martes, 1 de diciembre de 2009

Evocaciones


"Me gusta la mierda seca, porque así mi cuerpo no tiene frío".
Resquebrajados

Me enamoré de la venda de mi mano izquierda, porque es blanca como la nieve, y lo que no sea blanco no es glorioso ni grandioso. Como una puta de esquina, que si no es blanca como la espuma del mar del sur, la mataré, la mataré y haré de su piel una lisonja en las fauces del hambre, y la dejaré en las mandíbulas del hombre oscuro, para que sepa de esa manera lo que mi bondad pesa.
Me enamoré de la lluvia que se forma en mi vaso luego de poner dos pastillas efervescentes, es lo más cercano que tengo a lo natural, porque mi salvajismo no es de dios, y dios tampoco es blanco, no es blanco porque no es grandioso ni glorioso, no es como yo.
Me enamoré de una perra que era penetrada por un viejo, yo la tomé entre mis manos mientras ladraba de terror, y la follé también mientras sus patas escurridizas y desesperadas se movían entre mis piernas.
Me enamoré del gato, mientras tomaba su cuello y lo ajustaba cada vez más, lo ajustaba y apretaba, sentía como sus uñas se enfurecían con mi piel, se enfurecían con mi piel y la rasgaban, en mis ojos el gato vio mi fortaleza, y antes de morir me regaló ese canto tan patético como cantaba también, la niña de ocho años. Sí... aún recuerdo cuando gemía.
Me enamoré del pasto marrón que se quema en hojas escritas, mientras del humo nacía el sueño inalcanzable deduje en los pechos de mi tercera mujer el grito desmedido de su muerte, antes de abortar el llanto de sus ojos, ella goteaba, mientras yo la penetraba como también lo hice con aquella perra de la cual me enamoré.
Me enamoré de la rápida y furtiva morena asesinada, porque en sus manos el vitilígo hacía de esa parte algo como la nieve, aunque su fondo putrefacto se encuentre como en el vientre del gallinazo las vísceras se encuentran. No lo sé, no sé si matarla fue algo por gusto o simple perdida de tiempo, quizá un juego de aburrimiento, y quizá también mate a su niño, pero a este si lo mataré por odio, porque no tiene esa cura de la piel y no tiene nada blanco, ni los ojos, que ya en el piso se han secado como dos gotas de sangre...
Me enamoré de la carne muerta, esa carne que cuelga de mi costado y alimenta a la vez tu humanidad, me enamoré de todos los actos que en vida, me hiciste cometer por gracia divina de la mía...

Retales de un sueño de media noche.


2 comentarios:

  1. Entonces, supongo, que yo lo único que tengo, es un adjetivo que aún siquiera existe, y que demerita a la tan menospreciada "nada"...
    Le sigo aprendiendo.

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  2. Estimado Señor Felino. Gracias nuevamente por pisar el suelo digital que se menciona como mío. Gracias otra vez.

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