Imagen de Pensamientos, Blogs de pensamientos.
Había penetrado una vez más a la mujer que sangraba, mes a mes, de dos en dos, de tres a seis. Ella insultó mi mutilado esperma, quizá en su lenta presencia, buscaba algo que tal vez no manche la cama con su blanquecino color. En sus verdes ojos como el hachís antes de ser quemado descubrí mi naturaleza salvaje, descontrolada, eufórica, mi naturaleza animal. Es que tener entre mis manos ese frágil pescuezo, o mis palmas aleteando entre sus nalgas, o escupiendo mi lengua como bala entre sus dientes, ¡dios mío de mi vida!, yo no podía contenerme, no podía contener mi caudal, mucho menos prevenir mi locura, aquella estúpida locura. Cuando por fin pude balbucear luego de algunos años esas dos palabras asesinas de sentimientos absurdos, cuando por fin, pude desvelarme por las ideas de cómo no asesinar a aquella dama, cuenta me di, que perdido estaba, perdido y sumido en una de las más aniquiladoras catástrofes humanas.
Te quiero, le dije. Y me miró con ese acento verde.
Te quiero, le dije. Y me insultó con ese tono verde.
Vi luego como se levantaba aquella hermosa dama de la cama donde se hallaba, con ojos de querer matarme, con labios de no querer besarme, con manos de no querer follarme, y es que con esas manos ella hizo que yo me desangrara, claro, porque ahora mi sangre es como la nieve, como la nieve que ella apetece con la boca. Se levantó, y desde la puerta antes de cerrarla de reojo me obsequió el adiós más duradero de toda mi vida. Adiós con un ojo, adiós de lado, adiós hasta hoy.
Te quiero, le dije. Y me apuntó sin disparar con esas dos armas verdes.
Sentado ahora en este pequeño rincón, miro como la noche con su negro vestir se une al humo del tabaco mal quemado, observo el sonido de las manecillas jodiéndose entre ellas, asesinando cada segundo sin la guerra de sus tetas, porque con estas dos manos yo detuve mil batallas contra ellas, y luego se desgarraban una a una, entre mis uñas. Porque mi salvajismo no permitía el romance común de los gatos, sino uno más grotesco, más carnal, infernal. Ella desde la puerta, con ese ojo de esquina, me dio la más descabellada despedida, y sentado ahora, en este pequeño rincón percibo mi inestable más tarde. Me levanté luego de la quinta botella de whiskey, luego del quinto renglón, luego de quinto liendrecito de hachís, me levanté oscilando, casi casi cayendo, ya en pie me dirigí a esa pequeño espacio a mitad del salón, subí a la silla de madera negra, acomodé esa corbata extraña que la sombra de aquella puta dulcemente remendó en mi techo, la ajusté porque la elegancia jamás debe perecer, y ya con el traje completo, decidí estirar el cuerpo, imaginando a todos aquellos niños que murieron dentro de ella, porque tal vez mañana, cuando despierte, ella esté nuevamente sobre mi cama.
Te quiero, le dije. Y me miró con ese acento verde.
Te quiero, le dije. Y me insultó con ese tono verde.
Vi luego como se levantaba aquella hermosa dama de la cama donde se hallaba, con ojos de querer matarme, con labios de no querer besarme, con manos de no querer follarme, y es que con esas manos ella hizo que yo me desangrara, claro, porque ahora mi sangre es como la nieve, como la nieve que ella apetece con la boca. Se levantó, y desde la puerta antes de cerrarla de reojo me obsequió el adiós más duradero de toda mi vida. Adiós con un ojo, adiós de lado, adiós hasta hoy.
Te quiero, le dije. Y me apuntó sin disparar con esas dos armas verdes.
Sentado ahora en este pequeño rincón, miro como la noche con su negro vestir se une al humo del tabaco mal quemado, observo el sonido de las manecillas jodiéndose entre ellas, asesinando cada segundo sin la guerra de sus tetas, porque con estas dos manos yo detuve mil batallas contra ellas, y luego se desgarraban una a una, entre mis uñas. Porque mi salvajismo no permitía el romance común de los gatos, sino uno más grotesco, más carnal, infernal. Ella desde la puerta, con ese ojo de esquina, me dio la más descabellada despedida, y sentado ahora, en este pequeño rincón percibo mi inestable más tarde. Me levanté luego de la quinta botella de whiskey, luego del quinto renglón, luego de quinto liendrecito de hachís, me levanté oscilando, casi casi cayendo, ya en pie me dirigí a esa pequeño espacio a mitad del salón, subí a la silla de madera negra, acomodé esa corbata extraña que la sombra de aquella puta dulcemente remendó en mi techo, la ajusté porque la elegancia jamás debe perecer, y ya con el traje completo, decidí estirar el cuerpo, imaginando a todos aquellos niños que murieron dentro de ella, porque tal vez mañana, cuando despierte, ella esté nuevamente sobre mi cama.
quizás tu "te quiero" ya se lo diste muerto
ResponderEliminarCamino Roque, todos los te quieros, están tan muertos como el que lo dice. Gracias por comentar, por pasar. Un saludo.
