miércoles, 22 de diciembre de 2010

Veintidós (Yo sí quiero...)


Te he pedido demasiada atención y tienes cosas en qué pensar, sólo te quería recordar que sin ti yo no soy nadie...

Bunbury


Yo sí quiero, un amor civilizado, con gangrenas, delicadas y apropiadas. Yo sí quiero, tu frío de verano, mi angina atormentada, por los cielos de tus pechos. Yo sí quiero, dos lapos cada tarde, y pintarme con las rabias, de tu abril y un tanto más, yo sí quiero, tu cruz con tus dos clavos, a tu cristo embriagado, por tu falta de bondad. Yo sí quiero, dos veleros en mi cama, con sales azucaradas, que son besos de tu mar. Yo sí quiero, ponerme tu pijama, abrigarme con tus ganas, de querer un poco más. Yo sí quiero, tu cepillo de dientes junto al mío, acompañando ese espejo, que sólo te ve brillar. Yo sí quiero, tus manos para hablarles, de mi día y mi tarde, de mi noche y mi aguantarte, los dolores de cabeza.

Yo sí quiero, que me odies en tus cortos periodos, que aborrezcas mis prosas, porque tanto amor, sé te espanta. Yo sí quiero, los vestidos que te tapan, tus ideas y mis ganas, de ponerte uno a uno todos ellos, para luego desquitarme con tu extensa desnudez.

Yo sí quiero, tus gritos y tus miedos, tus rencores tus no quiero, y que loco que dejes, de tantos volver. Yo sí quiero, colgarme en tus rabietas, formarme con tus tretas, fundarme tu ciudad. Yo sí quiero, pelearme con tus treguas, que derrotes mis guerras, mis yo puedo, mi todo lo que haré. Yo sí quiero, enterrarme en tus entrañas, amarte en tus migrañas, que juegues con mi tú. Yo sí quiero, rogarte tu pasado, tus estribos tus anzuelos, tus cadenas y tristeza, penas y algunas groserías.

Yo sí quiero, cenar con tus favores, robarme tus agendas, confundirme con tus medias, yo sí quiero, un tatuaje con tu nombre, tu arrebato, tus zapatos con pucheros, y una caricia por semana. Yo sí quiero, curar todas tus grietas, vivir con tu salud, yo sí quiero, pintarme con tus bragas, rozar todas tus mañas, comerme tus manzanas. Yo sí quiero rimar molestia con romance, y me pidas volvamos a empezar.

Lo que no quiero, muchacha de ojos tristes, es que mueras sin mí
.

Yo sí quiero, rodar sobre tu cama, pelearme con tus ganas, perderme en tu pequeño jardín. Yo sí quiero, veintisiete de mayo como mi cumpleaños, y todos tus inventos, para confundirme en tu rebaño. Yo sí quiero, tomarte la palabra, beber de tu cuchara, romperme por ti las ganas, de querer sufrir un poco más, lo que no quiero, pequeña de ojos tristes, es que mueras sin mí...


*Con Sabina, en mis noches con tequila.

A Cambalache, for sentimental reasons.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

El sur, una desolada forma de viajar


Bravo,
permíteme aplaudir, por tu forma de herir, mis sentimientos...


Bunbury


Del más allá, la lucha del fémur contra el húmero, se ensaña en mi cuerpo, y la piel no soporta ya, ni su leve murmuración. La pesadilla frunce el ceño, sobre la negra serpiente de asfalto, que esnifa, la perpetua anidación de los que viajan, al sur de los canallas olvidados. La mente divagar no quiere, ni mezclar botellas llenas que se acaban en mi garganta, con pipas de hash que se filtran en mi angina. Sino respirar de otro, la vulgar cofradía del abandono. Sufrir los más terribles tormentos es tradición de poeta, morir con las más puras agonías es linaje de bohemia, pero agonizar por algo distinto a todo ello, que se resuma en ella, ¡dios mío habremos muerto!, para la tarde habremos muerto.

Cuando el sol le gritó a la luna un rayo de luz, el balcón más tenue del olivar se desnudó completo, ofreciendo aquellas tetas redondas y dulces, que parecían en sus manos, dos corazones tan grandiosos como duraznos dorados, y colorados, y tibios. Probé yo, con los índices sus cumbres, duros mercaderes de la muerte, que te hacían sentir más vivo que el Jesús luego de su tercer día, y los atardeceres cansados nos acomodaban las brisas, en los ojos achinados más grandes del orgasmo, que ella mantenía, y que yo cometía.

Cuando por fin el número doce del reloj se acomodó exacto entre los pechos de aquella mujer medio tostada por el sol, me gritó desde su rajadura, algo húmedo como la mar, y salado como la mar, y peligrosa como la mar, ¡coño!, he naufragado en su mar... Sonrió con cierta majadería después, que me pedía acurrucarme levantando sus piernas, y estacionar así, aquello que la tenía loca loca, y a mí tibio tibio, y cansado cansado, y ahogado. Sí, ahogado.

Mantuve cierta distancia entre la perra blanca y mi mano, porque mordía si se le daba de comer, porque ladraba, si te veía pasar, porque así era ella, luego de un par tequilas y algo más. Ella mantuvo su distancia de mi sombra, porque luego de tres tintos en copa, yo le estiraba la mano, y los pies, y la lengua, y algo más, que era una especie de yugular. ¡Vaya jaguar!, ella atrapando mi especie.

En una cama de piedra duermo, que construida fue, en el sur de todos los sures, con las manos heridas, con los pies cansados, con los ojos rasgados. Me llamó desde su hogar, extrañando mis voces, que era toses, vulgares cofres de maldad. Y recostado estoy, en la dura cama que es una niebla, porque no está ella, ni cantando, ni desnuda, ni brincando como una muda, cuando el dedo se cortó, encima de mí, porque su caballo fui. ¡Oh lento andar!, de mi paso a paso, en su cuerpo.

Canalla soy porque he abandonado el beso y peso de otra mujer, en la niña del ayer, que jugaba con ballonetas, que eran caricias de sus dedos, en mis costados, en todos mis costados...


Desde el sur de todos los sures.


domingo, 5 de diciembre de 2010

En diciembre, mes glaciar


El diciembre, mes glaciar,
sus nubes retira,
y un abril primaveral
a la tierra admira.

Vegas


I

Abriré, de algo llano un cementerio, como garra de gato, y cuervo, dentro de la llaga. Sepultaré mi odio, de la que se juró mía alguna vez, y este florecerá, como el cactus dentro de la nada, y roja será, la cruda flor de la amargura.

Abriste, de mi olor la caja dentro del lodo, a tres metros de la mar, tú sabes que yo sé estar libre, pero te siento respirar... Y te aborrezco una vez más.

II

Beberé de la mar y sus hermanas, olas enteras de maldad, como diciembre en su nostalgia, tibias formas de ahuyentar, la angustia brava de la marea.

III

Sucede que es diciembre y no abril el mes más cruel, ¿quién se lo iba a negar?, sí, aquí apesta a pólvora, y chas estornudo y me hago llama, ¡leve quemadura!, del hachís en la boca, como pipa y madera, arrogantes humos de la sabiduría...

IV

De mujeres y saliva sólo está hecha la vida, ¿qué hago yo?, si aún creo en la idea absurda de la mujer, que anuncia sin anunciar, algo detestable como ofrecer cariño, y dejarte después, como al perro más triste del mundo. Noviembre, noviembre será la puta nostálgica que anuncia el mes glaciar más pronunciado del año, que sin regalos estará mi lana, y sin sus manos, que se han convertido, en garras austeras de poca inocencia...

V

Demostré mi cuerpo mutilado, en diciembre la carne vale más decía el pobre mercader, mostré mi costilla perforada, en diciembre el hueso pesa más ladraba, enseñé mi estrecho de costillares, en diciembre todo es rojo como usted. Dijo el hombre embelesado.

