Miró sus manos sobre mi espalda, sus ojos siempre fijos y oscuros parecían dos manchas que jamás se borrarían de mi cama.
Miró sus piernas siempre extendidas, sus tetas quietas con sabor plástico parecían dos globos que nunca se iban a romper.
Faye me quitó los gritos, me dejó tres fotos y se marchó.
Miró sus manos contra las mías, sus dedos mal trazados y sin uñas parecían los de un juguete de la infancia.
Miró sus pies sobre mi pecho, sus pasos sin vida y viejos parecían dos cosas que nunca me iban a dejar.
Faye llevó sus besos, dos libros, un viejo perfume y se alejó.
Miró sus labios tan gastados, limpié las gotas de ese líquido blanco que tanto le ofrecí, ese líquido que se confundía con hostias del señor.
Miró su entrepierna tan rota y humillada, mis dedos comían toda magia color piel que no tenía la costilla de Adán.
Faye me vio sobre ella, vomitó y lloró, tomó lo antes mencionado y la puerta cerró.
Nota: Inspirado en el personaje de Faye Wong en 'Chungking Express' (Faye)
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