En tu boca ha muerto la magia del pelícano, como dos arañas que enredan sus patas al ser quemadas por un niño de ocho años. En tu boca se han enterrado los huesos del pelícano, como dos gusanos moviéndose en la panza de un hombre oscuro.
Él, que conoce la grandeza de mi poder extiende su mano para tocarme, me roza y se imagina maravilloso, porque soy maravilloso también. Yo tengo en mi falo la grandeza del pelícano, porque mis niños tuercen sus patas al ser quemados por mí, yo que tengo los ojos blancos como la espuma donde nada el pelícano, me retuerzo entre los huesos de las mujeres asesinadas, como libros abren sus vientres para desechar lo que otro ser ha dejado en ellas, sabor a excremento de animal la carne que botan ellas.
Ella, que ha visto la carne caer de mis manos extiende sus piernas para tocarme, porque sus manos fueron expulsadas por mí, ya que soy como el pelícano, y duermo en tu boca, hasta mis huesos húmedos rompen tu garganta como cuando las arañas son quemadas y también los niños. Por eso duermo en tu boca. Las garrapatas saben lo que mi sangre vale, porque también el pelícano lo sabe, como la oruga que se arrastra me arrastré yo, y no fui proclamado mariposa, porque las garrapatas han muerto en tu sexo humilde y tú también sabes lo que mi sangre vale, ya que tampoco el pelícano quiso ser mariposa, porque sin alas son patéticas, peor que los gusanos que come el pelícano antes de expulsarlos en la boca del niño de ocho años que prende fuego a las arañas.
No seré yo quien te fecunde, porque eres como una mariposa sin alas y yo tengo la magia del pelícano, por esa razón muero en tu boca. Las olas eyaculan el semen blanco del pelícano, como la espuma, y nado sobre eso como el rey lagarto que muere ahogado en su propio vómito, yo que soy un hombre entre los dioses moribundos sé morir como tal, porque soy maravilloso y no me escondo bajo las hojas de un libro seco, que se confunde con el vientre de la mujer que se mueve entre los gusanos. Ha muerto la magia del pelícano, gritan mientras mi cara rebota en el asfalto y mi grandeza reboza plenamente su luz; sin alas, sin boca, porque yo también fui pelícano.
Dedicado a la magia del pelícano muerto, que torpe camina en vida, que torpe se alimenta, que torpe así, es maravilloso cuando por sobre las olas extiende sus alas, ya muerto. (Efecto Morrison)
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