VI

Suave herida la mía, que el cuerpo entero como una uta me ha consumido, ¡gangrena!, de mi amor sin su atención, ¡fiebre!, que es algo ardiente, en mi falo flácido, como el germen de la necedad.

VII

Idioma de imbécil; amor que no existe, sí, maravilloso síntoma de necesidad, que es si no estar con ella, y ella sin estar contigo. ¡Dime!, no te diré nada, ¡dime!, no diré nada, ¡dime!, diré que ya no te necesito.

VIII

Te querré siempre, y le creí, te amaré por los momentos, y le tomé la palabra, te adoraré cada día, y yo, le juré la voz...

Hoy, al verla con otro, no me queda más, sino gritos de odio diciendo, que te vaya bien miss carrusel, que te vaya bien sin mí...

IX
Y dices que te has alejado de mí, pero yo te siento, te siento cuando respiras… No te pongas esos harapos por mí, sé que no eres pobre, no me ames con tanto ardor, cuando conoces todas tus dudas.
X

Abriré la misma carroña vacía de mi esperma, imaginando a un niño nacido en diciembre, de una madre tuberculosa, que es sino una huella, de fluido, sobre mi cama.

XI

Hiciste de mí una copa perversa, que ya no es más sino una magia neutralizada en la carta de un don nadie, tú, serás ya ella, que me dijo, alguna vez que me adoraba, y que hoy, siendo aún ese don nadie bajo la carta de ese otro, justificaré mi existencia, con una bala dentro de mi sien, que será una caricia de tus manos, sí, esa caricia de tus manos...

XII

Comeré dentro del plato material y familiar de maldiciones, y vomitaré cada trozo, como a esos niños que también fueron vomitados, dentro del maizal de la inocencia de su estupidez. Dime si jamás fuiste niño, y creíste que el fin del mundo no era sino una mujer, una mujer vestida de amor innecesario, que te decía, que te mentía, que tal vez pedía... te amo más que ayer...

Odisea.

Te regalaré tus doscientos huesos y un collar de calaveras, para que no sepas nunca, donde encontrarme. Y hallaré yo, la magia puta de otra mujer, en una cama, que es una boca, y esa boca una nada, una nada llena de bendiciones llamadas eyaculaciones. ¡YES MISS! Ya no te necesitaré ni hoy, que es diciembre, ni mañana, que estaré muerto.

Y si no me entra la locura, se esfumará la esfera de la promesa irremediable, del vino en la sangre, de mi falo en tu sexo, que es lo mismo.

Que fácil hacer daño y, que te lo hagan a ti, y a las personas no hay quien las entienda, será que a lo mejor, les resulto tan extraño sí, como ellos lo son para mí...


* Bunbury, Vegas, Cohen e inspiraciones.



Modificado, por un domingo en el vagón. Y será ya, la idea feliz de un conejo viendo su reloj.

martes, 30 de noviembre de 2010

Amor en tiempos de pólvora (Acto seguido & Nikon)



Ya viví, sufrí y amé, y todo ¿para qué?...
...Viví, sufrí y amé, vale y ¿ahora qué?

Vegas



Ella siguió poniendo dos cubiertos en la mesa, y conversaba sola, como si nada, sentada a la ventana, esperando alguna sombra y cantando hasta la madrugada; no te vayas, no te vayas*... Desperté con un agudo dolor en la cabeza, enterrado en la cama que sobre el parqué dormía, camuflado entre aquellos almohadones indios, perfumados, nada coloridos. No estaba ella, abrí seguros los ojos inseguros, tampoco, no aparecía ella, me puse en pie, me dirigí al cuarto de baño, nada. Abrí las puertas del balcón por aire, sentí la frescura de la mañana sin brisa, al regresar vi los fetos de hachís que se mezclaban sobre la mesa de noche con otras hierbas, suspiré al verme desnudo y me dirigí a la cocina por algo de beber y no sorprendía ella.

Me vestí, lavé mi rostro, acomodé mis pies dentro de los calzados y salí de la habitación sin puerta, de la casa sin dueña, del recinto sin perro. Al vislumbrar el primer olivo cubierto por los rayos del sol y su verde acogedor, sentí una mano aferrándose a la mía, sin tiempo a nada me abrazó desde atrás, me detuve, cuando percibí aquel suave perfume de la anterior noche.


¿Por qué te marchas?, me levanté y no hubo nadie, ¿por qué huyes?, desperté y... Por qué te vas si puedes quedarte, hoy, ayer, pasado y mañana, me silenció antes de terminar lo que decir quería.

Me destrozan los cantares de los cuchillos en la cabeza dije, y nos dirigimos a la farmacia más cercana, señorita, buenos días, la cabeza está que me explota, ¿está resfriado señor?, señorita, olvide lo de señor, solamente sálveme, que me está matando la cabeza con su dolor. Señor, ¿sufre de migrañas?, señorita por favor, necesito algo contra este maldito dolor, le daré algo contra la migraña, ¿cuántas tomas desea?, ¿cuántas necesito para morirme? La señorita me miró extrañada, mi acompañante volteó la mirada tras sus lentes como para no reír, disimulando así su respeto. Señor, ¿cuántas tomas?, cien por favor, y cien para llevar. Creo que el dolor que tiene no es otra cosa sino resaca se anunció mi acompañante. Señorita, mejor mil, que no llevaré nada a casa.


Ella preparó zumo de naranja para mí, de fresa para ella, sobre la mesa acomodó con sus elegantes delgadas manos el cruasán que había comprado mientras dormía yo, cortó queso del día, almendras, y tinto. Yo como espectador presumía admiración por sus manos, me gustaba verla entretenida en algo tan sublime por la mañana al mismo tiempo que adorables gestos le obsequiaba a su nikon. Se sentó a mi lado luego de colocar una servilleta en mi regazo, levantó el tinto en copa mientras yo la miraba, ella me alzó el tono de los ojos chinitos, levanté mi tinto en copa aletargado, chin chin dijo, golpeando su copa en mi copa, y bebió, y bebí. Sus ojos me bajaron el tono mientras yo subía la voz de mis manos dentro su vestido, ella giró lentamente las piernas en su mismo sitio apuntándome con su sexo, el grito de mis manos crecía mientras sus ojos chinitos grandes se hacían y luego pequeños, se abrían, se cerraban y empezaba nuevamente el mismo acto. Ella se levantó agarrándose de mi cuello, su silla de espaldas cayó, mis manos en sus posaderas en frenesí entraban, ella se montó en mí delicada, sin antes quitar la tela que había tendido en mis muslos minutos antes, es para no perder elegancia al comer susurró antes de bajarle las tiras del vestido.


¿Te marcharás de madrugada como la última vez?, soy un gato mujer, y como gato debo aprender a marcharme. Ella es muy hermosa, no me parecerá extraño que regreses a su lado, mujer, como gato, no podré volver a ella, primero, tendrás que matarme todas las veces que estuve aquí, tratando de olvidarla...

Desde la cama vimos una película que años guardada estaba, a la mitad me dormí, ella a la otra mitad despertó, y estando sumido en las profundidades del colchón, con cámara en mano, me guardó para sus mañanas y despueses. Desperté una hora y algunos minutos tarde, ella recostada a mi lado me miraba, chis dijo ella y flash su nikon, mis ojos se cerraron al unísono, y antes de abrirlos los besos más descontrolados me cayeron torrenciales, y sobre mí colocó su peso entero, al momento que Cohen desde el balcón So long, Marianne bajito cantaba. I forget to pray for the angels and then the angels forget to pray for us. Es mentira pensé... porque no le he rezado a los ángeles, y me estoy acostando con uno en este preciso instante... ¡DIOS ME ENVIDIE!

