respuesta a la causa de su veneno. Me observa también su lengua dividida, excitando el aire, mientras sus ojos muertos como negro cavilar me susurran un pequeño espasmo dentro del pantalón. Ella pretende sobre el suelo sus tetas invisibles, raspando su piel contra la piel del suelo, ¡oh leve movimiento del pene entero!, ¡una serpiente!, que apetece su forma flácida, como una lengua dentro de mi boca adormecida.

La serpiente se enrosca, soy los huesos que adora entre sus apretados músculos aquella dama encantadora, y no seré yo quien decida deshacerme de su cuerpo mutilado, sino que serán sus curvas las diosas carnales que mis formas transformen en polvo, y de aquel pálido polvo tres líneas parirán su encanto, ¡oh nariz pobre de pensares!, como avatares, mis ojos sangran en mi garganta que derrumba sus hablares, cuando dentro de una pústula expulsa su cariño en forma de pus, su ponzoña de lento asesinar.

La serpiente abre sus fauces, soy la pierna de madera que sentirá su crujir, cuando esos dos filos dentro de mí logren dos aberturas similares a una guerra, llena de seres blancos como líneas de aquella hermosa dama. Y decidiré por fin si las engulliré al instante que respire, o si prefiero me muerdan, incrustando en mi lenta agonía aquel escalofrío desatroso, que no supera la noche cruda de la resaca, y que dentro de la eyaculación más pobre, la serpiente me seduce, y que yo beba de ella, como niño en un crimen de teatro, fingiendo ser arrullado por la violación sobrenatural y clementina. ¡Oh falo perfecto!, me miras desde lejos, hermosa línea que se adentrará en mis narices, ¡oh perfecta cocaína!, no habrá mejor serpiente que tu hermoso cuerpo entre la mesa, y mi vida.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Uno y medio


"Y morirme contigo si te matas,
y matarme contigo si te mueres.
Porque el amor cuando no muere mata
porque amores que matan nunca mueren".
Sabina.



Uno y medio.


Son tus besos,
una lengua,
con sabor a pechos
sobre mi cama.

Son tus manos,
un franja,
de poemas
sobre mis ramas.


Ella se vestía de lunares, comprendiendo así, la magia del pañuelo, que danza sobre el virgen suelo, como una estela, que se deja sobre la estéril tierra. Ella en su fragilidad asumió la pureza de una manera esencial, como el calor puro, de un lienzo oscuro.

Nena, píntame la piel, no pretendas disimular conmigo.

Ella aparcaba sus manos, vestidas de jaguares, sobre mi espalda angustiada, que una a una, dejaba ella las heridas, que eran lentas y largas, sutiles, como las respuestas de dios a mis plegarias. Ella consumió, como adicta mis líneas, que eran dos, como un gesto absurdo.

Nena, bebe de mi boca, no quieras disimular conmigo.

Ella remojaba su lengua, dentro de mi lengua, asimilando así el agua que no purifica, como león que ruge, dentro de su leona, así consagramos juntos, la ruda historia, de un hombre que no sabe follar, y la nena, que jamás intentó volar.

Nena, muere conmigo, que no querré vivir más contigo...


A Cambalache, for sentimental reasons.

lunes, 13 de septiembre de 2010

Sueños imperfectos


Imagen de Mondragón de Malatesta, Presbítero Maestro. 'Oración'.


Oración de una puta.

Puta dices, piso tres
porno seis
come carne
rezo a Satán
dices bien.

No perforo
añoro
humanidad,
no carcomo
imploro
fragilidad.

¡Qué peste mi peste!
oh falo inmundo
oh desprecio
oh tertulia
la tuya con él.

Lames
tocas
rozas
e introduces tu esperma
dentro de mi esperma
haciendo del poema
una nada.

Y la nada es una rosa
frágil prosa
de tu mano exprimiendo
mi seso
espeso señor del amanecer,
de tu boca experimentando
mi peso
expreso lechoso del anochecer.

Puta dices, piso seis
porno nueve
no comas
rezo a Satán
haces bien.


Malos sueños.
(Relato)

El paisaje relucía su miedo absoluto, llagas en toda la casa que apetecían un vómito necesario hacían comprender lo desgastado que estaba aquel lugar. Podrido, sería la mejor respuesta a toda duda. Entré por la puerta cubierta con una negra capa de aceite quemado, como un perro abandonado mostraba sus huesos, ¡oh pobre puerta!, que no protegía ni su color, ni su desgastado color. Me adentré en aquellos espacios y escondrijos, mientras en mis bolsillos alumbraban unos billetes de diez, suficientes, para la triste ocasión a la que vendría.

Una pequeña latina me esperaba, con un pantalón que le quitaba hasta el aire de los pulmones, ¡qué asquerosa latina!, ni blanca ni negra, ¡maldito color!, ni alegre ni triste, ¡bendito pudor!

