lunes, 29 de marzo de 2010

El postre de Dodó


E
n los abrazos más profundos que Dodó me regaló comprendí la maldad humana de un modo perfecto, y de otro modo sus caricias en mí dejaban su peste, como rata ella y yo su cloaca, así sus caricias se volvieron contra mí como la más horrorosa peste. En su bondad pasajera me cortó seis dedos, inmolando mi carne para la cena y sobre la mesa, con un sabor dulce comí desde su boca lo que antes me pertenecía, como dije, de un modo dulce. Salía Dodó cualquier tarde de frío, porque la ciudad que le pertenecía jamás percibió siquiera un halo de luz, siquiera, algo cercano a eso llamado la luz.

Jamás hubo algo que decir, porque sus rugidos todos eran maldiciones y nada más, porque sus chillidos todos fueron lamentos y nada más. ¿Qué miráis?, preguntaba mientras que de mis manos la sangre se vertía sobre la cama. ¿Qué miráis?, preguntaba otra vez mientras yo desde la cama, a punto de desfallecer, la adoraba. Dodó recogió la harina de trigo aún no preparada, juntó un poco de leche rancia y puso todo sobre un recipiente rojo. No lavó sus manos porque el tiempo siempre resultó valioso, rompió los huevos blancos que eran los únicos colores puros en toda la casa, sí, el único color que jamás se mezclaba con rojo. ¿Qué miráis?, volvió a preguntar cuando mis ojos se detuvieron en sus dos tetas. Te podría matar y a nadie le importaría decía mientras con sus manos amasaba lo que más tarde sería algo dulce. Ven, me dijo. Yo me acerqué casi desmayado, a punto de morir doce veces, sentí luego como de una manera delicada un ojo mío era extirpado de su centro, segundos después, un golpe en mi costado produjo un chorro de sangre, vertió ella desde ahí para la masa. Aquí está la receta final...

Puso Dodó mi corazón en un plato, mientras sus ojos brillaban fuertemente. Aquí está la receta de mi postre favorito. Y al ver mi cuerpo mutilado por partes se puso a llorar, como dos ríos lloró, sí, me devoró después como se devora al niño no nacido. Soy feliz, soy feliz ahora que te tengo dentro mío, soy feliz porque eres parte de mí. Y Dodó cayó, de un modo como quien cae en la guerra luego de ser herido, cayó, como quien cae luego de un orgasmo, o dos... Mi niño duerme otra vez en mí, mi niño duerme otra vez en mí decía con la mayor felicidad de todas. ¡Y vomitó!, porque tanto asco de imaginar nuevamente algo dentro suyo era abominable, vomitó, porque también antes lo había vomitado desde su sexo. Dodó miró después, entre el parqué y esa mezcla insípida parte de un dedo, y cual perro voraz dio un estrepitoso brinco y devoró insaciable toda marca de que alguna vez, algo humano había salido de ella. Otra vez...

Dedicado extensamente a todas las madres que jamás fueron madres, por culpa de la humanidad mediocre en la existencia pasajera que habitó en sus vientres.

2 comentarios:

  1. Es Usted un virtuoso, de la talla única y exclusiva que sólo Usted mismo, ha podido ocupar.
    Un abrazo.

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  2. Estimado GatoPardo, después de tiempo.
    Gracias una vez más por todos sus elegantes rasguños. Por decirlo de un modo felino.

    Un saludo cordial, y tequilita como salud.

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