Yo besé sus tetas que eran medianas cuando con sus manos me hacía tocarlas, luego bajé por la costa entera de su selva podada, giraba ella sobre el colchón, me movía yo dentro de ella como krakenes dentro de túneles sujetos a otros túneles. Más tarde ella con su sabiduría de besos amaba cierto tentáculo del kraken, con virtudes mayores a los milagros de cualquier dios. Subió hasta mi boca después, rogó dos veces, pidió tres veces, gimió una vez, cuando al final de mi prematuro orgasmo, la noche a penas iba por su mitad, y desde el balcón la luna más horrible del año nos iluminaba torpemente, ¡oh suerte defectuosa la de la luna!, que enredados nos veía.

Eres manjar en carne, para los carroñeros como yo, beberás vino de mis labios comentó mientras fue por un tinto, me gusta tu baja espalda, sobre todo los hoyuelos que formados casi al final de tu espina están. Me adoras, así lo niegues. Y es que no lo niego mademoiselle, nadita lo niego, me he aferrado a sus curvas para morirme a la velocidad más injustificada. Quiero beber vino de tus labios atinó luego a decir, cuando me ponía en pie para recoger los restos de otros tintos a lado de los cruasanes restantes y su compañera de viajes, quizá fue para no sentirme tan borracho. El aire frío entraba desde las ventanas del balcón, y cuando vio en mis manos su nikon ella aprovechó en ponerse un liviano suéter lila, regresó con el tibio puchero de siempre, se recostó en la cama con un cojín delante y uno más grande detrás, chis dije y el segundo de mi demora bastó para que ella cubra su rostro con ambas manos.


Adoro cuando me recorres entera con tus manos. Sucede que cuando lo hago, me siento como Bouguereau, me encanta cuando te pones elegante. ¡Bacante hermosa!, dame un poco más de tinto per favore, ¡tu Baco lo implora! Ella tomó de la botella con todo el descaro de no usar copa, y desparramó dentro de mis fauces su vino ensalivado, su lengua difícil, sus dientes morados. Y Cohen con su They fall among the voices and the wine acompañaba desde el balcón.



He hicimos el amor, una vez que sentimos el frío**...

Come over to the window, my little darling, cantó caminando hasta donde estaba Cohen, sus blancas bragas con pecas tatuadas apresuraban destreza, sus tetas fortalecidas con mi tacto se movían por el síntoma de la gravedad, volteó, Come over to the window, my little darling, volvió a cantar y me expulsé de la cama, lento hasta donde ella estaba. I'd like to try to read your palm. junto a Cohen cantaba, no hallarás más que vacíos solamente dije. Well you know that I love to live with you, canté devolviéndole el gesto al unísono con Cohen pero en un inglés tan de mierda como no. Sus ojos se abrieron como cofres de oro llenos en manos de piratas desalmados, lanzándose hacia mí, abrazándome como gato en su bolita de trapo, besándome las manos, la boca, los verbos mientras mis manos escribían tales verbos, en su piel. But you make me forget so very much. Cantó el dios, y tanta razón había...



Desvestí mi falo dentro de ella, culminando un polvo glamoroso, llegando casi casi a las tres de la madrugada, sin frío desde el balcón, húmedos bajo la seca noche, estando débiles, ella aún sobre mí, me besó una vez más, quedando un poco dormida tras lo que fue. Minutos cortos pasaron, la acomodé a un lado, la vestí con las ropas de la cama, se veía tan hermosa envuelta con esas sábanas blancas, su piel poco tostada por el sol, convertía en mágico el lugar, donde el diablo que era yo, seducía cada noche al ángel de los ojos chinitos más dulce de la historia, y el que la abandonaba al amanecer.

Say goodbye to Alexandra leaving. Desde el balcón el dios Cohen murmuraba, Then say goodbye to Alexandra lost. Desde el balcón, el dios Cohen recitaba...

Cuando me perdía por el umbral de la puerta invisible, su voz se oyó, quédate, ... (mi silencio) Quédate y te haré una fotografía de mis ojos y mi sonrisa con mis propias manos, la que tanto quieres... No mientas, dijiste que únicamente la harías cuando estemos muertos y me ames. Ella golpeó la cama en el sitio aún caliente que era mío, ven, tu Bacante lo implora. Los dioses nunca hacemos caso a las plegarias, ven, hay una botella más de vino aquí a mi lado... Está bien, pero aún siendo comprado tan barato, aspiro lo pactado.


Sus manos se hicieron envolturas, sus brazos y piernas collares, su boca típicas caricias de bondad, mientras sus cabellos danzaban al verso final de Cohen, con su I have tried in my way to be free... Sí... he tratado de ser libre con una mujer que no eres tú... Pensé antes de morir...

*Los ojos de la tarde. Daniel F.
**Las inmensas preguntas. (El género bobo) Nacho Vegas.
***Se reservan los derechos de imagen.

martes, 23 de noviembre de 2010

Amor en tiempos de pólvora


Soy como tú estás, soy como te sientas, soy Satanás, soy la Cenicienta, soy una vara, soy un tirano,

soy malo malo...


Pereza



Un día quieres dejar el mundo entero por mí, la misma noche te aburres y no soy para ti, como quisiera tenerlo tan claro, como lo tienes tú.* Porque quedan solamente, los recuerdos machos sin hembra, que entre ellos no se fecundarán mas, aquellos placeres momentáneos de la mente, ni sabrá ya mi mano qué es tu mano, ni mi boca qué es tu paladar. Era la noche del fin del mundo, un noviembre triste de muchos que ya, se habían propagado. Yo prendía sobre una cama la pipa tres de hachís, ella escribía tres líneas sobre una negra mesa, sus manos tétricas y huesudas me rozaban los nudillos cada diez minutos, y reía, reía como nunca antes vi reír yo a una mujer.

Horas antes nos presentamos, ya que nos conocíamos en palabras de otros, mientras fuimos por café, jugo de fresa y tal vez una película moderna, nos pusimos al tanto ya en palabras personales y nuestras. Ella reía, reía y reía, y nunca yo había visto reír a una mujer como ella lo hacía. El café terminó, la fresa, la moderna película y también su risa, estábamos ahora en una habitación tétrica, que no era huesuda como sus manos, sino más bien oscura, oscura como sus ojos. Ella esnifó las tres líneas que escribió y yo fumé la tercera pipa sobre la cama. Se acercó, acarició mis nudillos una vez más, sonrió, sus ojos negros y chinitos lo eran todo, me besó, sus ojos chinitos y negros todo lo eran.

Cuando por fin despertamos nos unía un asqueroso dolor de cabeza, ella quería estar desnuda y yo ponerle las ropas, yo apetecía lavarme el rostro y ella acariciar mi barba, la pipa sobre la mesa saludó las tardes malas de un sábado cualquiera, su ropa interior negra me sedujo hasta el cuarto de baño, donde me comí con ella un polvo acogedor que luego vomitamos, porque terminamos abrazando el lavabo ella y el váter yo.

¿La amabas?, sí, como se aman ciertas cosas.
¿La odias?, sí, como se odian ciertas cosas.

Luego de sentir el agua fría y tibia su boca, salimos disparados hasta la cama, donde ella no se negó cuando le puse el sujetador, al instante que sus tetas se despedían de modo pequeño, sutiles tetas las de ella en mi mano, sin ruido, sin bulla las acariciaba, mientras ella reía, juro por dios que no existe que ella reía y reía, como yo nunca antes vi a una mujer reír. Tengo dos besos en casa, tal vez un abrazo, dos tazas de café y un sueño de cuatro horas. Te acompaño le dije, y me tomó por los nudillos, acariciando mi barba.

¿Morirías por ella?, no, porque no se puede morir dos veces.
¿Estás muerto entonces?, no, porque no se puede morir dos veces.