Ella me miró desde su pequeña altura, con ojos de querer recibir algo, así que de mis bolsos saqué los billetes y se los alcancé. Ella me seguía mirando, desde los ojos hasta los ojos, y la batalla empezó; de su boca brotaban los besos más repugnantes que jamás ella entregó, y mis manos en sus tetas se hacían parte de una piel, y de esa piel parte de unos pezones, estrujé sus botones, con mis dedos los aplasté hasta que fluyera la sangre, ella se estremecía, ambos de pie entre la batalla más cruda, sus pantalones bajaron difíciles, luego mi falo asomó su forma torcida desde la cremallera del pantalón de vestir, de un porrazo se clavó dentro del hueco de aquella puta mujer, sentía cómo sus paredes crecían, de lado a lado hasta chocar con su final, ella abría los ojos intensamente mientras mi agitado mármol de carne se enfurecía en su hoyo mojado. Ella abría la boca desesperada, y clavé con más fortaleza y terquedad mi grueso puño, así hasta que ella gimiera de dolor, una, dos, tres veces, y el asco retumbó en cada oído mío, en cada centímetro mío, olvidé la funda que me mantendría formal, y cuando predije la más terrible maldición saqué mi sexo de su mar, cuando de aquel mar en ese preciso instante, se dejaron ver las peores criaturas bañadas en fluidos pegajosos y malolientes, que se desparramaron desde su abertura hasta el triste suelo del mal.

Ella me miró, desde sus ojos hasta mis ojos, con odio maternal, algo ella expulsó, ¡feto inmundo! pensé, ¡feto inconcluso!, pensé otra vez.

De mi estómago un golpe rechazó la cordura, y en mi estómago un vómito creció como río en invierno, corrí hasta el lavabo del cuarto de baño, caí porque el alcohol y las drogas confundían mis andares, me revolqué entre la mierda de hombres que no conoceré jamás, y de mis manos se expulsaban horrorosos hedores, y en mi boca el asco se mezcló con una levadura que hizo crecer, el caudal absoluto de mi rabia.

Me miraba la latina desde lo alto, en el suelo me encontraba, mientras ella rebuscaba y me quitaba uno a uno los billetes de diez, mis manos habían muerto, mis piernas habían muerto, mis ojos habían muerto. -Eyaculé por la boca, lo que debí expulsar dentro de aquella asquerosa mujer me dije. Antes de que mi alma, de mi cuerpo se largara, dejando tendido en el suelo ese imperfecto esperma al que la humanidad entera llamó hombre.

Relato basado en sueños reales.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Tiempos morados


"Tal vez el mundo sea el infierno de otro planeta"...
Aldous Huxley


XXIV


Odiaré al dios de la mueca;
¡oh risa exagerada!

Pupila sin ojal.

Odiaré al señor de la frase;
¡paz en la tormenta!

Asqueroso instante que es vivir.

Odiaré cada día
porque morir es poco;
¡oh leve dolor!
de la bala adentrándose en mi cráneo.

De Poemas Romanos.



Tiempos morados.


Hace dos días una delgada imagen de mujer se desvaneció como se desvanecen los orgasmos sobre mi mano, uno a uno como cuando se escupe en el suelo, como el sustento de una nariz. Sus alargadas piernas como tallos de rosas otorgaban, la dulce manera de hablarme con sus pasos apresurados, ¡oh torpe andar de hombre!, que no reconoce parte de mi andar. Le saludé como quien saluda al viento, porque cruento es el tiempo sin su espacio, y terrible el modo con que mira el gusano bajo la cama de estar. Ella tenía la risa del diablo, es decir que su risa comprendía un engaño mayor a la de Fausto, y que tenebroso sería el beso, que de sus largas muecas me ofrecía. Mi nombre es francés señor, ¿el suyo?, no señorita, mi nombre no es más que un invento poco necesario, mi verso es francés señor, ¿el suyo?, no señorita, mi verso no es más que un crimen del ayer. Con bellos colores en los labios tajantes retorcía entre sus mordidas aquella leve forma llamada lengua, mientras yo miraba desde atrás singulares pensamientos de una fobia. Señor, tiene usted un pasado pesado, señor, es usted similar a un hombre que me dejó.

Hace dos días que no duermo sobre una cama, porque en el suelo mis formas se acomodan, y desde el frío cemento como rojo colchón mis manos se amoldan, en mi espacio tenue, como cántaro dentro de otro cántaro, que rotos se hacen uno solo. Señor parece usted un ser atormentado, señor parece un pobre loco, tal vez asustado. Ella desde su risa pretendía algo poco rutinario, yo desde su prisa pude ver sus formas, resumiendo ciertos modos, como cuando un ave sobre los techos posando deja ver, su asombro. Tomé los atajos más largos, para poder así entrenarme en sus negros y entreverados cabellos, ¡salvajes cabellos!, como manto de ébano, ¡locos cabellos!

Hace dos días que no pude ver desde una mesa, su mirada dentro de mi mirada, porque en el lento pesar del asesinato, una escasa mueca de miedo se ajusta, a la pequeña duda de un color que no quiere ser como la mora, así sus prendas se asusten, cuando de mi sangre púrpura, los avernos se asoman, dejando ver así, pequeños restos, que en la realidad son indefensos huesos de niños muertos, que entreveradas y enroscadas todos, hacen de una mujer, un asqueroso verso.