ResponderEliminarOie eso que dices de los te quiero muertos es verdad... me ha gustado tanto el texto, muy bien logrado... me encanta. saludos. pondré uun link desde mi blog al tuyo. besos.
ResponderEliminar¿Y los "te amo"? Esos nunca mueren, ¿no?
ResponderEliminarLas palabras mueren solo con pronunciarlas. Lo que perdura es el significado.
ResponderEliminarSolo queda la locura
ResponderEliminarde pasillos oscuros denunciados,
la perdida de lo inalcansable
a la razon del silencio hecho purgatorio.
La confirmacion a falta de palabras
de que no hay ruptura
por mas evidencia establecida.
Solo queda esta locura…
la desviacion al anormal funcionamiento,
vertida en la inoculacion de lo que no se tuvo
desata la muerte despues de su burdo juicio.
Delirare, by me :)
Hay que suicidarse para aprender a vivir y guardar la nieve derretida en botellas vacias de wiskey!.... a ver si coagula.
Mis besos.. hechos sombras....
Akyaabil, se agradece parte de su amabilidad. Puede hacer con mi Blog lo que usted guste, le doy todo el permiso del mundo. Un beso por haber respirado por aquí. Adiós.
ResponderEliminarYnot, los te amos jamás existieron. Gracias por haber pasado por aquí.
ResponderEliminarMandarina Bella, mientras vivamos, encontraremos en este recinto llamado mundo, todo lo que no necesitamos. Una mordida.
ResponderEliminarArya, le he disfrutado tanto, y tanto es poco. Gracias por su pequeño retazo de majestuosidad. Un beso como usted guste, como le apetezca, ya con el tiempo, aprenderé a guardar en esas botellas de whiskey, la sangre de todos mis muertos. Luego las beberé, con usted. Un beso fortísimo, bajo su falda.
ResponderEliminarDios mío! Menuda manera de escribir la tuya, Te felicito, de veras que sí.
ResponderEliminarMe has tenido espectante hasta el final. Imaginé en el texto, una escena de amor en una habitación de madera, con solo una espelma encendida en un rincón y dos cuerpos acomodados en un renglón de una cama adornada para tal ocasión.
Los " Te quiero" se dicen cuando se sienten, esos siempre son reales, los demás no vale la pena pronunciarlos.
Ha sido un placer absoluto llegar y leerte.
Un beso tierno y dulce para ti.
** MARÍA **
me encanta!
ResponderEliminarLas decepciones duelen,
ResponderEliminarse sufre el amor no correspondido
pero de todo se aprende
y se sale más fuerte del dolor.
Un abrazo
María, Bienvenida al club de los imposibles, porque Bunbury así lo canta, Bienvenida a mi rincón, a mi guarida. Y por cada letra que usted ha otorgado a mis ojos, un GRACIAS mayúsculo. En su mente, todo se vale, y si imagina así el centro del corto relato, pues así debe ser./ Los te quieros, en mi vida actual son seres que ya se extinguieron hace mucho, hace tanto, y el placer ha sido mío, totalmente mío. Un beso fortísimo sobre su piel, sobre sus delicadas manos.
ResponderEliminar-Su servidor- Que se queda con el dulce beso que amablemente le ha ofrecido. Adié.
Adriana, corto, pero total. Un abrazo.
ResponderEliminarMTeresa, el amor en mi guarida no existe, ni se pronuncia, todo sentimiento, son simples banalidades de mi sentenciado ser. Pero todo lo que no es correspondido, se hurta. Un beso.
ResponderEliminar¡dios de mi vida!
ResponderEliminar¡Qué manera más poética de blasfemar!
Usted es el que sabe, ahora yo le invito un trago de Ron, véngase para acá!!
Un abrazo...
GatoPardo, riquísimo GatoPardo, ¡le tomo la letra!, y la pata, porque el ron nos lo beberemos, tan pronto como Usted maulle. Gracias de verdad, por haberme hallado, y aún no dejado. Gracias por leerme, todavía. Un fuerte abrazo, de gato a gato.
ResponderEliminarEl adiós más duradero siempre es el que más dolió.
ResponderEliminarGracias por visitarme en mi blog!
Bsss
estoy segura ke vendria bien conocernos usted y yo.. usted cree muertos los te quieros... y yo estoy segura ke e matado a todos lo ke ofreci en algun momento...
ResponderEliminarun saludo mondragon
Paula María, le regreso lo mismo. Un beso.
ResponderEliminarSoñadora, si usted me conociera, ¿qué sería?, ¡una orgía!, y si yo le conociera, ¿qué sería?, ¡una manía!
ResponderEliminarSoñadora, desde hace mucho, nosotros también aprendimos a perecer con ellos.
Un beso.
Me he apuntado a tu blog. Escribes de puta madre :)
ResponderEliminarRomek, gracias por tal cumplido, pero sepa Usted, que soy también, un hijo de puta madre.
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