Caminamos calles que no conocíamos, recordando cómo llegar a casa, ella tomaba mi brazo, yo tomaba sus besos, y dentro de todo el abrumador presagio de un polvo futuro, me consumía aún la idea fúnebre de aquella dama que me juró con la boca un cielo sin ser dios. ¡Rayos!, ¿qué pasa?, creo que estoy muriendo. Dijiste que no se podía morir dos veces. Quizá mentí un poco...

Al entrar en la habitación nos miraron los cuadros más tristes del mundo, y la cama, la feliz cama nos veía ahí parados, ella de mi brazo, yo de su boca. Nos besamos golpeando algunos muebles, caímos en el lecho, sus pequeñas tetas dentro del sujetador tiritaban inquietas, y mi boca en su boca, y sus brazos aferrados a mi cuello, su pelo, sus ojos chinitos, ¡mi pipa!, ¡coño!, olvidé mi pipa en aquella habitación...

Era ya el tercer polvo que nos ofrecimos, me abrazó algunos minutos, me miraba, acariciaba mi barba, y reía, reía y reía, mientras yo, adorando su risa festejaba en sus pezones, tibias caricias con mi índice. Luego se levantó dando un brinco, la cama en el suelo y yo sobre ella, mirábamos como se iba por aquel espacio donde no había puerta, ¡qué culo!, ¡qué flaquita tan rica!, ¡qué ojos chinitos y negros más bellos! Regresó minutos luego con dos tazas de café, una por mano, y desnuda ella bebía su café, y desnudo yo, bebía su café, recostados ambos, pensando en cómo rayos pudo habernos pasado todo aquello, sin predecirlo, sin quererlo, sin conocernos. ¡Coño!, ¿qué pasa?, ¡mi pipa!

El café acabó, el aroma persistía aún en el ambiente, la cama deshojada, ella desnuda, ¡riquísima!, y desnudo yo, respirando de su café, que luego se hizo un beso, el beso sin risa con sabor a café más largo de la tarde, y también culminó la tarde, la noche presente se hizo, ella aún desnuda, yo con la abierta camisa y el falo colgando fui por agua a la cocina.

¿Piensas en ella en este instaste?, en todos los instantes pienso en ella.
¿Hasta cuando hicimos el amor?, quizá mentí un poco...

Casi golpeaba en el reloj la hora once, dos botellas de vino a un lado de la cama destripadas de su uva estaban, nosotros bebimos de esos entreveros, y luego de habernos revolcado en la bañera dos veces, nos quedamos profundamente dormidos por cuatro horas. Cuando abrí los ojos sentí un peso seco encima de mí, era ella, y su cabello oscuro cubría mi piel, sus pies en mis pies, su mano en mi mano, su risa en mi pecho. ¿Quieres más vino?, un poco tal vez. Ella se levantó con el rostro somnoliento, caminó hasta el estante pequeño de su habitación torpe y delicadamente, tomó una botella de vino blanco, la descorchó, me miró y luego se acercó moviendo esas curvas directas de su delgadez, y sus tetas, ¡qué tetas!, pequeñas en mis manos, medianas en las de ella.

¿Tendremos otro momento como este?, tendremos años como este momento.
¿Estás mintiendo?, sí, quizá lo esté haciendo un poco.

Ella se puso en pie nuevamente con un puchero lento, con los ojos tristes, y negros, fue hacia un cajón cualquiera, sacó de él un pequeño paquete que abrió suavemente, ¡bendiciones! dijo acomodándose el cabello hacia atrás, se quedó parada unos segundos... ¡MIERDA!, ¿qué pasa?, ¡TU PIPA!, y reí, juro por dios que reí y reí.


*Como lo tienes tú. Bunbury & Pereza. Versión Malatesta.

lunes, 22 de noviembre de 2010

Veintidós (Dedicatoria)


Vámonos...

Enrique Bunbury



Cruz commissa.

De boca,
fue tal beso
como crucificado
en el Gólgota.

De mano,
fue tal caricia
como clavado
en la cruz.

De risa,
fue tal calvario
como resucitado
en el ataúd.



Adiós siempre será un saludo.

Adiós,
saludó su boca,
adiós,
me dejó su beso.

Adiós,
habló su ropa,
adiós,
me abrigó su copa.

Adiós...
siempre será un saludo, le dije.


A Cambalache, for sentimental reasons.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Tres de romanos


Evidentemente soy un hombre débil. He probado a recurrir a la Biblia, a los filósofos, a los poetas, pero para mí, no sé por qué, ninguno ha dado en el blanco. Hablan de algo completamente distinto, por eso dejé de leer hace ya mucho. Hallé cierta ayuda en la bebida, en el juego y el sexo, en este sentido me he portado como cualquier hombre de la comunidad, la ciudad, la nación. Con la diferencia única de que a mí no me interesaba triunfar. No quería familia, hogar, trabajo respetable, etc... Y así veía yo. Ni intelectual ni artista, sin las auxiliadoras raíces del hombre normal...


Bukowsky



X

La rosa
frenética esmeralda de la espina
que en mis dedos sus puntas afina
y sangro loco
y morir es poco.

La risa
infelicidad desmedida
que en mis centros clava sus heridas
como llaga dentro de la vida
y vivo loco
y morir es poco.



XIV


Frígida mujer
que besos manda
desde su túnel
a la sien.

Frígida mujer
que por su gatillo
grita leve
hasta el seso.

Frígida mujer
que reptil parece
por piedad...

¡Matadme!



XIX


El esmeril
ante el diamante decae
eréctil
como mazo
en la cabeza del que golpea

-y envilecer quiero
tu cuerpo
por mi arrogāre.


De Poemas Romanos.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Los caminos ocultos



LI


MENTIRA. Si lo hacía de engaños,
y nada más. Ya está. De otro modo,
también tú vas a ver
cuánto va a dolerme el haber sido así.

Mentira. Calla.
Ya está bien.
Como otras veces tú me haces esto mismo
porque yo también he sido así.

A mí, que había tanto atisbado si de veras
llorabas,
ya que otras veces sólo te quedaste
en tus dulces pucheros,
a mí, que ni soñé que lo creyeses,
me ganaron tus lágrimas.
Ya está.

Mas ya lo sabes: todo fue mentira.
Y si sigues llorando, bueno, pues!
Otra vez ni he de verte cuando juegues.

César Vallejo.


El andar.

El hombre llano, sin preámbulo a nada, consume de su heroína, silente como el humo. Camina haciendo sonar sus tacones, un golpe seco cada tres pasos, y cojea y tropieza y cae, oh torpe andar del hombre que consume heroína.


I


La cumbre,
desolada como la noche
que vislumbro con reojo
de una puerta cerrada.
No soy ya,
la exclamación de eso
que se enrosca como dedo en tu pubis
oh pubis maltratado,
angustiado
que verdoso destila
húmedos compatriotas del vello.

Agoté
febril lo hirviente
de mi semen a otro semen
blanquecinos títeres del movimiento
sin aroma como frazada
que pende de una boca
rápido
como el niño que un día nace
y al segundo perece.

De Poemas Romanos.

viernes, 5 de noviembre de 2010

Resurrección


Dios ha muerto. Dios sigue muerto. Y nosotros lo hemos matado. ¿Cómo podríamos reconfortarnos, los asesinos de todos los asesinos? El más santo y el más poderoso que el mundo ha poseído se ha desangrado bajo nuestros cuchillos: ¿quién limpiará esta sangre de nosotros? ¿Qué agua nos limpiará? ¿Qué rito expiatorio, qué juegos sagrados deberíamos inventar? ¿No es la grandeza de este hecho demasiado grande para nosotros? ¿Debemos aparecer dignos de ella?

Nietzsche,
La gaya ciencia, sección 125




La madrugada del fin del mundo.

