martes, 24 de abril de 2012

Lima dulce


Y si no me levanto es porque he bebido, he bebido un mar de ron hasta saciar mi sed, y si no me levanto es porque he muerto, he muerto sobre un mar de ron para saciar mi sed...





Ya no te quiero...

-¿Es por alguien más?

Ya no te quiero, es todo lo que debes saber.

El mundo es una roca lúcida, una roca al fin, lleva una luna casi de sombrero, apesta a humo de ciudad y de tabaco y de luz artificial. La mar es azul cuando quiere, no pinta olas y la arena ya no le envidia, la mar es un vaso de nada, como un charco, y es azul cuando quiere.

¿Lima dulce?
Ofreció una dulce señorita de piel tostada por la vida, con labios rojos como la luna de abril cuando está cansada, sus manos mostraban más huesos de lo que se permite, ¿Lima dulce?

Sí.

La veo moverse entre la gente, sobresale como un verbo que no permite oración, respira apurada como no y sabe decir sí con los dientes, la veo marcharse, como una nube de noviembre, ¡ay qué calor tan horrendo!, y viene, y en sus manos una fuente repleta con vasos de lima dulce.

Yo la quise, porque amarla ya había sido cruel, le di mis pies y sus sombras y mis índices y la piel, le ofrecí un susto por semana que tal vez formaron un beso y sobre su vestido blanco de lino me enredé pocas veces, como para no faltarle tanto a la tela, y se fue como las nubes de noviembre, justo antes de que explotara el sol.

Hace calor y el día está soleado, las gentes en sus coches, los niños en los parques, los universitarios apresurados y yo sentado en esta banca, en este parque, en esta ciudad, en este mundo tan insípido.

La luz se apaga poco a poco, los autos dejan de ser tantos, hay perros que fortifican el césped y yo aún sentado en esta banca de nada, y digo su nombre sin decir nada, sólo hasta marcharme. ¿Lima dulce?

Sí...

Su piel morena parece despintarse cuando el vestido que le rodea es verde como la botella que me acompaña, bebo un whiskey irlandés algo pasado de años y ella viene con las copas de lima dulce, sólo para cansarme, y me levanto en lo ancho de esta pena, y la olvido como se olvidan algunas cosas, sólo para darme el gusto de que yo también puedo olvidarla, las copas siguientes son atroces, mi estómago es un balón de fútbol, ya no siento poca pena, ¡qué calor tan horrendo!, ¿lima dulce?

Sí...

Hay días en los cuales no respiro y me levanto sólo para mentir que he vivido, lo confieso, hay días en los que sería mejor no vivir más, como Jesucristo, quizá como Jesucristo. ¿Lima dulce?

Sí...

Ella mueve las caderas con el favor del viento, paso a paso como la flor guarda distancia, sus pies que también muestran más huesos de lo que se permite, su risa de lado, sus pechos moderados, y me viene a la mente aquella mujer que tanto he amado, y me destroza la vida como si ya no fuera suficiente, en mi estómago todos los suicidios del mundo se han cometido, copa tras copa caen rendidos los vivos, y me siguen sirviendo botellas y botellas de ron y ese asqueroso whiskey irlandés pasado de años, ¿lima dulce?

Sí...

Ya no quiero despertar, ni dormir quiero, porque sobre esa almohada sufro pesadillas insufribles, pesadillas que para el hombre no son necesarias, me levanto como un alma que vaga inmunda sobre la noche, pero ya es de día, ya es de día y debo empezar a olvidarla con otra botella de ron. La vi sentada la primera vez que la vi, llovía sonrisas por todo el salón, floreros adornados con claveles rojos y rosas blancas, su vestido negro lo decía todo, sólo para callarme.

La lima dulce está demorando pensé, y alcé mi copa para pedirle al buen camarero una botella más de ron, él mandó a otra muchacha, una de pechos redondos, meneé la cabeza como quien no quería la cosa y ella meneó las tetas como pidiendo que me vaya, así que me levanté, pagué y me retiré.

