viernes, 18 de septiembre de 2009

Todo para mí



Un rápido cortejo entre dos mujeres permite la facilidad del sexo contra el sexo, relatos que asemejan escenarios paupérrimos, mediocres, escenarios de cortesanas y grandes señoras con otros de poca facultad corporal.
El álter ego del autor de pobre procedencia, de manos acomplejadas, sentimentales...

Con el río vienen las formas del agua marrón, del cuerpo maltratado por la estética, por la espina del cristianismo tan prostituido, tan envenenado. Cae el frío con el peor de todos los inviernos, abrigando las tetas heladas de una mujer muerta, mientras la espuma roja sobresale de su boca. El gesto que iguala un patetismo casi al borde de la locura y la risa baldía fruncen el ceño.
En la jaula de paja encerramos al viento que se mueve sin plumas, sin premura, aquella buhardilla de locas, una esquina parisina similar a una calle gastada y rota de mi querida, nada querida Lima.

Bohemia y soldaditos de látex cada vez que la noche llegue con el peor de los inviernos, en noches de melancolía y soledad, noches en las cuales pesa hasta el alma, hasta la risa. Y la risa deja de ser una moneda, deja de ser suciedad para convertirse en el pecado de una inmaculada monja que ya no cree en Dios ni en ella, que sufre lo que Borges jamás sufrió en la ya olvidada Argentina, objeto de título en la portada de una rota cabeza, que ofrece sus partes virgenes a los desdentados sin frases célebres, como la hoja en blanco, como el muerto sin cajón, sin tierra como frazada, como manta que cobija el cráneo aplastado, de la fábula muerta sobre la pesadilla perfecta...

Dedicado al tiempo sin tiempo de tus pechos, al exagerado instante de un sueño que no entiendo.

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