Corrí, corrí porque a pasos agigantados, la tenue verdad, la que se distinguía frágil, como un moribundo a punto de morir, se me esfumaba. Sí, galopé, para lograr la erudición con algo obscuro; ¡oh desenfrenada noche, oh claustro de mi fobia, oh caviar artificial!, que dentro de su calma más grotesca, el radiante sueño se hace menos cruel que la insolencia. Quise rebuscar dentro de un huevo plastificado, la idea de un profundo asesinarme, grano a grano, consumí de sus semillas, grano a grano, las despojé de mi cuero minutos tarde, al simular un yo sin ti no puedo más, al dibujar en el llano de mi verde cama un no me sueltes nunca, quizá también, antes de culminar el primer tramo, un moriré sin ti, lo estoy haciendo nena, dejarme no pretendas.

Ella consumía de mis abrazos, como tierno un niño, acurrucado en su madre, ella bebía de mis temblores, fieros temblores, de mis fríos, de mis sudores. Me dijo que me quería, y cuando en el eco le amé, calló, en silencio me miraba sin mirarme, su lástima hacia mí, era terroríficamente notoria, en mi cráneo millares de puntas sentí, como bandadas de aves que chillaban, perforando con sus picos mis ideas, como a una roca la diamantina; sentí así, los venenos más negros de la pestilente humanidad, dejándome sus yo internos, y cuando por fin seduje a la muerte, y cuando ya casi, cuando casi tenía a esa blanquecina sombra vestida de noche rozándome, se esfumó como humo del tabaco, cuando el fuego logra su querer absoluto en el pulmón del hombre. Sí, de igual modo se fue.

Logré perpetrar mi propio daño, contra mí, embravecido como escorpión, clavando mi propia espina en mi dorsal, rehuyendo a la rosa blanca, al pavor de la triste rosa blanca sobre el mármol. Caminé, luego de correr caminé, retomando el espacio reducido a nada, de mi andar macabro, de mi llorar, de mi llorar poco audaz.

No pretendo morir más, ni busco consuelo en las tetas, ni en mi verga, porque ya todo se ha consumado, el fin de los finales, el the end más prolongado de toda la imaginación, se ha cantado, el Ave Fénix, una vez más, habrá volado.





Imagen de catnez.com 'Ave Fénix'




Como las dos torres de la nueva roca caigo
mis muros en el aire se entretienen
mis soportes ultrajados se destrozan
y me desmorono ante los ojos de la humanidad maldita.

Con los pies rezando
ofrendas de pasos al tiempo otorgo
y es el tiempo que no sabe detener su espacio
como las promesas del dios al hombre.

El frío clava sus espadas en mis huesos
se retuercen dentro mío
gritan, que deje de temblar
pero tiemblo
tiemblo ante la faz de la tierra.

Como las dos torres de la tierra me rindo
mis sólidas bases se hacen agua
mis rodillas desintegran su rudeza
y recaigo en la angustia de la nada
ante un mirar de la humanidad maldita.

Sábado once de septiembre del dosmildiez.
De "El amor como las dos torres gemelas en Nueva York".


Verso al Fénix.

De mis cenizas, nacerán plegarias ostentosas, que versos son, de las glorias no angustiosas. Mecerán en mi plenitud algunos años de más, notorias en la piel no arrugada por el tiempo, brillaré, dentro de un saco de tormentos, y victorioso alzaré, repleta de vino tinto mi copa, que pedirá ella, se riegue en su boca.

De mis cenizas, verterán oraciones gloriosas, como festín de festines, entre bailes con dioses, caminaré entre los vivos, que ya muerto, habré de resurgir, como la uva, dentro de una botella, haciéndose así, el genio más inmortal,de la mar y su querella.



*Porque always lloraré a la Cambalache, over the rainbow, como tiburones del Caribe, que no consiguieron devorarle en vida, mi goleta, mi bandera, sus tibias en mi calavera, y todo al fondo del mar...

*No fue bueno, pero fue lo mejor. 'El tiempo de las cerezas' *Versión Malatesta.

sábado, 30 de octubre de 2010

Historia de un perdedor


Imagen de Mondragón de Malatesta, habitación vacía, 'Muñeca de trapo'.


Recueste su cuerpo sobre la cama, sé que no es gran riqueza no, pero deje caer su cuerpo de papel sobre la cama, per favore, que le contaré estimada nada mía, le narraré cada estrofa de mi muerte, yes miss, de mi tan intratable muerte.

Nací hace algunas décadas, decadentes décadas, nací entre la maleza de algunas hierbas que el hombre no procura, sobreviví cerca a un pozo, cerca a la madera, lejos de la civilización de mierda, lejos del hormigón, no, no me mire así, disculpe mi ordinario lenguaje, pero no intento exaltar más sus mentes, porque sé, querida odiada mía, que muchas mentes tiene, bajo sus pechos, sobre sus tetas.

Mi madre era una amarga mujer, que tenía azúcar en los cabellos, que adoraba los caballos, que cargaba en su paladar, las angustias más humanas, de aquel mundo color sangre. El río en su distancia susurraba nutrias poco educadas, que en las piedras colocaban blancas sus panzas, y al leve ruido de un motor, el chapuzón llegaba, bellas nutrias de comeres horrorosos, brutales, pobres peces, alimento de aquellos perros de río. Los suelos eran granos de café contra el sol, como cacao olvidando su piel carnosa, el árbol mutilado extrañaba su raíz, la resaca insaciable de padre, se adoraba. Crecí nadando por ciudades, distintas y lloronas, secas como aquellas tetas de la perra que no promulgó hijo alguno, derroté a los demonios, me vencieron las arañas, me subí por los techos de un norte pequeñito, peligroso, ruidoso y sin luz alargados días.

Cuando cumplí doce, supuse que hallar dinero en la cartera de padre era natural, que festejar sus putas, dentro de los hoteles más caros, era natural, que beber whiskey con él, era natural. No me ensañaron en mis años pocos, que la mano jamás sufre de las penalidades de la masturbación, sino que son las ganas, las que se terminan, cuando el eyacular se hace visible. Vendí drogas a los niños agigantados, sí, esas drogas que dios permite, me revolqué con algunas hembras, y también con algunos machos, besé a los amigos, en los labios y también en los falos, escupí las ideologías, leí pocos libros, coleccioné miles, derroqué sus hojas, batallé con ellas, dentro de habitaciones que jamás fueron mías. Vi las fieles infidelidades de padre, las borrascosas llamaradas de madre, en sus ojos como el café que luchaban contra el sol, sí, señorita, por favor, no se mueva, así, desnuda y abierta de manos, está perfecta.

Cuando me fortificaba aligerado, noté que había muerto muchas veces, y aquí inicia, el sinnúmero de muertes que mantuve conmigo; mencionaré la primera y más importante: Cuando Amelia me conoció, yo disfrutaba de una mujer en vísperas de boda, y cuando amé a la bruja tal, la casada me folló de mil maneras, en el escritorio de padre, en el cuarto de madre, en la puta sala, de hermanares. Ya en el post castigo de una casada fiel a mí, de una novia sin verdades fiel a mí, y un engaño de mierda, que me consumía cada noche, con la mujer que no era Amelia, me hizo gritar, la única crueldad, que jamás debí pronunciar.

Mis piernas se hicieron rocas fúnebres, mi panza creció, mi peso se hizo estático por la bulimia tan ajetreada. Comí de medusas, destrocé sus serpientes, arropé sus vergas, como cántaros rotos los armé, y también los amé. Mantuve cierta distancia entre dios y mi biblia, porque con ella, yo construí los liendrecitos de hachís más celestiales de mis años, y con dios, tropecé tantas veces, que mejor era olvidarlo. Fui Abel cuando hice que dios detestara a mi enemigo, fui Caín, cuando tomando la mandíbula de un animal, rompí, el cántaro llamado cráneo, de hermanares. Mi piel fue cuna de los Hércules, en la infancia que duró seis segundos, en mis talones yacían todos los Aquiles, y de pronto siento que he muerto, y revivo, y muero, y traspiro. ¡Oh fiebre maldita!

