El rey se sienta sobre el elefante y de la piedra un sapo nace, el mismo rey en elefante se transforma mientras que de la piedra se forma otro sapo, uno desagradable, asqueroso, algo que va más allá de una dulzura un tanto desmesurada, algo maravilloso. Dos gordas escorpiones comen, y de su veneno la vida brota, como en el centeno la negrura de la muerte. Una mala mujer con peluca me mira y se resiste con las piernas, a su mitad, desde la carne profunda, ahí también como elefante la roca perforaré. El rey sapo en hombre se transforma, y del mismo hombre nace otro sapo, como en su centro de sutiles conchas la perla podrida guarda, la garnacha podrida esconde, algo que quizá en carne se transforme, una roja y viva carne de sapo y de elefante, y así la humanidad se alimentará. El rey se sienta sobre el elefante y de la piedra nace un sapo, el mismo sapo se transforma en hombre, mientras que del elefante otro hombre nace, uno repugnante, inmundo, algo que va más allá de la santidad, algo grandioso. Comen las mismas gordas su excremento negro, y de sus bocas el veneno brota como saliva, como vida enmarañada a otra vida, así hasta que el rey sapo mate al elefante, y al hombre. La misma mala mujer ahora sin peluca me mira y se resiste entre las piernas, a su mitad, sembraré yo al rey sapo.
Escrito en una noche de lluvia, entre el croar de un sapo y el pasar de un río. (Febrero, Tunín.)
Escrito en una noche de lluvia, entre el croar de un sapo y el pasar de un río. (Febrero, Tunín.)
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