¿Lima dulce?, preguntó la que todavía no llegaba justo cuando me acercaba a la puerta, sí por favor, y sobre sus manos la fuente repleta con vasos de lima dulce, me miró como quien mira a la tristeza más horrenda, sentí lástima de mí mismo al verme en sus ojos también redondos, ella se pintaba muy poco pero relucía tanto, la luz de neón, el olor de tabaco, ¡qué asqueroso calor!, bebí un trago de lima dulce hasta que hizo una mueca atroz con los labios, pidiéndome que dijera algo, casi suplicando por mi voz, soy Pedro sin pensarlo el error cometí, como aquel que murió cada tarde, Pedro como todos los abandonados del sur de esta ciudad, Pedro para las que todavía no me quieren, yo soy Elena, solamente Elena culminó como para evitar que yo gastara saliva.

Y pensé:

Y si dentro de lo que no sucede todo pasa sin medirlo, como una espina que a la dorsal espanta, y si todo suceso tuyo es un orgasmo mío, ay de mi si te quiero... Y es que quiero, y si tú...

¿Lima dulce?, prosiguió la dama, aquella que ya tenía nombre y que se enfureció por error cuando le llamé como aquella otra dama que me había quitado el párpado ciego y la torpe risa idiota de mi tacto, y la piel absurda de imaginación bajo la lengua. Dio con la miraba un fastidio ocioso, meneó las sienes de lado a lado y girando dentro de su vestido se alejó de mí sombra, yo no la seguí porque mis pies se habían plantado al suelo, me motivé en mi lugar dos minutos, terminando en una sola idea de nada; el absurdo.

Y volví a pensar:

Y si fuera de lo que ella representa, yo podría entretenerme dentro de su escote, tan débil sería mi hipocresía, tan poco representativa, y si ya luego de todo lo que se ha ejecutado ella me pide perdón y decide odiarme, sería la que apaga la vela antes de dormir, y si la cama donde me acuesto es la cama donde ella duerme día a día, ¡ay de mí si es época de frío!, pero el calor sigue siendo asqueroso y ella ya no me ofrece lima dulce, solamente para que me aleje, tal vez.

Pasaron esos dos minutos y aparecí frente del local, la acera tenebrosa del vacío me pintaba el retorno, empecé el paso a paso y algo me sujetó desde atrás, el perfume a lima y agua y seda y sus pechos moderados, no preguntó si quería beber de su entorno, sólo se limitó a tomar mi mano y andar a mi costado, paso a paso sobre esa terrible acera tenebrosa.

Han pasado algunos meses desde ese día, ya no recuerdo mucho a la mujer que me asesinó tantas veces, sólo está la que me sirve cada tarde esa bebida con aroma a su vientre maduro, y si me coge la mano es porque está de buen humor y me dejará follar con ella, y si me pide marcharse me limito a mirar la puerta hasta perderme dentro de la multitud, porque perecer es poco, poco como la vida.

¿Lima dulce?

Sí... hoy está de buen humor.

4 comentarios:

  1. bueno, vos sabés que yo soy una dama, no?
    pero la putísima madre, no se puede decir tanto en tan poco, no se puede escribir así y yo venir a leer en la primera lectura del día, y cómo hago ahora para decirte lo que realmente me provoca si preferiría seguir recontra puteandooooooo

    te quiero por esto, por estas cosas que provocás casi sin querer
    y porque no sos conciente de cómo escribís
    y te abrazo para putearte al oído

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  2. Con tanto puterío pues haces que me rinda facilmente, y al oído todo, como gustes, cuanto gustes. Un fuerte abrazo, realmente fortísimo.

    Aquí, para allá, Mondragón.

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  3. No olvides la Lima es horrible... y agria. ;)

    Habra que seguir buscando acantilados.. a marcarse los nuevos suicidios en el brazo!.

    Dicen.. "Es un peligro el andar dilatando la corta duración."


    Uno.. de aquellos!

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  4. ¡Lima dulce señorita!, porque todavía lo recuerdo todo.

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