Hace dos días, cuando me consagré rey de los perdedores, bajé a los infiernos, vi como ardía ella, Luci al rojo vivo, mostrando sus tetas, chupando sus pezones, recordé cuando era yo una puta, cuando era yo un vecino. Hace dos minutos, veo la pintura cuarteadada, el ahorcado de mi habitación, los libros, la cama, el sofá, mi cartera, mis bolsillos, y cuenta me doy, que sigo muriendo, que nacer es imposible, que impasible es el tiempo, y la vida de mierda, que me ha tocado vivir. Señorita, por favor, no se quite la piel, no es necesario tanta confianza, se lo pido por piedad, no me asesine una vez más.

Fue así, que acomodé a la señorita dentro del armario, como cada noche, luego de limpiarla, porque el fluido sobre la masilla avinagra mis deseos, bajo sus tiesas manos, su boca es una piedra, y me besa, y paso delante de un espejo, lindo maniquí me dice, le puteo, me aflijo, y empiezo una vez más, la misma historia de cada noche.

viernes, 22 de octubre de 2010

Veintidós (Poema a la boca de Mademoiselle Ivonne)



Dentro de aquel espacio, donde se esconde tu lengua, ¡dios mío!, he hallado el cielo.


Mademoiselle Ivonne
tu boca,
es del tango su bandoneón,
Mademoiselle Ivonne
tu boca,
es de la madera su encanto.

Retorcí
de las flores aquellos tallos
mudos señores,
alargados señores
que acomodé en tus labios.

Mademoiselle Ivonne
tu boca,
es de la noche su luz
Mademoiselle Ivonne
tu boca,
es del teatro su telón.

Escogí
del cielo aquellas pecas
iluminadas señoras,
inalcanzables señoras
que coloqué en tus labios.

Mademoiselle Ivonne
tu boca,
es del agua su humedad,
Mademoiselle Ivonne
tu boca,
es de mi boca su utopía.

A Cambalache, for sentimental reasons.

jueves, 14 de octubre de 2010

¿Verdá o consecuencia?


Q
ueridos lectores, y es que queridos son, queridos como el viento en su llanura más bella, queridos como el sol sobre las olas de los más horrorosos veranos. Lectores queridos, son pocos, pero son; con su distancia y no, con sus locuras y no, con sus permanencias y no.

Ha llegado el momento de dirigirme a ustedes, como disparo de cañón, como lengua de gato en la piel, como yo, contra ustedes.

Soy:

1) Un ser sumamente atormentado
2) Un heterosexual marica
3) Un niño gigante
4) Un gato sin perra
5) Un verbo irregular
6) Una puta fielmente casada
7) Un escribidor mudo
8) Un vivo que ya murió
9) Un dios sin descendencia
0) Una nada...

Queridos, lectores míos, y de todos, quisiera responderles, si alguno preguntar quiere, si hay uno, que mantiene, su silla en mi mesa (aún) Si alguno, levanta su copa, conmigo.

No soy:

1) Un ser bondadoso
2) Un hombre piadoso
3) Un niño educado
4) Un creyente
5) Un ser racional
6) Un poeta
7) Un lector
8) Un rey de reyes
9) Un animal feliz
0) Nada...

A quien me leyere, le dejo lo único que puedo ofrecer; mis líneas.

viernes, 8 de octubre de 2010

La nana de los niños muertos


Imagen de Pensamientos, Blogs de pensamientos.


Había penetrado una vez más a la mujer que sangraba, mes a mes, de dos en dos, de tres a seis. Ella insultó mi mutilado esperma, quizá en su lenta presencia, buscaba algo que tal vez no manche la cama con su blanquecino color. En sus verdes ojos como el hachís antes de ser quemado descubrí mi naturaleza salvaje, descontrolada, eufórica, mi naturaleza animal. Es que tener entre mis manos ese frágil pescuezo, o mis palmas aleteando entre sus nalgas, o escupiendo mi lengua como bala entre sus dientes, ¡dios mío de mi vida!, yo no podía contenerme, no podía contener mi caudal, mucho menos prevenir mi locura, aquella estúpida locura. Cuando por fin pude balbucear luego de algunos años esas dos palabras asesinas de sentimientos absurdos, cuando por fin, pude desvelarme por las ideas de cómo no asesinar a aquella dama, cuenta me di, que perdido estaba, perdido y sumido en una de las más aniquiladoras catástrofes humanas.

Te quiero, le dije. Y me miró con ese acento verde.
Te quiero, le dije. Y me insultó con ese tono verde.

Vi luego como se levantaba aquella hermosa dama de la cama donde se hallaba, con ojos de querer matarme, con labios de no querer besarme, con manos de no querer follarme, y es que con esas manos ella hizo que yo me desangrara, claro, porque ahora mi sangre es como la nieve, como la nieve que ella apetece con la boca. Se levantó, y desde la puerta antes de cerrarla de reojo me obsequió el adiós más duradero de toda mi vida. Adiós con un ojo, adiós de lado, adiós hasta hoy.

Te quiero, le dije. Y me apuntó sin disparar con esas dos armas verdes.

Sentado ahora en este pequeño rincón, miro como la noche con su negro vestir se une al humo del tabaco mal quemado, observo el sonido de las manecillas jodiéndose entre ellas, asesinando cada segundo sin la guerra de sus tetas, porque con estas dos manos yo detuve mil batallas contra ellas, y luego se desgarraban una a una, entre mis uñas. Porque mi salvajismo no permitía el romance común de los gatos, sino uno más grotesco, más carnal, infernal. Ella desde la puerta, con ese ojo de esquina, me dio la más descabellada despedida, y sentado ahora, en este pequeño rincón percibo mi inestable más tarde. Me levanté luego de la quinta botella de whiskey, luego del quinto renglón, luego de quinto liendrecito de hachís, me levanté oscilando, casi casi cayendo, ya en pie me dirigí a esa pequeño espacio a mitad del salón, subí a la silla de madera negra, acomodé esa corbata extraña que la sombra de aquella puta dulcemente remendó en mi techo, la ajusté porque la elegancia jamás debe perecer, y ya con el traje completo, decidí estirar el cuerpo, imaginando a todos aquellos niños que murieron dentro de ella, porque tal vez mañana, cuando despierte, ella esté nuevamente sobre mi cama.

viernes, 24 de septiembre de 2010

Bajo los efectos de la pálida dama.


Imagen de Taringa!. "Blancas damas"

Y habla con su madre: "soy yo madre ¿no lo ves?"
Ella dice: "Olvida que algún día te engendré"
Nacho Vegas.


La serpiente me observa, soy la rata inmunda que entre sus colmillos perecerá tras un temblor y un ardor; respuesta a la causa de su veneno. Me observa también su lengua dividida, excitando el aire, mientras sus ojos muertos como negro cavilar me susurran un pequeño espasmo dentro del pantalón. Ella pretende sobre el suelo sus tetas invisibles, raspando su piel contra la piel del suelo, ¡oh leve movimiento del pene entero!, ¡una serpiente!, que apetece su forma flácida, como una lengua dentro de mi boca adormecida.

La serpiente se enrosca, soy los huesos que adora entre sus apretados músculos aquella dama encantadora, y no seré yo quien decida deshacerme de su cuerpo mutilado, sino que serán sus curvas las diosas carnales que mis formas transformen en polvo, y de aquel pálido polvo tres líneas parirán su encanto, ¡oh nariz pobre de pensares!, como avatares, mis ojos sangran en mi garganta que derrumba sus hablares, cuando dentro de una pústula expulsa su cariño en forma de pus, su ponzoña de lento asesinar.

