No quiero pecar al decir que daría mi vida por ti, pero soy tan pecador, gracias a Dios, que sin extrañarlas daría mis siete vidas por ti, si todas las vivo a tu lado, claro.
¿De qué otra forma pensaste que sería?
Porque no tengo más existencia que la que me promete hoy en día un cansado y agitado espacio de terror en blanco y negro, una especie de dulce picante, una nota en el traste más viejo, con ocho manos sumamente arcaicas, similar a una película de Pedro Infante en el espejo.
No soy algo que se logre pintar con dos manos, no soy nada si me vez desde tu cielo rojo, ni siquiera un gato, así te ronronee la garganta cada tarde de luna nueva.
Abre su grieta mi pecho afónico y rompe su eco tenebroso en tus labios de loco, porque no hay mejor tango que la locura, ni mejor locura que un tango cantado por un loco, y si mi loco es como tú, o decir mejor, que tú eres mi loca que canta al amanecer, vestida de piel y tequila, envuelta en sábanas blancas para que hagan énfasis a tus pechos de papel y lápiz, a tus dos pechos locos.
¿Es la vida esa exageración que dura un segundo y se extraña toda una eternidad?
No quiero imaginar una vida sin mí, menos si tengo seis más por vivir, y no quiero porque yo me fundo contigo, en cada beso de vainilla, en cada perfume que tu cuello regala y mi piel respira. Mis pasos no van a otro lado que no sea un libro tuyo, que no sea un cuento tuyo, porque no sé leer si antes no escucho un beso de tu boca, menos si la noche está más muerta que tu vestido negro.
Es tu lengua un violín desafinado, de sonidos únicos, por no decir besos, porque no hay nada más nuevo que el grito de un violín antes de ser emparejado, tal vez.
Es un cuento negro mi vida si tus labios no me esconden, si tus dientes no acarician los míos, si tu latido escucharme no quiere.
Es mi vida parte de tu vida, desde el instante que gritaste tu nombre en mis oídos.
Por que todo instante ya es dedicado al Tango, por que cada segundo de piel y besos no los quiero con nadie más que esa canción de loco, a mi Tango perfecto.
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