La serpiente abre sus fauces, soy la pierna de madera que sentirá su crujir, cuando esos dos filos dentro de mí logren dos aberturas similares a una guerra, llena de seres blancos como líneas de aquella hermosa dama. Y decidiré por fin si las engulliré al instante que respire, o si prefiero me muerdan, incrustando en mi lenta agonía aquel escalofrío desatroso, que no supera la noche cruda de la resaca, y que dentro de la eyaculación más pobre, la serpiente me seduce, y que yo beba de ella, como niño en un crimen de teatro, fingiendo ser arrullado por la violación sobrenatural y clementina. ¡Oh falo perfecto!, me miras desde lejos, hermosa línea que se adentrará en mis narices, ¡oh perfecta cocaína!, no habrá mejor serpiente que tu hermoso cuerpo entre la mesa, y mi vida.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Uno y medio


"Y morirme contigo si te matas,
y matarme contigo si te mueres.
Porque el amor cuando no muere mata
porque amores que matan nunca mueren".
Sabina.



Uno y medio.


Son tus besos,
una lengua,
con sabor a pechos
sobre mi cama.

Son tus manos,
un franja,
de poemas
sobre mis ramas.


Ella se vestía de lunares, comprendiendo así, la magia del pañuelo, que danza sobre el virgen suelo, como una estela, que se deja sobre la estéril tierra. Ella en su fragilidad asumió la pureza de una manera esencial, como el calor puro, de un lienzo oscuro.

Nena, píntame la piel, no pretendas disimular conmigo.

Ella aparcaba sus manos, vestidas de jaguares, sobre mi espalda angustiada, que una a una, dejaba ella las heridas, que eran lentas y largas, sutiles, como las respuestas de dios a mis plegarias. Ella consumió, como adicta mis líneas, que eran dos, como un gesto absurdo.

Nena, bebe de mi boca, no quieras disimular conmigo.

Ella remojaba su lengua, dentro de mi lengua, asimilando así el agua que no purifica, como león que ruge, dentro de su leona, así consagramos juntos, la ruda historia, de un hombre que no sabe follar, y la nena, que jamás intentó volar.

Nena, muere conmigo, que no querré vivir más contigo...


A Cambalache, for sentimental reasons.

lunes, 13 de septiembre de 2010

Sueños imperfectos


Imagen de Mondragón de Malatesta, Presbítero Maestro. 'Oración'.


Oración de una puta.

Puta dices, piso tres
porno seis
come carne
rezo a Satán
dices bien.

No perforo
añoro
humanidad,
no carcomo
imploro
fragilidad.

¡Qué peste mi peste!
oh falo inmundo
oh desprecio
oh tertulia
la tuya con él.

Lames
tocas
rozas
e introduces tu esperma
dentro de mi esperma
haciendo del poema
una nada.

Y la nada es una rosa
frágil prosa
de tu mano exprimiendo
mi seso
espeso señor del amanecer,
de tu boca experimentando
mi peso
expreso lechoso del anochecer.

Puta dices, piso seis
porno nueve
no comas
rezo a Satán
haces bien.


Malos sueños.
(Relato)

El paisaje relucía su miedo absoluto, llagas en toda la casa que apetecían un vómito necesario hacían comprender lo desgastado que estaba aquel lugar. Podrido, sería la mejor respuesta a toda duda. Entré por la puerta cubierta con una negra capa de aceite quemado, como un perro abandonado mostraba sus huesos, ¡oh pobre puerta!, que no protegía ni su color, ni su desgastado color. Me adentré en aquellos espacios y escondrijos, mientras en mis bolsillos alumbraban unos billetes de diez, suficientes, para la triste ocasión a la que vendría.

Una pequeña latina me esperaba, con un pantalón que le quitaba hasta el aire de los pulmones, ¡qué asquerosa latina!, ni blanca ni negra, ¡maldito color!, ni alegre ni triste, ¡bendito pudor!

Ella me miró desde su pequeña altura, con ojos de querer recibir algo, así que de mis bolsos saqué los billetes y se los alcancé. Ella me seguía mirando, desde los ojos hasta los ojos, y la batalla empezó; de su boca brotaban los besos más repugnantes que jamás ella entregó, y mis manos en sus tetas se hacían parte de una piel, y de esa piel parte de unos pezones, estrujé sus botones, con mis dedos los aplasté hasta que fluyera la sangre, ella se estremecía, ambos de pie entre la batalla más cruda, sus pantalones bajaron difíciles, luego mi falo asomó su forma torcida desde la cremallera del pantalón de vestir, de un porrazo se clavó dentro del hueco de aquella puta mujer, sentía cómo sus paredes crecían, de lado a lado hasta chocar con su final, ella abría los ojos intensamente mientras mi agitado mármol de carne se enfurecía en su hoyo mojado. Ella abría la boca desesperada, y clavé con más fortaleza y terquedad mi grueso puño, así hasta que ella gimiera de dolor, una, dos, tres veces, y el asco retumbó en cada oído mío, en cada centímetro mío, olvidé la funda que me mantendría formal, y cuando predije la más terrible maldición saqué mi sexo de su mar, cuando de aquel mar en ese preciso instante, se dejaron ver las peores criaturas bañadas en fluidos pegajosos y malolientes, que se desparramaron desde su abertura hasta el triste suelo del mal.

Ella me miró, desde sus ojos hasta mis ojos, con odio maternal, algo ella expulsó, ¡feto inmundo! pensé, ¡feto inconcluso!, pensé otra vez.

De mi estómago un golpe rechazó la cordura, y en mi estómago un vómito creció como río en invierno, corrí hasta el lavabo del cuarto de baño, caí porque el alcohol y las drogas confundían mis andares, me revolqué entre la mierda de hombres que no conoceré jamás, y de mis manos se expulsaban horrorosos hedores, y en mi boca el asco se mezcló con una levadura que hizo crecer, el caudal absoluto de mi rabia.

Me miraba la latina desde lo alto, en el suelo me encontraba, mientras ella rebuscaba y me quitaba uno a uno los billetes de diez, mis manos habían muerto, mis piernas habían muerto, mis ojos habían muerto. -Eyaculé por la boca, lo que debí expulsar dentro de aquella asquerosa mujer me dije. Antes de que mi alma, de mi cuerpo se largara, dejando tendido en el suelo ese imperfecto esperma al que la humanidad entera llamó hombre.

Relato basado en sueños reales.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Tiempos morados


"Tal vez el mundo sea el infierno de otro planeta"...
Aldous Huxley


XXIV


Odiaré al dios de la mueca;
¡oh risa exagerada!

Pupila sin ojal.

Odiaré al señor de la frase;
¡paz en la tormenta!

Asqueroso instante que es vivir.

Odiaré cada día
porque morir es poco;
¡oh leve dolor!
de la bala adentrándose en mi cráneo.

De Poemas Romanos.



Tiempos morados.


Hace dos días una delgada imagen de mujer se desvaneció como se desvanecen los orgasmos sobre mi mano, uno a uno como cuando se escupe en el suelo, como el sustento de una nariz. Sus alargadas piernas como tallos de rosas otorgaban, la dulce manera de hablarme con sus pasos apresurados, ¡oh torpe andar de hombre!, que no reconoce parte de mi andar. Le saludé como quien saluda al viento, porque cruento es el tiempo sin su espacio, y terrible el modo con que mira el gusano bajo la cama de estar. Ella tenía la risa del diablo, es decir que su risa comprendía un engaño mayor a la de Fausto, y que tenebroso sería el beso, que de sus largas muecas me ofrecía. Mi nombre es francés señor, ¿el suyo?, no señorita, mi nombre no es más que un invento poco necesario, mi verso es francés señor, ¿el suyo?, no señorita, mi verso no es más que un crimen del ayer. Con bellos colores en los labios tajantes retorcía entre sus mordidas aquella leve forma llamada lengua, mientras yo miraba desde atrás singulares pensamientos de una fobia. Señor, tiene usted un pasado pesado, señor, es usted similar a un hombre que me dejó.

Hace dos días que no duermo sobre una cama, porque en el suelo mis formas se acomodan, y desde el frío cemento como rojo colchón mis manos se amoldan, en mi espacio tenue, como cántaro dentro de otro cántaro, que rotos se hacen uno solo. Señor parece usted un ser atormentado, señor parece un pobre loco, tal vez asustado. Ella desde su risa pretendía algo poco rutinario, yo desde su prisa pude ver sus formas, resumiendo ciertos modos, como cuando un ave sobre los techos posando deja ver, su asombro. Tomé los atajos más largos, para poder así entrenarme en sus negros y entreverados cabellos, ¡salvajes cabellos!, como manto de ébano, ¡locos cabellos!

Hace dos días que no pude ver desde una mesa, su mirada dentro de mi mirada, porque en el lento pesar del asesinato, una escasa mueca de miedo se ajusta, a la pequeña duda de un color que no quiere ser como la mora, así sus prendas se asusten, cuando de mi sangre púrpura, los avernos se asoman, dejando ver así, pequeños restos, que en la realidad son indefensos huesos de niños muertos, que entreveradas y enroscadas todos, hacen de una mujer, un asqueroso verso.

domingo, 22 de agosto de 2010

Veintidós (Peces de ciudad)



Hembra.

Hembra que entre mis músculos callabas
de todos los favores que pude prometerte
te debo la locura.

El último hombre. 1984 L.M.P.


Peces de ciudad.

Flor de arena
paseo de estrellas
jaguar
manantial de cera.

Canela sin piel
bares
tintos de seda
mesas
postres de manzana.

Pies mudos
lenguas
abismos
y borracheras.


A Cambalache, for sentimental reasons.

viernes, 20 de agosto de 2010

Mondragón


Señor, señor, no es lluvia, dios no se ve, pero se siente, dios no se toca, pero se siente, ¿no lo siente acaso?
-No hijo, en mi pueblo a todo eso le decimos viento, y nada más.



Dragón de tejados mojados, con alcohol regados, simplón majareta del cielo, con alas hirviendo en fuego. Estigma del viento, que se siente, que no está, que no se ha ido. Cielo roto a la mitad, verso pródigo en la boca, del que está, dentro de otro muerto, como cajón en las manos del suelo.

Gusano indigente de las madrugadas, pedazo de madera, animal del mal, se abren de sus ojos rojos húmeros como el dios de la nada, festejando una leve hendidura, tan profunda como la mar. Ciudad derruida, Chernóbil sin peces, ni gusarapos, sin caricias ni putillas; ciudad de mierda.

Clochard
que no sabe de seda, rótula tibia, calavera, ángel desterrado del trocito de pan, amargura, catedral, fiesta de memoria del que murió, dentro del túnel de una mujer. Rabioso moribundo caótico, perro faldero, amante del lugar sin su forma, despreciable juglar.

Muerto que aún vive, que no sabe ni festeja, cielo raso ni bondad, mal augurio, espina dorsal, flor marchita, cigarrillo sin tabaco, cirrosis, metal aferrado a su óxido, niño sin mamá, detestable mal amigo, borracho abrazado a su bar, silla de tres patas, vaso roto que no corta, como la hoja tiesa sin líneas ni maldad.


Pequeños tramos que hice en mi ciudad y pequeños espacios del cuerpo que ya no está. Aquí un resumen de mi entorno, y lo que ya no me rodea.

miércoles, 11 de agosto de 2010

De Malatesta


Señor, señor, por favor mire al cielo que sentirá algo maravilloso llamado dios.

-No hijo, es solamente lluvia en tiempo de verano.


Señor, tiene usted dos ojos como café pintados en la cara, una negrísima cabellera, unas manos terriblemente vulgares. Sus desordenados dientes ameritan mordeduras indefinidas, su lengua cobarde, su altura, se juntan en una sola pintura.

Señor tiene usted dos pies como susto postrados en el suelo, una cumbre como nariz, muchas costillas casi rotas, aunque también vulgares. Sus inatajables verbos prevalecen mugrientos, como muertos, como gatos, que juntos conforman una terrible abertura.

Señor tiene usted dos hijas maravillosas en ambos horizontes, una es dios y la otra Lucifer, dos hijas muy guarras, invisibles, que entretienen. Sus desnaturalizados cuentos resuenan entre los dientes de la rata, como peste incontrolable, como el hombre, y el hambre, que juntos mueren con premura.

Señor tiene usted muchos familiares, pero muy poca familia.


Aquí parte de mi andar. Aunque también decidí, casi al final de mi fortaleza ante el sueño, colocar un fragmento de algunas madrugadas resumidas en Maldición literaria. Espero lo disfruten tanto como yo.


S.O.

Caes como perro
dentro de una boca vacía
guisos rojos que se mezclan con saliva
sigues cayendo
como perro dentro de una panza vacía
aguas mansas que se mezclan con terribles mares
sigues cayendo
como perro dentro de unos gusanos tremendos
barro que antes era agua entiende su mal olor

¡oh semen perfecto!

que por la boca entras sin dejar tras tu paso
esa peste asquerosa a la que todos llaman vida.

jueves, 5 de agosto de 2010

Prosa II


"No, Monsieur Jourdain. Lo que usted dice no es prosa, precisamente porque lo habla. Prosa es lo que se escribe, en las cartas, en los cuentos, en las novelas. Es una forma de escritura que se diferencia del verso, más parecido que la prosa a la oralidad".


Blancura
.

De entre la mierda de otro
tomado es el cuerpo
lamentando
todo aquello que se ha hecho.

No protestaré
si se me une a eso
tan marrón como la piel
del hombre que no debió
nunca ser concebido.

Lo negro ensucia
al mundo
como mancha en el suelo
lo sobrenatural es quitado,
lo blanco sin embargo
es la tonalidad
de algo puro.


Relato para no ser contado.

Sufrí dos brutalidades:

La fornicación;
de mi padre su falo instalé
en mis fauces
con sabor amargo
crecí con él
y en su olor me reconocí.

La flagelación;
de mi madre sus látigos adoré
en mi culo que sangra
sus caricias arrullé
una a una
mientras la piel conocía
el suelo y sus malicias.

Hoy ya maduro,
no por el tiempo
si no por los lamentos.

Destruyo de mi cráneo
su fruto
que extraña
lo que de niño probó
desde la piel
desde la lengua
desde mi culo
mientras un semen extraño
se derrama.


I

Cayendo estoy,
en lo profundo de la vida,
que me atrae a su centro,
estrujando cada hueso mío.

¡Oh vida asquerosa!

¡Detente!

Lepra de mi vena que ofende
a la misteriosa dama roja
que en su vientre papeles quema
sabe a hachís
sabe a mandarinas.

¡Oh vida asquerosa!

¡Detente!


Y continúa la maldición de la literatura, a quien me leyere, le suplico no mal entienda mi poca imaginación, no es que odie ciertas cosas de la tan asquerosa humanidad, simplemente odio todo de ella. Les dejo aquí, parte de dos organizaciones mías, de poemas; que en mi tratar defectuoso, como mi corazón tan maldito, y tan hijo de liendrecito de hachís, y tan de todo, que nada ya espera, tristemente ha recreado. Quizá, en otras publicaciones futuras, aspire algo mío, personalmente mío, que aprecien con un poco más de cercanía.

I - De Poemas Romanos.